MARCHAR, MARCHAR DE NUEVO
En 1914 publicaba
Felipe Trigo su obra “Jarrapellejos”, donde retrata el caciquismo más salvaje y
rústico de nuestros pueblos del sur, en medio de la miseria y el sojuzgamiento
de la gente sencilla, que no tenía otra salida que la “aventura de América”
como sueño de prosperidad. “Na se perdiese por cambiá, manque hubiá de sel en
el infierno”, dice uno de los personajes de la novela.
Hace unos
días publiqué una foto de niñas de la escuela de comienzos de los años cuarenta
en uno de esos pueblos olvidados. De las 26 presentes en la instantánea, 10 han
muerto y solo 2 viven aún allí: a las 14 restantes “se las llevó” la
emigración; las más se fueron jóvenes (años cincuenta y sesenta) y las otras de
mayores, siguiendo el rastro de sus hijos, asentados fuera, que las reclamaron
en la vejez.
Posteriormente
expuse aquí otra foto de niños de la escuela (finales de los años cincuenta):
hijos de las anteriores. De los 37, 1 ha muerto y únicamente 7 viven en el
pueblo; 29 están “espalhados por tudo o mundo inteiro”, como dicen los portugués,
que tanto saben de ello.
¿Y qué
pasa ahora, tras de que asistiéramos a finales del siglo y principios del
actual a una llegada insólita de inmigrantes del este europeo, África y
Latinoamérica? Que de nuevo se mira al exterior: a las zonas industrializadas
de la Península y a los países prósperos de Europa y “emergentes”: Alemania,
Norteamérica y los lejanos de Oriente, que “nos están comiendo con patatas”… de
imitación.
Emigrar
es un derecho y una alternativa entusiasmante cuando se hace puntual y libremente.
Pero un duro camino siendo en masa y sin remedio si se quiere subsistir. “Cuánto
en ti han de sufrir, ¡oh, Patria!/ Si ya tus hijos sin dolor te dejan”,
escribía Rosalía de Castro a finales del siglo XIX, época también de
incontenible sangría migratoria. Pero sufrir, sufrir se sufre si se marcha por
pura necesidad, porque “siempre se pierde algo por cambiar” (contradiciendo al
personaje citado al principio, de la
obra de Felipe Trigo), aunque solo sean las raíces, que se arrancan y luego es
tan difícil que puedan impulsar la sabia a que nos tenían acostumbrados…
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