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jueves, 21 de noviembre de 2013

¿QUIÉN SE ACUERDA DE NUESTROS EMIGRANTES?


Moisés Cayetano Rosado
A mediados de los años setenta del siglo pasado se cortó el flujo migratorio extremeño (tras la crisis mundial de 1973), que en los veinte años anteriores se había llevado de nuestra tierra a más de 650.000 personas, camino de las zonas industrializadas de España y los países prósperos de Centroeuropa.
En 1978 (hace treinta y cinco años ahora) se celebraba el I Congreso de Emigrantes Extremeños, al que seguirían dos más, así como la creación de un Consejo de Comunidades Extremeñas en los años siguientes. A partir de ahí, el número de Casas Regionales en el exterior creció de forma exponencial: de apenas media docena a mucho más de la centena. La Junta de Extremadura creó una Consejería de Emigración y Acción Social, y se legisló abundantemente para favorecer la acción extremeña en los lugares de recepción de estos emigrantes, la atención a los mismos en los lugares de acogida, así como facilitar acciones de retorno y reinserción.
Los años pasaron y, como tantas veces, la sombra del olvido fue extendiendo su manto sobre lo que fueron entusiasmos iniciales. Sombra de olvido que en los últimos tiempos -en que la excusa de la crisis económica tanto se evoca para dejar atrás atención y compromisos- se ha hecho espesa como una niebla densa que no nos deja caminar.
Y eso es lo que parece que nos falta: el caminar unidos. El proyectar unidos. El realizar actuaciones que mutuamente nos unan y enriquezcan.
Son muchos los emigrantes y activistas de asociaciones y federaciones legendarias que me han confesado su cansancio, su desánimo por la falta de apoyo institucional con el que mantener el plan de contactos, actividades y promociones que han llevado y muchas siguen llevando a cabo.
Semanas culturales de conocimiento y promoción de nuestra historia, legado artístico, natural, patrimonial, culinario, turístico, etc. Exposiciones de productos culturales, artesanales, industriales de la tierra en los lugares de asentamiento. Visitas, excursiones promocionales, intercambios juveniles y generales. En fin, toda una trama bien tejida con los años de convivencia, conocimiento, escaparate exterior, etc., que se ha ido dejando de apoyar desde aquí, como si fuera una carga onerosa y no un ventajoso lanzamiento de Extremadura en el exterior, gracias precisamente a estos embajadores voluntarios.

¿No es posible rectificar esta desidia? Aunque sea por “egoísmo regional”, ¿no se plantean utilizar de nuevo la infraestructura de las Casas Regionales y el entusiasmo de sus socios para la promoción de nuestros valores y productos? ¿Tanto cuesta el escaso apoyo que necesitan, que las instituciones oficiales -capaces de despilfarrar en lo que no se debe- no son capaces de sostener lo que en esencia es inversión pura? Mantener los lazos y la ayuda es no solamente de justicia sino beneficioso para una región que tiene fuera a más del 40% de los que aquí nacieron.

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