UNA PEQUEÑA JOYA EN BARBACENA
Moisés Cayetano Rosado
Barbacena es una pequeña población
perteneciente al concelho de Elvas, que tiene apenas 600 habitantes y se encuentra a 15
kilómetros al noroeste de la anterior, camino de Monforte.
Cuenta
en sus alrededores con numerosos
dólmenes, destacando el llamado Anta
da Coutada -cerca de esa carretera de Monforte- y el Anta do Torrão -entre Barbacena y Santa Eulalia, al norte-. Dentro
de la población, son dignos de admirar su Pelourinho -levantado sobre tres
plataformas de granito y fuste rematado en cono con pequeña esfera, del siglo XVI-; su Fonte das Bicas -de
mármol, con vaso octogonal, donde se centra la ornamentada columna compuesta de
la que salen los chorros de agua-; su Igreja Matriz e Igreja de Nossa Senhora de Nazaré, de alto y airoso porte, así
como las altas chimeneas de su caserío,
tan altas a veces como las propias fachadas de las casas. Sin embargo, lo más destacable quizás sea su castillo
abaluartado, en el que nos vamos a detener.
Barbacena fue conquistada por el rey
Sancho II en la primera mitad del siglo XIII. En 1519, D. Manuel
le daría un nuevo fuero y ordenó la reconstrucción de su primitivo castillo
medieval. En 1536, pasa a D. Jorge Henriques, hombre de confianza del rey D. Juan
III, quien la continúa. Ya en 1575, la fortificación es comprada por Diogo de
Castro en Río, Caballero de la Orden de Cristo y noble de la Casa Real, primero
en utilizar el título de Señor de Barbacena: es entonces cuando este castillo queda completamente
conformado, con airosa planta
cuadrangular y dos torreones cilíndricos hacia el oeste.
En el
siglo XVII, en el comienzo de la Guerra
de la Restauração(1640-1668), la fortaleza fue sometido a trabajos de
modernización para adaptarse a los ataques de la artillería, con diseño del
ingeniero militar francés Nicolau de
Langres. No obstante, sufrirá en este periodo frecuentes ataques y saqueos, que se repetirán durante la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), pues la
fortaleza, enclavada en un llano, con escasa guarnición y limitadas defensas
constructivas, no podrá detener el ataque español proveniente de previas
conquistas en Arronches y Campo Maior.
No
obstante, tanto la construcción interior del siglo XVI como los añadidos
abaluartados del siglo XVII, reforzados en el siglo XVIII, se mantienen actualmente en buen estado. Al ser de propiedad
particular, no podemos disfrutar de la visita interior, donde se conserva la
antigua Casa del Gobernador, pero exteriormente sigue siendo un monumento de
extraordinario valor, que podemos recorrer en sus caras norte y oeste (el sur y
este quedan cercadas en la propiedad particular).
Curiosamente,
la visión aérea del monumento no difiere
del plano que realizó en 1665 Nicolau de Langres. Sigue en pie toda la
planta cuadrangular interior, con sus dos torreones cilíndricos, así como el
revestimiento abaluartado en las alas que podemos recorrer externamente: dos
medios baluartes y su cortina, al norte, y el revellín previo a la entrada en
el oeste, que se alarga y encuentra con los semibaluartes prolongados de esa
cara occidental.
Este
revestimiento externo del castillo resulta llamativo, porque la prolongación de los semibaluartes de la cara oeste podría
haberse “cortado” para conformar baluartes completos, que al menos
teóricamente defienden mejor la entrada de la fortaleza, como me comentaba (y dibujaba) hace unos días el ingeniero argentino
Manuel Vila García, experto en estas construcciones. Eso sí, el propio
revellín que protege al medio toda esta línea prolongada proporciona fuego
cruzado con las puntas de los anteriores, algo que ya estudiaría en su día el
ingeniero Langres.
Es una
lástima que estos monumentos tan señeros de la defensa de nuestra Raya no
puedan ser disfrutados al completo (con la visita exterior a todo su contorno y
la interior a lo allí edificado), al ser de propiedad particular. Y más cuando
observamos -como es el caso aquí- un lamentable
estado de abandono en cuanto a ese interior, siendo un patrimonio
clasificado como “Inmueble de Interés Público”, por Decreto de 1967. Sería lo ideal
que el propio Instituto Portugués de Patrimonio y la Câmara Municipal de Elvas
(de quien depende Barbacena) gestionaran su adquisición para rehabilitarlo y
ponerlo a disposición pública, como ya ha hecho la Câmara de Elvas,
acertadamente, con otros inmuebles de similar valor.
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