ACUEDUCTO DA ÁGUA
DA PRATA: UN PASEO CON GERALDO SEM PAVOR
Inaugurado el 28 de marzo de 1537, las el
Aqueduto da Água da Prata de Évora
fue construido en tiempo record: solamente duraron seis años las obras; casi un centenar tardó en
hacerse el de Amoreira, de Elvas.
Bajo la dirección del arquitecto
real Francisco de Arruda -el mismo que inició el elvense-, trae sus aguas
desde donde hoy tenemos el Barragem do
Divor, al sur de Arraiolos, descendiendo al sureste hasta Évora, con casi 19 kilómetros de recorrido.
A pesar de esta considerable extensión -como ocurre con el de Amoreira, y como es común a todos los
acueductos-, la mayor vistosidad la
adquiere en los valles, que en ambos casos citados corresponde precisamente
con la entrada a la ciudad.
Así, el Acueducto da Água da Prata
resulta especialmente atractivo en sus
últimos dos kilómetros antes de entrar en la población, que es además el
tramo más antiguo de los conservados, pues corresponde a la restauración del
siglo XVII (tras los desperfectos ocasionados por la Guerra de Restauração, de
1640-1668). Los tramos anteriores son mitad subterráneos y la otra mitad fueron
reconstruidos en el siglo XIX.
Este tramo final se prolonga en el
interior de la ciudad, donde se conservan las arquerías -si bien algunas
están solapadas por las construcciones urbanas-, llegando hasta la plaza central, la Praça
do Giraldo, donde una excelente fuente de mármol blanco, con ocho caños
(Fonte Henriquina, por el cardenal D.
Henrique, rey de Portugal, que la mandó construir) sustituyó a la anterior -más
modesta- antes de finalizar el siglo XVI.
Curiosamente, todo este espacio monumental -de arquerías airosas,
levantadas en granito bien tallado, con espaciosos arcos de medio punto alzados
sobre enormes pilares reforzados-, que va desde el Convento de S. Bento de Castris hasta la Praça do Giraldo, además de su belleza artística y complejidad
técnica admirable, constituye un espacio
digno de recorrer, en un paseo de 2’5 kilómetros (0’5 kms. en el interior de la
ciudad) que nos hará rememorar las hazañas del guerrero cuyo nombre lleva
la Praça, y que montado a caballo enarbola
una espada ensangrentada, con dos cabezas cortadas a los lados: Giraldo
Sem Pavor.
Al servicio del primer rey de Portugal -D.
Afonso Henriques-, conquistó la ciudad a los musulmanes en 1165. Legendario guerrero cuyas peripecias se asemejan a las del Cid español,
llegó incluso a invadir ciudades extremeñas como Trujillo, Cáceres, Montánchez,
Santa Cruz de la Sierra, Badajoz y Lobón. Tenía su cuartel general en
Juromenha, y la toma de Évora está envuelta en la leyenda.
Según las crónicas del siglo XVI (de Frei António Brandão y Mestre André de
Rezende), estando Évora en una planicie descubierta, solamente una atalaya de
S. Bento (donde está el Convento de S.
Bento de Castris) era el punto estratégico de avistamiento de enemigos.
Pero Geraldo aprovechó que el moro que
vigilaba había cedido su puesto a su propia hija para retirarse a descansar,
escaló la torre y degolló a la muchacha, haciendo lo mismo a continuación con
su padre. Entonces, pudo hacer desde allí señales falsas a los servidores
musulmanes de la plaza, que salieron en persecución de una partida de soldados
que Geraldo dispuso para distraerlos, en tanto conseguía, en la confusión,
entrar en la ciudad fortificada, apoderándose de ella.
Es una tentación, por ello, ir desde
el Convento de S. Bento
(cisterciense, del siglo XIII) a
la Praça do Giraldo, siguiendo el
Acueducto, que tras el anterior pasa al
lado del Convento da Cartuxa (renacentista
y barroco) y penetra en el Forte
abaluartado de S. António (del siglo XVII).
Así, seguimos la ruta de leyenda de um esforçado capitão (en palabras de
un investigador: Manuel de Carvalho Moniz -1966-) o um bandido que tinha por culto apenas a ladroagem
(en palabras de otro: Oliveira Martins -1879-). Un Cid portugués, en
suma, según otro más (David López-1940-). Disfruten del doble tesoro: la ruta y
la leyenda de Geraldo -o Giraldo- Sem Pavor.