LA PRIMERA COMUNIÓN
Quienes sonríen son las catequistas y el cura. Nosotros estamos serios, ceremoniosos, encantados de estar ahí, pero un poco envarados, deseando salir pitando con nuestras madres (los padres se mantenían en un segundo plano) a que nos presentaran a vecinos y familiares: "¡Qué guapo!, ¡qué bien le queda el traje de marinero!" o "¡Qué hermosura!, ¡parece una princesa!". Y había una propina para gastar en chucherías, bajo advertencia de que cuidáramos bien la indumentaria castrense o principesca.
Pero si bien las niñas llevaban todas sus vaporosos trajes de grandeza o novias prematuras (una de ellas va de negro, por luto de familia), los niños no portábamos todos uniforme militar; algunos de corto, o de largo, pero con ropa para seguir usando los domingos, práctica, reciclable. Más útil que ninguna para lo que muy pronto les tenía reservado el destino: la emigración con despedida adecentada: siempre que se iba de viaje había que ponerse "de domingo".
Por el posado de conjunto parecería que fuéramos un equipo ampliado y mixto de fútbol, pero las niñas entonces solo jugaban al corro o a la comba, y cantaban romances de moros y cristianos. En cambio nosotros le dábamos al balón con todo el salvajismo de que éramos capaces en la era. Y así, cada uno se iría a estas labores por la tarde, terminado el paseíllo por el pueblo exhibiéndonos en este rito de iniciación a una inexistente madurez.
Luego vendría esa diáspora que arrastró a más de la mitad de los protagonistas camino de la próspera Europa y los demandantes focos industriales de Madrid, Cataluña, Asturias, Euskadi... Alguno quizás vea ahora esta foto en la lejanía y le parezca increíble que un día, en un pueblo pequeño de la España rural y miserable, pudiéramos estar todos reunidos, con tanto poderío de nobleza y mando militar.
Buenos días Moisés:
ResponderEliminarVerdaderamente, no has cambiado nada, espero que un día de estos nos cuentes cómo lo haces para mantenerte en forma.
Aparte de la broma, me ha gustado la foto por lo que tiene de entrañable, a mí particularmente me recuerda a la mía que, como puedes suponer, no fue muy diferente de la que tú nos cuentas. Un abrazo.
Primitivo
Es la niñez común de los años cincuenta. Tan dura y tan añorada al mismo tiempo. Un abrazo, Primitivo.
EliminarMuy bien retratado el retrato, Moisés.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel Ángel
Tiene el encanto de todo lo que no puede volver y la magia de que todo parecía posible, aún hoy, a pesar de las decepciones, casi nos empuja a nuevas aventuras. ¡Qué tendrá aquella generación ¿bendita?!
ResponderEliminarUn saludo, Antonia