ÁLVARO CUNHAL Y
LA UTOPÍA PORTUGUESA
Moisés Cayetano
Rosado
Mediado abril, entre la conmemoración de la Constitución
Portuguesa -que el pasado día 2 cumplió
37 años-, y la celebración de la Revolução dos Cravos -que el 25 de abril rememora su 39 aniversario-,
he vuelto a visitar el Forte de Peniche.
Ahora -en la imponente fortaleza construida
para defensa contra los ataques de la piratería en el siglo XVI, perfeccionado
en el XVII por los enfrentamientos con España, que en los siglos posteriores va
a propiciar nuevos reforzamientos- hay una exposición dedicada a Álvaro Cunhal,
que estuvo preso en esta inmensa fortificación, como tantos de sus compañeros
antifascistas.
También -formando parte permanente del Museo- los
locutorios de la planta baja recuerdan su estancia en esta desgarradora
prisión, como ocurre con las celdas del tercer piso, donde se conservan dibujos
y recuerdos del líder comunista, que con tanta entereza soportó la privación de
libertad y las torturas.
Uno va recorriendo los espacios terribles y
oyendo el mar batir contra los muros en un constante golpeteo que ahora se nos
hace relajante y que a los heroicos resistentes del salazarismo se les debió
volver una añadida tortura, en su persistencia de olas rompiendo con fuerza en
la masa rocosa del Forte.
Y observo allí, en el cartel de entrada, la
mirada serena y a la vez intensa de Cunhal, su postura sosegada de intelectual,
de artista, que baja hasta la arena de la lucha cotidiana para bregar por la
justicia, por la igualdad y por la libertad.
Es admirable cómo Álvaro Cunhal mantuvo su
entereza y convicciones a lo largo de su vida dilatada, agitada, combativa y
combatida. Leyendo su A Revolução
Portuguesa. O Passado e o Futuro, de 1976 y A Verdade e as Mentira na Revolução de Abril, de 1999, nos podemos
hacer idea de lo que fue un sueño utópico, revolucionario, en marcha activa,
que sería doblegado y convertido en sueño domesticado, perdiéndose conquistas y
realizaciones que -como la Reforma Agraria en los campos del Sur- habían llevado
el pan, la posesión colectiva y el desenvolvimiento a las tierras más olvidadas
y caciquiles de Portugal.
Conocí a Álvaro Cunhal en Campo Maior, en acto
organizado por el Partido Comunista Portugués hace más de veinte años. Había
cumplido ya los ochenta, pero conservaba su discurso revolucionario como en los
tiempos de la clandestinidad y los ilusionados del “Processo Revolucionário em
Curso” de 1975. Varios años después volví a escucharlo en Évora, en acto
conmemorativo de la Reforma Agraria, rodeado de antiguos “colectivistas” que
participaron de aquella experiencia única y frustrada. Estaba cercano a la
muerte, que tendría lugar en 2005, y que supuso una de las mayores
manifestaciones de duelo del país.
En Évora le entregué la maqueta de mi libro de
poemas Siempre Abril, en el que le
dedico la composición “Levantando siempre las espigas”. La recogió como se coge
una gavilla, un haz de trigo: fijando con viveza la mirada y adelantando con
decisión las manos sarmentosas. Agradecido y generoso como siempre fue;
elegante y sereno. “¿No estás cansado/ de levantar tus manos hacia la nada
inmensa,/ hacia la nada?”, digo al comienzo del poema.
Ahora, en el año en que se cumple el centenario
de su nacimiento, las manos de Álvaro Cunhal, su presencia, me recuerdan el
mensaje de esperanza que siempre mantuvo y lo mantuvo. ¿Qué somos las personas
si nos falta fortaleza para seguir construyendo siempre la utopía, por mucho
que una vez y otra destrocen nuestros sueños desde los muros carcelarios del
egoísmo y la brutalidad del poderoso, dispuesto a sojuzgar a la inmensa y
tantas veces indefensa mayoría?
Obrigado amigo Moisés por te lembrares de mim; e obrigado sobretudo, por me teres trazido de novo e mais uma vez, essa grande figura, SEMPRE PRESENTE, do homem, do politico, do intelectual, do revolucionário, do artista..que foi e é, eternamente, ALVARO CUNHAL!
ResponderEliminarObrigado a ti sempre, meu bom amigo António.
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