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lunes, 16 de enero de 2012

NADER Y SIMIN, UNA SEPARACIÓN

          Estrenada en Irán el 16 de marzo de 2011 y en España el 7 de octubre del mismo año, la película Jodaeiye Nadeer az Simin, con guión y dirección de Asghar Farhadi, ha logrado, entre otros muchos premios el Oso de Oro del Festival de Berlín a la mejor película y el Oso de Plata para la pareja protagonista.
          El argumento es “doméstico” y pegado a situaciones frecuentes: Nader contrata a una joven para que cuide de su padre enfermo de Alzheimer cuando su esposa -que quiere marchar al extranjero para buscar un mejor porvenir a su hija de 11 años- lo deja. La asistenta, que se hace acompañar de una hija pequeña en su trabajo, está embarazada y trabaja sin el consentimiento de su marido, un perturbado acosado por acreedores. Nadir, que no conoce estas circunstancias, se ve envuelto en una serie de problemas por una mala atención de su padre, una discusión en la que empuja a la joven asistenta, un aborto de ésta, presiones en los tribunales de justicia y su entorno, enfrentamientos familiares y sociales, en los que las dos menores se ven envueltas.
          Situación político-social, económica-familiar, religiosa… se entremezclan magistralmente, dándole a la película un aire de veracidad extraordinario. Intemporal, válida para cualquier lugar del planeta y cualquier mentalidad cultural.
          Con escasísimos recursos técnicos y ambientales, rodada en interiores fundamentalmente, echando mano de la fuerza de las palabras, de la interpretación impecable de los actores, entre las que destacan con garra la de las dos niñas: la mayor con sus preguntas y silencios; la menor con sus gestos y miradas, su abandono, su fragilidad y dulzura, que ni un segundo nos dejan impasibles… estamos ante una de las películas más recomendables no sólo de la temporada sino de los últimos años.
          Las relaciones de pareja, de padres-hijos, de complemento de necesidades humanas, de razones objetivas y subjetivas en la conducta social; la visión del mundo de la administración de justicia, de la religión, de la presión interior y social de cada uno… nos remueven eficazmente la conciencia y nos llenan de dudas y algunas certezas.
          La magnífica fotografía, con primeros planos sostenidos, a veces rozando el expresionismo en los gestos, en las miradas, en las disposiciones de los protagonistas (nuevamente la fuerza en las niñas -víctimas inocentes, candorosas- es sobrecogedora) nos hacen más que espectadores partícipes del drama.
          No hay, en el film, ni concesiones a la galería a lo largo de los 123 minutos que dura su metraje, ni final cerrado que nos resuelvan situaciones. Queda la imagen final de Nader y Simin, esperando la decisión de su hija  con respecto a con quién irse a vivir en un plano final que se aleja, con el fondo del ruido en los pasillos de un juzgado atestado de gente de toda condición, cada uno con sus expectativas y sus dramas, que podría ser de cualquier ciudad, de cualquier país, lo que le da a la película un cierre brillante en aquello en que se ha ido desarrollando: su humana universalidad.
          Vaya a verla quien no lo haya hecho todavía, cójala de un videoclub, de una biblioteca o bájela de internet. Lo merece como pocas.

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