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jueves, 7 de mayo de 2015

VIAJE A MALTA. LA MAGIA DE UNAS ISLAS SINGULARES: UN PASEO POR LA “PEQUEÑA-GRAN ISLA” (III)
Fuerte Manuel desde Valetta (entre Valletta y Sliema)
Moisés Cayetano Rosado
La mayoría de los turistas nos alojamos en Sliema, ciudad al norte de Valletta, a la que se accede desde ésta en ferry o en autobús de forma rápida.
Entre ambas queda la población de Gzira y desde allí podemos acercarnos al Fuerte de Manoel -en la Isla del mismo nombre a la que se llega por un puente de 40 metros de longitud-, mandado construir entre 1723 y 1732 por el Gran Maestre Manoel de Vilhena, del que ya hemos hecho más de una referencia. Magnífica maquinaria defensiva que ofrece unas vistas inigualables desde Valletta: ligeramente rectangular, con cuatro baluartes, en las esquinas, pequeño revellín ante la puerta de entrada, mirando hacia Valleta, y revellín notable en el extremo opuesto.
Ya en Sliema, no hay que perderse el paseo por la orilla del mar: un roquedo de arenisca muy trabajada por el hombre, que allí hizo salinas y lo utilizó como cantera para la construcción de viviendas y defensas. En muchas partes se ven abundantes icnofósiles de cruzianas, y con bajamar quedan en las oquedades de la roca restos de sal: puede cogerse un buen puñado en cualquiera de mediano tamaño. De otra parte, su oferta de hoteles y restaurantes da para todos los gustos, así como las pequeñas tiendas (yo les llamaba badulaque, por lo que me recordaban al supermercado ficticio en la serie animada Los Simpson) donde proveerse de cualquier cosa a precios moderados.
En el paseo marítimo de Sliema me llamó la atención su torre vigía de S. Julian’s, de 1658, convertida… ¡en almacén y trastienda de un pequeño restaurante con terraza al mar!, alterada en su identidad, cuando bien podría ser un elemento visitable, pequeño museo de las torres vigías, tan abundantes en este archipiélago.
Así, cuando vamos a la turística Gruta Azul, al sur de Malta, podemos acercarnos a otra similar. En este caso, sin utilización, olvidada por las masas turísticas que procuran las barcazas que nos dan un paseo por ese hermoso roquedo de acantilados y cavernas gigantescas, con un “suelo” de aguas azules y unos rebordes de corales que son la expresión de la “salvaje naturaleza” no condicionada por el hombre más que en su contemplación, al contrario del paisaje densamente humanizado que hemos ido viviendo.
Atalaya Gruta Azul y de Sliema
Al este de esta zona, formando vértice en el ángulo recto entre ella y Valletta, resulta aconsejable acercarse un domingo a la población pesquera de Marsaxlokk. Su mercado interminable está lleno de tiendas multicolores donde podemos comprar de todo lo que se nos antoje: artesanía de madera, de telas bordadas; ropa; frutas y verduras; carnes, pescados, mariscos… que preparan deliciosamente en los pequeños y abundantes restaurantes del paseo marítimo.
La  bahía en que se enclava fue utilizada por todo tipo de invasores como lugar de desembarcos desde la antigüedad hasta el siglo XIX, por lo que se encuentra estratégicamente fortificada en sus puntos esenciales, destacando los fuertes St. Lucian y Delimara, protegiendo la entrada. ¡Lástima que se encuentren abandonados, pese a su recia grandeza y su espectacular situación geoestratégica!
No ocurre así con el patrimonio fortificado de Mdina -la antigua capital de Malta, en el interior de la Isla-, que circunda todo su perímetro, con una extraordinaria combinación bien cuidada de baluartes, profundos fosos y puerta monumental. Maravillosa ciudad medieval, renacentista, barroca. Y otra vez más un gran palacio del Gran Maestre Vilhena (hoy Museo Nacional de Historia Natural); la impresionante Catedral de San Pablo (la más antigua de la Isla, aunque remozada tras el terremoto de 1693, en un barroco delicioso, donde destacan los mosaicos, las lápidas de mármol multicolor. los frescos de la bóveda); sus calles laberínticas, estrechas, de notables casas construidas en arenisca tallada, con miradores de madera, en un juego de ocres y amarillos que sobrecoge en medio del silencio habitual en que se envuelven.
Fuera de este espacio amurallado se ha ido desenvolviendo la expansión extramuros, que ha dado lugar a una urbe de mucho mayor tamaño: Rabat. Menos llamativa, pero también con notables iglesias y conventos, aunque lo más sobresaliente son sus catacumbas: interminables galerías excavadas en la piedra arenisca que forman un complejo funerario de los siglos I al IV, de varios kilómetros de longitud. Destaca la conocida como “de San Pablo” (por su presencia en la Isla), de casi 1 kilómetro, con más de 1.400 tumbas.
Desde Rabat podemos acercarnos a los acantilados de Dingli, hacia el sur, que se elevan en vertical hasta 260 metros sobre el nivel del mar y constituyen -como buena parte del suroeste de la Isla- una estupenda defensa natural.

Queda para otra vez recorrer al norte de Mdina, en línea que cruza del este al oeste de la Isla (dejando poco menos de un tercio por encima y algo más de dos tercios debajo) las llamadas “Victoria Lines”: sistema de defensa de unos 12 kilómetros de longitud que combina recias paredes de muralla en roca caliza, fuertes, fortines, baterías, atrincheramientos, emplazamientos de reflectores y obuses, construidos por los británicos entre 1875 y 1899 como barrera ante el abordaje del norte de Malta. ¡Buen recorrido para caminantes avezados!

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