JOSÉ AFONSO, EL CANTAUTOR DE LA REVOLUÇÃO DOS CRAVOS
Hoy, 2 de agosto, se cumple el 83º aniversario del nacimiento de José (Zeca) Afonso, el cantautor portugués cuya voz dio la señal del comienzo del golpe de estado contra la dictadura de Portugal, que desembocó en la Revolução dos Cravos: la canción Grândola, vila morena.
Él, como cantor de intervenção, junto al mítico político comunista Alvaro Cunhal, al capitão de Abril mayor Otelo Saraiva de Carvalho y al poeta Ary dos Santos, forma lo más granado de aquella ciudadanía comprometida con el pueblo desde la política, la acción directa, el arte y la literatura: el arrojo personal -en fin- de consecuencias tantas veces trágicas, a manos de la crueldad de unos verdugos con las riendas del poder entre sus manos. Tras ellos, un pueblo que arropó a los militares levantados, unos políticos y sindicalistas cuya lucha llevaba ya decenios, unos cantantes y escritores que afilaban su voz y su pluma para rasgar las ataduras.
Como pocos, consecuente hasta el final de su vida, rechazando componendas y caminos torcidos, que fueron tan frecuentes en los años que siguieron a la ilusión primera de la Revolución. Vaya, como homenaje, este poema de mi libro Siempre Abril, cuyo contenido completo está en el Documento 33 de los Archivos adjuntos de este blog.
LA VOZ DE ZECA AFONSO.
Por Moisés Cayetano Rosado
Para gritar
se escogió tu guitarra
y a ese pueblo camino de la
mar,
al borde de la dura
planicie alentejana,
sol naciente
rompiendo con la escarcha y los
cristales
brumosos de la noche
prolongada,
de la noche extendida como
cieno, losa infame,
oprobio y calentura, tiranía.
“Grândola, vila morena,
terra da fraternidade”.
Tierno cantor de rama
empecinada,
recio cantor de flores en las
manos,
legendario juglar rico, repleto
de sueños, de utopía,
suave amor
de gotas de rocío
temblando en los claveles.
“O povo é quem mais ordena
dentro de ti, o, cidade!”.
Dentro de ti, corazón
abierto como playa
de niños, gaviotas, inquietas
golondrinas.
Entregada guitarra, generosa
voz
sin condiciones
para
aquél que reparte las espigas,
descorre las cortinas
empolvadas, hace fuego
para manos temblantes,
ateridas.
“Em cada esquina um amigo,
em cada rostro igualdade”, en cada mano
la esperanza sangrante de
claveles
rebosantes de lágrimas,
repletos
de llantos de alegría.
De abrazos aplazados.
Y allí,
como una antigua, legendaria,
heredada promesa,
“a sombra de uma azinheira
que ya não sabia idade
jurei ter por companheira
Grândola tua vontade”.
Sacrificado pueblo, lacerados
hijos
sacados a luchar con la locura,
juró el cantor, juraron todos,
cortar con las cadenas,
cortar con la acerada
mirada del rencor
y buscar
el calor de las manos, los
brazos fraternales,
a un lado y otro
del mar teñido con la sangre,
de los mares teñidos con el
odio.
La voz, aquella voz,
que muchos después
-¡ay!-
ignoraron,
fue la clave del nuevo
despertar,
el arma sin pólvora ni plomo,
la luz de Abril, gozoso
compás de la
alborada.
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