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jueves, 23 de enero de 2014

Los gobiernos -que con ayuda de la voracidad de la banca y de los especuladores inmobiliarios nos han metido en esta crisis brutal- dicen: “es necesaria la renovación generacional en materia laboral, crear empleo para una juventud cada vez mejor formada”. Pero, en tanto, toman medidas legislativas para alargar la edad de jubilación de los que tienen empleo, así como la jornada de trabajo, al tiempo que acortan los días de disfrute vacacional y dificultan los permisos remunerados por motivos de salud y atención familiar. Es decir, se procura estrujar a los que tienen empleo en detrimento de la incorporación al mercado de los que no lo tienen.
Por si fueran poco estas medidas de recortes en las posibilidades de trabajo, las propias administraciones públicas cercenan drásticamente su oferta, que en el caso español es de “una por cada diez jubilaciones”. Con ello, la pérdida de eficacia del sistema público, de atención en todos los aspectos de lo que llamábamos “Estado del Bienestar” (educación, sanidad, servicios sociales, infraestructura, cultura, ocio…), da paso al “sálvese quien pueda” en forma de privatizaciones e “invitación” a que cada uno busque privadamente la atención de sus necesidades, pagándola por su cuenta.
Y esta privatización, claro, conduce al modelo laboral por todos conocidos: acuerdos en precario, contratos-basura, intermitentes, reducidos, sin fijeza o garantía, que propician una “renovación generacional” no para dar oportunidades a esa juventud tan bien formada y capaz que se ha ido generando con unos recursos públicos que ahora se destruyen, sino para poder “usar” esta mano de obra nueva sin los gravámenes de la anterior (con sus derechos adquiridos y los pluses de antigüedad, escalafón, etc.).
Y así, llegamos a lo que es el ideal de esos responsables intencionados de la crisis (los especuladores de la banca, los negocios, y sus comparsas políticos): trabajadores con jornadas de trabajo más dilatadas, así como tiempo de servicio en su vida laboral a las empresas, con menos tiempo de permisos remunerados, con mayor inmovilización sindical por el miedo al despido, con una “masa de desempleados” dispuestos a coger el relevo como sea con tal de llevarse alguna colocación de subsistencia “a la boca”, de donde se pretende que no salgan protestas sino aquiescencia para con los nuevos métodos de explotación.
O sea, que el mundo sigue dando vueltas en el mismo sentido, y las crisis provocadas están para lo que están: control, involución y paralización de masas a consecuencia de la inseguridad y el miedo. Y ello por mucho que el “movimiento de traslación” de las luchas sociales en los dos últimos siglos parecía que nos llevaba a una órbita distinta, donde no habría depredadores y colaboradores necesarios de esa depredación.

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