HABRÍA DE SER... SEMPRE ABRIL!
Hoy, 25 de abril, 38 años después del estallido de la Revolução dos Cravos, de la que daba cuenta ayer, quiero -sin más comentarios- traer tres poemas a las ancianas y mujeres luchadoras, ilusionadas y ¿vencidas? de Abril, sacados de mi libro Siempre Abril, que como sabéis está completo en los Documentos adjuntos de este blog. Lo acompaño de unas fotos que quieren ser otro homenaje.
ANCIANAS ESPERANDO.
(A
las ancianas de Tras-os-Montes y Beira
interior)
Tras los
rezos,
tras tanto
rezo y rezo,
¿qué dios os
vino a socorrer?
¿Qué aire
devolvió los sonidos,
las risas, las
palabras, los llantos
de vuestros filhos
espalhados por todo o mundo inteiro?
Llevan siglos
así,
esperando en
la puerta
la llegada del
hijo que se fue,
que cogió las
maletas
como quien
coge el alma buscando un paraíso
y no regresa
nunca:
y tampoco lo
encuentra en parte alguna.
Llevan la
eternidad
rezando,
entrecruzadas
sus
sarmentosas manos, descansando entre lutos,
regadas por
las lágrimas del luto jamás interrumpido.
Mínimas.
Sentadas en la
silla desfondada.
Curiosas al
pasar el forastero.
Desdentadas.
Profundas como
el mar que nunca han visto.
Emparedadas
entre lancha y
granito,
pizarra y bolo
berrocoso, paja y cal.
Si se mueven, si entran en la casa,
si salen
limpiándose
los labios insondables
tras apagar la
sed,
veremos una
sombra recorriendo el espacio indefinido.
Sólo sombra.
¿Olisteis,
ancianas de
corteza y raíces de sobreiro,
el perfume de
flores nacidas en Abril
antes de que
el verano las mustiara
con su
ardiente espada, terrible, vengadora,
o no llegó
hasta aquí fragancia alguna
que
después pudierais añorar?
ANCIANAS DE
LUTO.
(A las ancianas de Alentejo y Ribatejo interior)
Llegaron las
palabras
y no se las
creyeron.
Llegaron las
consignas
y tampoco
quisieron convencerse.
Eran siglos
allí,
amparadas ante
el aire,
ante el frío,
por el lienzo
ruinoso del castillo
que pueblan
tijeretas, lechuzas, saltamontes,
salamandras,
autillos,
murciélagos,
vencejos,
confundiendo
la noche con el día.
Sus manos
sarmentosas saludaban al sol
pegándose a
las cejas como cuencas vacías,
socavadas,
acentuando el
rictus de sus labios,
insondable,
profundo como el mundo.
Los lutos
superpuestos
no sólo
ennegrecían sus ropajes
sino la débil
luz de su mirada
y las bocas
inquietas, desdentadas.
¿Acaso alguna
vez tuvieron esperanzas?
¿Les brillaron
los ojos
pensando en
las promesas, algún tipo
de alegre
porvenir?
Boa
taaaaarde. Dicen boa
taaaaarde
cada vez que
te acercas,
y a nadie reconocen.
Es pura
cortesía; amables, dulces siempre,
intemporales.
¿Quién pudo
pensar en removerlas
de entre sus
piedras duras y sus sombras?
¿Quién en
ilusionarlas
con algún tipo
de canciones?
Y sin embargo,
se produjo el
milagro con el grito de “Abril!”
corriendo por
los campos,
pisando los
barbechos,
sembrando los
posíos. Ellas
fueron también
a empuñar con
sus manos las azadas,
a regar con su
sangre los plantíos.
Volcaron en la
empresa
toda la fuerza
acumulada,
todo el coraje
retenido,
una pasión de
madre desbocada
que huele el
pan
cociéndose en
el horno
y el aceite a
punto en la sartén.
Ahora, todas
de nuevo,
cuando aquello
se fue por las cloacas
de leyes y
decretos,
reposan como
piedras a la sombra
del castillo
que sigue
en pie, pese a
su ruina.
Son otra vez
sarmientos desnudos del invierno
que no
confiarán más
en nueva
primavera.
MADRES AL
BORDE DE LA MAR.
(A las madres del litoral
portugués)
Son las madres
dolientes
del Miño hasta
el Algarve,
con sus manos
al viento,
cortada su
mirada
por la línea
azul del horizonte,
sin horizonte
alguno, sin futuro.
Miran las olas
bravas,
la espuma
enloquecida;
miran el
infinito desde siempre,
con su pelo
encrespado, con los ojos
brillantes de
sal y de vacío.
Enjutas y
terrosas,
encorvadas.
Son las madres
heladas, congeladas,
las madres
apagadas en el ¡adiós!
del que no
esperan
la alegría de
vueltas, el abrazo
del hijo
retornado.
Se los lleva
la mar, están
habituadas a
la eterna partida de los siglos.
Siempre porque
el futuro
se aleja con
el sol, o porque necesitan
su
concurrencia joven
en lejanas
batallas que nunca les han beneficiado.
Ellas quedan
ahí,
enloquecidas,
muertas,
solitarias,
vacías.
Miran al mar, del que sacaron redes,
con el que
batallaron
sacudiendo su
piel y sus espinas,
con el que
destrozaron
los sueños
mantenidos
mientras duró
la luz de su mirada
tan apagada
ahora,
tan perdida.
Nada
les pone un
brillo de gota de rocío,
un leve
resplandor,
un sobresalto
alegre, algún
vuelco que les
incite al pestañeo,
al leve
testimonio de vida que se inicia.
Ni Abril pudo
siquiera
con su dolor
inmenso:
sus hijos se
perdieron
por los
tristes caminos de la mar
a donde miran
por si el
capricho de las olas
Moisés Cayetano Rosado
Fotos y poemas emblemáticos del día de hoy.
ResponderEliminarQue el 25 de Abril se mantenga en la memoria del pueblo ibérico.
Un abrazo, Moisés.
Miguel Ángel
Poesía maravillosa!!!
ResponderEliminarEsto levanta el alma para seguir resisitiendo.
Un abrazo desde Galicia
Mercedes