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viernes, 14 de noviembre de 2014

EL MIEDO A “PODEMOS”
 
Moisés Cayetano Rosado
Empezaba la democracia en España a finales de los años ochenta y yo tenía dos niños pequeños que llevaba al pediatra. Buen hombre que siempre recetaba “clamoxil mucolítico” antes de dar los “buenos días”, y que estaba dubitativo entre comprarse una casa de campo o dejarlo para mejor ocasión.
- ¿Y por qué?, le pregunté.
- Porque como ganen las elecciones los socialistas me la expropiarían, para dársela a otro que no tuviera ninguna, contestó completamente convencido.
También otro conocido -corresponsal de periódico en su pueblo- mostró su sorpresa al verme pasear con mi mujer y mis hijos.
- ¡Pero si los socialistas no creéis en la familia!, me espetó.
Sí, por aquellos años, el Partido Socialista y todo lo que se le asimilara (¡no digamos los comunistas!), podían fácilmente comerse a los niños crudos, perseguir curas para quemarles las sotanas y asaltar segundas viviendas para desvalijarlas, llevándose incluso ventanas y ladrillos.
Y Felipe González  bramaba contra el imperialismo, contra la OTAN (luego, “de entrada NO” y después “pues va a ser que SÍ), prometiendo la gloria de la reforma agraria e incluso llevar al cielo laico a todos los parias de la tierra.
Ocurrió que ni expropiaron segundas viviendas en sus largos mandatos, ni destruyeron por la fuerza a las familias, ni repartieron tierras o dieron de mamporrazos a los curas, sino que promovieron el “capitalismo ordenado” y subvencionaron a la Iglesia católica y sus escuelas como fieles devotos, al tiempo que desfilaban con los soldados teledirigidos por los gringos. Si acaso, lo del cielo laico… para algunos, como el propio Felipe, que anda entre Consejos de multinacionales, puros y masajes en yates, y fincas rústicas y urbanas registradas a su nombre.
Ahora, en estos tiempos posmodernos, le toca el turno a otros nuevos jóvenes, igualmente montaraces, utópicos, ilusionados, soñadores. Son los de “Podemos”, que al parecer también vienen a comerse crudos a los niños de derechas, a quitarles los collares a las marquesas y a comprarles camisas de Benetton a los descamisados.
Si viviera mi pediatra y mi conocido corresponsal de periódico, ya estarían metidos debajo de la mesa, contando sus caudales para ponerlos a recaudo seguro. Cualquier excusa es buena para el que quiera salir por la tangente.

¿Vendrá de verdad esta vez el lobo para tragarse a la abuelita y esperar con artimaña a la tierna inocente que engañó en el camino? No olvidéis el final del cuento: siempre están los buenos cazadores dispuestos a poner orden en medio de la locura y los desvíos. De eso sabemos mucho, porque mucho hemos visto a lo largo de la historia.

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