MORTU
NEGA, LA GUERRA COLONIAL EN GUINÉ VISTA POR
“LA CONTRA” AL IMPERIALISMO
Moisés Cayetano Rosado
El cineasta guineense Flora Gomes
(nacido en Cadique, diciembre de 1949, y formado en el Instituto Cubano del
Arte y la Industria Cinematográficos de La Habana) realizó en 1988 una película
que descubro ahora, casualmente, regalo de verano en que esperamos la lluvia
salvadora, como acontece al final del film: Mortu
Nega (La muerte me niega). Estando en lenguaje original criolo, podemos
seguirla con subtítulos en inglés o en portugués, en yootube: https://www.youtube.com/watch?v=TNZ_4lczt5A.
Historia mínima e íntima, centrada en 1973 (finales de la lucha por la
independencia de Guiné-Bissau contra el colonialismo portugués) y los comienzos
de la independencia, en 1974 y 1975, está conformada por tres partes claramente
diferenciadas y sucesivas: el período de enfrentamientos, de todo el año 1973
(lucha que había comenzado 10 años antes) y primeros meses de 1974 (cerrado el
ciclo bélico con la Revolução dos Cravos Portuguesa de Abril); los dos primeros
años de pacificación y normalización del país, devastado, empobrecido y por
reconstruir, y un final “rompedor”, en que el mito sustituye a la realidad para
reconformarla, invocando a la lluvia salvadora de las cosechas y de una nueva
vida creada desde el fondo de la tierra para la gente sencilla y maltratada.
En la primera parte, un grupo amplio de mujeres y niños transportan
material de guerra desde Guinea Conacry hasta las zonas interiores de Guiné
Bissau, para hacer frente a las tropas portuguesas en terreno “caliente”.
Atravesando ríos, pantanos, selvas, estepas y páramos, van sorteando
dificultades naturales y peligrosos enfrentamientos con helicópteros enemigos
-a los que se enfrentan con modernas ametralladoras los soldados guineense que
les escoltan- y con minas antipersonas.
Enseguida surge entre el amplio grupo la “heroína” del largometraje:
Diminga, una mujer de treinta años que tiene la esperanza de encontrar en el
destino al que se dirigen a su marido combatiente, Sako. Será a través de ella
que Flora Gomes rinde homenaje subrepticio a la valerosa, sufrida y enérgica
mujer guineense, tan importante en la lucha, la resistencia y el sostenimiento
de la comunidad rural.
Diminga encuentra a Sako y con él continúa en el ardiente y sangriento
enfrentamiento bélico, como única mujer en el grupo guerrillero, con un tesón
que mantendrá en el resto de la historia.
Y ese resto comienza en una segunda parte, pacificado el territorio,
vueltos a sus hogares los combatientes, en medio de la devastación. Y en medio,
también, de las terribles consecuencias de la guerra: muerte, mutilaciones,
heridas que no sanan, en el cuerpo y alma, aunque el cineasta se encarga con
acierto de no centrarse en el melodrama, el sensacionalismo y la congoja, sino
en la naturalidad de la lucha por la vida, como se encargan de mostrar y decir
los protagonistas en la aldea de retorno.
El marido de Diminga tiene una herida engangrenada en uno de los pies, lo
que le inutiliza para el trabajo y le proporciona fortísimos dolores, yendo a
peor cada día. Buscan la forma de remediarlo en el deficiente hospital en donde
es internado, visitando Diminga por sugerencia del marido a dos antiguos
camaradas de lucha. Ahí surge el contraste de la vida, tan común en cualquier
parte: el antiguo amigo, ahora bien situado en la administración pública, que
nada quiere saber de los compañeros de fatiga en el combate y finge no
conocerlo, para no tener que prestar alguna ayuda; el otro, no vacila en
ponerse a su disposición para conseguir los mejores remedios.
Una sequía que persiste año tras año acentúa los problemas, diezmando las
cosechas, y ahí entramos en la tercera parte de la obra, donde prevalece el
mito, que se presenta de manera magistral, constituyendo lo más dinámico del
largometraje, filmado hasta entonces a ritmo lento, recreado en silencios bien
logrados. Diminga sueña con que la lluvia ha de llegar invocando a los
antepasados, llevando a todo el poblado a realizar un ritual religioso,
invocando a Djon Cago, deidad del pueblo Balanta, el mayor grupo étnico de la
nación. Hay ciertas connotaciones políticas en el ritual, que discretamente
Flora Gomes no revela, pero que constituyen la denuncia de los nuevos poderes
opresores, contra los que la ceremonia se celebra… y que por fin consiguen
atraer la lluvia necesaria (la justicia precisa).
Diminga y Sako contempla en la escena final cómo cae la lluvia salvadora,
cómo llega el remedio sencillo que precisa el pueblo, esperanzado y feliz de
nuevo.
¡Vean este film tierno y sensible, magníficamente dirigido, narrado e
interpretado, homenaje explícito a un pueblo y a una mujer, a unas mujeres
luchadoras, grandes en su tierna humanidad!