UNA DE VINO,
ALCALDE Y POLICÍAS
MOISÉS CAYETANO
ROSADO
Cada año, a finales de julio, asisto al
espectáculo de la “Festa do Albariño”, en Cambados. Y veo por las noches, desde
la carretera que lleva desde esta población hacia el norte, a la altura de Vilanova
de Arousa, los bólidos que transportan a jóvenes alegres y gritantes, que a
veces enderezan rotondas con la ayuda de ese buen vino gallego al que la fiesta
rinde homenaje.
Por eso, cuando este año supe que la policía
local había desaprobado toda instalación de barras exteriores en los bares de
la ciudad, me pareció una medida llena de sensatez: no solo evita el peligro de
las aglomeraciones tumultuosas y “broncosas” en la calle sino que limita los
lugares donde seguir llenando el gaznate de vino, por medio de esos vasos que
tantos se cuelgan al cuello como si fuesen escapularios.
Pero, claro, ahí estaba el alcalde para firmar
el bando esperado por los parroquianos: sí permite, por su santa autoridad, que
se prolonguen los mostradores hasta en medio de la ría si fuese necesario.
Bueno, pues la policía -desautorizada- se
enfada y anuncia una huelga “a la japonesa”: velar por el cumplimiento de los
horarios de cierre para los establecimientos vinateros.
¡Ja, ja, ja! ¡Ahora se jodió el alcalde, que
tiene manga ancha y les deja siempre cerrar cuando les viene en gana!
Bueno, eso es no conocer bien al alcalde:
petición a la Delegación del Gobierno de ampliación de horarios, concesión
inmediata de la misma, y a tomar por el saco: barras a tutiplén y horarios a
tutiplán. O sea, que los informes técnicos y las normativas aprobadas se
desinforman y se desnormativizan sin problemas, quedando a la policía con el
culo al aire.
Bien, y si los morlacos siguen enderezando
rotondas u ocasionando disturbios callejeros, pues nada, tan ancho y pancho el
buen alcalde, que es más “técnico” que ninguno, aunque más irresponsable que
todos los demás juntos.
Todo sea por la promoción del jolgorio. ¡Ah!, y
por esas elecciones municipales que están ya a la vuelta de la esquina.
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