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martes, 5 de mayo de 2015

VIAJE A MALTA. LA MAGIA DE UNAS ISLAS SINGULARES: LAS TRES CIUDADES, ACORAZADOS MIRADORES (II)
Moisés Cayetano Rosado 
Cuando se han visto las Tres Ciudades desde los Jardines de Valletta que dan al Gran Puerto, el deseo de bajar hasta ellas se hace irresistible. Esa visión de las puntiagudas lenguas de tierra que se internan en el mar, tan azul, tan ajetreado de embarcaciones que entran y salen; esas impresionantes fortificaciones que blindan las entradas, con sus paños de murallas, baluartes, revellines, hornabeques, fuertes…, con un abigarrado y monumental caserío interior, nos deparan magníficas sorpresas.
Ocupado el espacio por los fenicios en el 800-700 a.C., ha visto pasar desde entonces todo tipo de invasores, que necesitaban el refugio de sus ensenadas en las rutas comerciales mediterráneas. Allí fracasarían los turcos en su Gran Sitio de 1565, ante los Caballeros Hospitalarios, que se instalaron en 1530. El ofrecer estas ciudades una resistencia heroica, les valió la nueva denominación de Vittoriosa, Senglea y Cospicua, a las que respectivamente se llamaban Birgu, L-Isla y Bormla.
Esta invasión llevó a reforzar lo que ya eran extraordinarias fortificaciones, que en los siglos XIX y XX serían de gran utilidad a los ingleses, como base de su flota en lugar tan sustancial del Mediterráneo. Pero eso mismo las haría blanco de los ataques del Eje en la II Guerra Mundial, que causó grandes destrucciones, posteriormente reparadas con tesón y acierto.
Si accedemos a ellas por tierra desde Valletta, llegaremos primero a Cospicua, tras atravesar el primer cordón de baluartes en semicírculo, que mirados cenitalmente parecen un inmenso collar de perlas puntiagudas, de 5 kilómetros de longitud.
Otro segundo collar rodea propiamente a la ciudad, reforzado por el inmenso fuerte rectangular de Santa Margerita, dotado en sus extremos de un baluarte y tres semibaluartes, así como tenaza delante de la puerta exterior. Los magníficos cuarteles que cubren todo el perímetro interior son actualmente viviendas residenciales, dotados de animada actividad vecinal.
Dentro de su intrincado caserío es de destacar la Iglesia colegiata de la Inmaculada Concepción,  del siglo XVI, cuyas escalinatas en rampa van a dar a un estrecho y largo puerto deportivo que nos lleva a la entrada de las otras dos ciudades del conjunto: Vittoriosa a la derecha y Senglea a su izquierda.
Vittoriosa resulta ser la más turística de las tres, con una oferta monumental extraordinaria, en que destacan -aparte de un paseo marítimo delicioso, repleto de embarcaciones de recreo- diversas iglesias y palacios, y en especial su Fuerte de Sant’Angelo, considerado “la joya de la corona” del patrimonio militar maltés, sede del Gran Maestre de los Caballeros Hospitalarios en el siglo XVI y símbolo de la resistencia al Gran Sitio Turco de 1565. Fue ampliamente reformado a finales del siglo XVII, siendo en el XIX cuartel general de la armada británica del Mediterráneo. En la II Guerra Mundial  sería la base de operaciones aliadas, siendo alcanzado 70 veces por los bombardeos ítalo-germanos. Actualmente está siendo rehabilitado en su interior, por lo que no pudimos visitarlo. Pero las vistas desde su base hacia el Gran Puerto, Senglea y Valletta resultan sobrecogedoras.
Senglea, enfrente de Vittoriosa, tiene una traza urbana en cuadrícula, como ocurre con Valletta y Floriana, al contrario que las tortuosas, medievales, de Vittoriosa y Cospicua (aunque esta última tiene cierta parte en trazado regular).
Como en las otras dos ciudades, resulta muy grato el paseo marítimo y las vistas exteriores. El amurallamiento es igualmente extraordinario, y resulta llamativa en especial su torre vigía -tipo gigantesca garita- situada en la punta septentrional, en cuyas paredes están esculpidos unos gigantescos ojos y orejas, como símbolos de su función de vigilancia. Desde allí, contemplar  el Gran Puerto (en donde atracan todo tipo de embarcaciones, incluidos los inmensos cruceros turísticos) y Valletta resulta una experiencia impagable, por su belleza y monumentalidad.

Pasar todo un día recorriéndolas sucesivamente a pie, relajadamente, constituye uno de los mayores alicientes de la isla para cualquier amante del ingenio humano desplegado en el urbanismo, las defensas abaluartadas y la contemplación monumental sosegada… porque, al contrario que la mayor parte de los puntos recomendables del archipiélago, no parece haber llegado allí la masificación de visitantes.

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