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miércoles, 5 de marzo de 2014

HOY QUIERO TRAER AQUÍ UNA RECREACIÓN DEL TIEMPO EMOCIONAL, DEL TIEMPO SUBJETIVO, QUE A VECES SE IMPONE AL RACIONAL, AL OBJETIVO, Y NOS HACE RETROCEDER INCONSCIENTEMENTE,  NO TENIENDO SOBRE ELLO CONTROL,  COMO SI LOS AÑOS QUE PASAN NO EXISTIERAN...
VEINTICINCO AÑOS NO ES NADA
Moi, el mayor, es de los primeros en salir. Llega al patio, me deja la cartera y juega con varios compañeros. Su hermano suele demorarse unos minutos.
Aguardo, admirando tanta vitalidad multicolor, gritante, saltarina. A mis espaldas, oigo llamar con esa urgencia de los niños, sorpresiva: “¡Javi, Javi!”. Finalmente salió.
Busco con la mirada; estoy sintiéndolo llegar. Confuso apenas un segundo, recalando veinticinco años atrás, cuando ese nombre me anunciara a mi… segundo hijo, no a Marco Antonio,  igualmente el segundo, ¡pero nieto!
Javier a esta hora estará recogiendo ya a sus dos hijas…
Dos décadas y media refundidas. ¡El patio del colegio! ¡La máquina del tiempo!
Moisés Cayetano Rosado

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