NUEVA VISITA AL CASTILLO DE
ALBURQUERQUE
Moisés Cayetano Rosado
Después de estar cerrado
durante siete años, por unos proyectos
quiméricos que pretendían llevar una Hospedería, alterando la fisionomía, la
integridad y la autenticidad del monumento, hace un año que podemos volver a disfrutar del Castillo de Alburquerque.
Esta espectacular fortificación roquera sería levantada fundamentalmente en el siglo XV,
tras haber sido disputado el lugar por cristianos y musulmanes en la Edad
Media, pasando a la Orden de Santiago,
cuyo Maestre, don Álvaro de Luna lo reformó, amplió y mandó construir la
enorme Torre del Homenaje en 1445, visible a varias decenas de kilómetros a la
redonda.
Su sucesor, don Beltrán de
la Cueva, continuó la adecuación de las instalaciones, que se completan entre 1465 y 1472, dotándola de unas
espléndidas murallas exteriores, con altura media de 10 metros. Hoy día,
recorrer su adarve es todo un espectáculo, que nos regala la visión
extraordinaria de la Sierra de San Pedro al medio y los extensos valles del
norte y sur, de Extremadura y Alentejo.
La entrada al castillo ha
de hacerse con guía, estando establecido en la actualidad un horario de turnos: a las 11,00 h., 12’00 y 13’00 por la mañana, y a
las 16’00 y 17’00 horas por las tardes, menos los lunes. Dichas visitas son gratuitas, caso poco
frecuente en este tipo de monumentos, en que no se nos libra de al menos 5 o 6
euros por persona. Tal vez sería conveniente ponerle algún precio, pues ya se
sabe que “no se valora lo que no se paga” y todos hemos de contribuir a la
conservación de lo que se disfruta, aparte de que la profesionalidad de quienes
nos conducen es más que aceptable.
Además de la
belleza de la Torre del Homenaje, con sus cinco pisos, es una grata
experiencia el propio acceso a través de la Torre de las Cinco Puntas y el puente que las comunica, así como el
recorrido perimetral por la Plaza de
Armas y la Iglesia románica tardía de Santa María del Castillo, que allí se
encuentra.
Desde lo alto de los paseos de ronda, mirando hacia
la población, las vistas al caserío nos permiten
contemplar la belleza del estilo constructivo rural medieval y sus
expansiones posteriores, con las cubiertas de teja roja y el encalado de
fachadas. También se observa desde allí la línea
de defensa en forma de “redientes” levantada por los portugueses durante su
ocupación en la Guerra de Sucesión española, a principios del siglo XVIII:
el único vestigio de “fortificación abaluartada” efectuado en Alburquerque, y
que aquel “sueño” de Hospedería alteró abriendo ventanales que simulan
aspilleras y puertas en muros cuyo sentido histórico es de defensa cerrada.
Inmediatamente que
salimos del castillo, nos encontramos con la Iglesia de Santa María del
Mercado, gótica, de los siglos XIII y XIV, con añadidos barrocos del siglo
XVIII. Monumento muy digno de visitar con detención, donde también efectúan un
recorrido explicado por personal propio. En uno de sus laterales, hacia el
Barrio de Villa Adentro, se conservan varias tumbas antropomorfas en roca viva.
Y ya en este barrio
medieval, también llamado “de la Teta Negra”, disfrutamos de un callejero
quebrado, adaptado a las curvas de nivel del montículo del castillo, con buen número de casas que conservan sus
puertas de entrada ojivales, de granito. Barrio Judío hasta su expulsión a
finales del siglo XV, que protege en buena parte la muralla medieval
recogiéndolo, con dos magníficas puertas
de entrada: la de Valencia, flanqueada por dos torreones cilíndricos de 13
metros de altura, y la Puerta de la
Villa, por donde salimos a la plaza principal de la población.
En esta plaza podemos tomar -de entre las múltiples
ofertas de bares y restaurantes de la zona- alguna copa y tapa en la antigua Ermita de Nuestra Señora de la
Soledad, construcción barroca del siglo XVIII, convertida en discreta,
agradable cafetería.
Alburquerque da, desde luego, para mucho más, pero
en este breve recorrido motivado por la visita al castillo, no estará demás acercarnos a unos abrigos rupestres que hay lindantes
con las piscinas municipales, donde podremos contemplar diversas pinturas esquemáticas
en la roca, que fueron declaradas Monumento Nacional en 1942, y que datan
de la Edad de Bronce. Lugar, por cierto, desde donde las vistas del castillo y
sus altivas torres son fantásticas, y nos confirman lo que ya sabíamos: que el
de Alburquerque es uno de los castillos roqueros más grandiosos y admirables
que podemos contemplar.
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