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domingo, 1 de diciembre de 2013

FADOS POR SAN MARTINHO, CON ANTÓNIO GONÇALVES
Moisés Cayetano Rosado

Llevo tantos tiempo escuchando fados en la Adega de mi amigo António Gonçalves (la casa de sus suegros, como él recalca siempre), en Campo Maior, que ya he perdido la cuenta de los años.
António, tan amable, tan acogedor, tan generoso, siempre invitando a sus íntimos y a los amigos que  queramos llevar. Así, un San Martinho tras otro (y en más ocasiones), se llena la estancia de alegría compartida, de vinho joven y bagaço que él mismo elabora, más variadísimas viandas que todos aportamos, algunos con un toque tan tentador que angustia decidirse entre tanto como se pone sobre la mesa.
Y cuando el ambiente se caldea, apagadas las luces, encendidas las velas, surge de pronto el vozarrón sublime de este cantor, desgarrando la noche y erizando nuestros sentidos hasta la máxima emoción.

Con él, ¡cómo pueden surgir tantos amigos que al son de la guitarra y la viola llenan de tanta calidad y calidez la enorme estancia donde nos apretamos admiradores de un lado y otro de la Raia! Portugueses (hombres y mujeres) están especialmente dotados para cantar ese fado profundo que desgrana poemas como si fueran uvas de un racimo sin fin.
Los grandes poetas de la tierra han sido musicados, llevados a la tensión desgarrada del fado por los mejores artistas del país. Y aquí de nuevo renacen con toda la grandeza de amadores, que no son profesionales porque no viven de ello, pero sí viven con ello de forma emocionada.
Hubo un tiempo, tras la Revolução dos Cravos, en que el fado pasó malos momentos, pues en cierta manera se le asoció a la dictadura de Salazar. Las dictaduras siempre comen de todos lados, e incluso desvirtúan la identidad de lo que desde el pueblo nació, con su desafío y su dolor. Pero las aguas vuelven a su cauce, y -como en estos convivios en que António Gonçalves nos involucra gratamente- se devuelve la esencia del cante al dueño de su auténtico destino: el pueblo.

¡Noche de fados! ¡Qué grato presente de nuestro amigo António, en esta rayana fraternidad donde la vida se renueva, aunque algunos -al final todos- vayan/vayamos quedando año tras año en la cuneta del camino: es el fado (destino) final. En tanto, festejemos un nuevo San Martinho, grandioso, cálido, fraternal.

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