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miércoles, 18 de febrero de 2015

BADAJOZ, PUNTA DE LANZA EN LOS CONFLICTOS PENINSULARES
(Publicación revista en la Revista de Carnavales del Ayuntamiento de Badajoz, con pequeña introducción alusiva a la fecha festiva)

MOISÉS CAYETANO ROSADO
Si la Alcazaba es la herencia patrimonial de un Medievo en que lo islámico nos marcó, coronando el Cerro de la Muela, primer asentamiento de lo que luego sería Badajoz, el recinto abaluartado iría conformándose sobre la cerca antigua, de la Baja Edad Media y principios de la Moderna, recortada en los tramos expuestos peligrosamente a las baterías artilleras del enemigo a partir de los conflictos del siglo XVII.
No obstante, las primeras defensas artilleras van a levantarse fuera de la Cerca medieval, al otro lado del río, en la orilla derecha, lugar directo de acceso desde las poblaciones portuguesas vecinas: Elvas y Campo Maior. Y así, a poco de comenzar la Guerra de Restauração Portuguesa (1640-1668), se interpondrán los “escudos” del Fuerte de San Cristóbal y el hornabeque de la Cabeza del Puente de Palmas, unidos ambos por camino cubierto del fuego enemigo. Éste último ha desaparecido, devorado por la expansión urbanística, pero las otras dos construcciones monumentales se mantienen íntegramente en todos sus elementos exteriores de murallas, fosos, parapetos y glacis, de extraordinaria factura técnica y belleza artística.
También se reforzaron algunas murallas medievales entonces, con pequeños baluartes y medias lunas, así como un reducto en forma de corona en lo que luego, en el siglo XVIII, sería el Fuerte de Pardaleras, posteriormente desaparecido y hoy convertido ese espacio en Museo de Arte Contemporáneo.
En el siglo XVIII se va conformando todo el caparazón abaluartado de la ciudad, con sus baluartes, fosos, revellines, medias lunas, glacis… y fuertes de la Picuriña y de San Roque. Algo que terminará de perfeccionarse a comienzos del siglo XIX, si bien a lo largo del siglo XX se perderán algunos valiosos componentes, devorados por el crecimiento de la ciudad y la poca valoración de sus elementos patrimoniales históricos, que a mediados de los años treinta y de los años sesenta tuvo los dos momentos de mayor actuación destructiva.
Aun así, hoy podemos recorrer buena parte no solo de la Alcazaba musulmana (bien restaurada en la actualidad) sino de la fortificación abaluartada, a pesar de esa obsesión urbanística por “ocupar huecos”, habiéndose colmatado espacios muy significativos tanto del interior de los baluartes como de los glacis exteriores e incluso fosos, revellines, caminos cubiertos, etc.
Y es que Badajoz -como ya he dicho- ha sido siempre una importante punta de lanza en los conflictos, especialmente los peninsulares de la Edad Moderna, que han conformado su fisonomía urbana, por mucho que algunos hayan intentado borrar esta seña extraordinaria de identidad.
Si enfrente tuvimos eficaces y sucesivos “escudos” portugueses dificultando la penetración, del lado español apenas si se contaba con los refuerzos de Alburquerque en el norte y la desaparecida villa de Telena al sur en la línea directa de invasión Madrid-Lisboa, lo que le otorgaba un papel crucial y preponderante.
Del “otro lado” podemos contabilizar tres eficaces barreras sucesivas: una primera de vanguardia formada por Campo Maior, Elvas y Olivença (entonces portuguesa), de norte a sur; una inmediata retaguardia conformada por Arronches, Ouguela y Juromenha, amparando a las anteriores, y otra segunda retaguardia artillada que integraban Vila Viçosa, Estremoz y Évora, siempre dispuestas eficazmente al auxilio.

Bueno será anotarlo para “perderse” en este legado envidiable, Patrimonio de la Humanidad, aunque por ahora únicamente Elvas ostente el preciado galardón de la UNESCO.

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