EL ALENTEJO DE
LA REFORMA AGRARIA Y EL DE AHORA
Moisés Cayetano
Rosado
Estoy visitando la inmensa planicie alentejana. Este desierto poblacional donde la emigración
sigue siendo seña de identidad y de condena. Inmenso territorio que hace cuarenta años por ahora, en aquel verão quente do 75, despertó a la
esperanza iniciando una Reforma Agraria que habría de acabar con el secular
hambre de pan y tierras de las masas campesinas.
Todo páramo, todo desierto -salvo honrosas
excepciones-, pese al gigantesco embalse de Alqueva, que se nos ofreció como
remedio para tantos males jamás atendidos. Menos en aquellos tiempos de ocupación de tierras que inició el proyecto de
comida, salud, cultura y trabajo para todos.
Un
millón ciento treinta mil hectáreas de terreno fueron ocupadas en 1975 y
repartidas en 550 Unidades Colectivas de Producción, donde encontraron trabajo
setenta y dos mil personas. El proyecto era duplicar el
número de tierras colectivizadas y multiplicar aún más el empleo campesino.
Empleo que se iba diversificando no solo en las tareas agro-ganaderas sino
también en sus derivados: industrialización y comercialización. Aparte de ello,
obtención de puestos laborales indirectos creados con la reinversión de
beneficios: escuelas, centros sanitarios, residencias de ancianos, complejos
deportivos y de ocio, dinamización cultural y turística…
El
hachazo que supuso la Ley socialista de 1977, de revisión de las ocupaciones y
de la propia Reforma, con adecuación a las exigencias
del Mercado Común Europeo, supuso una
ofensiva que desangraría el proyecto año tras año. Ya en 1979 habían
desaparecido 51 Unidades Colectivas de Producción (UCP´s) y 27.000 puestos de
trabajo, con una disminución de 250.000 hectáreas colectivizadas.
La devolución
a sus antiguos propietarios terratenientes (por la fuerza y con
derramamiento de sangre en muchos casos, y hasta declaradas ilegales por los
Tribunales de Justicia en diversas ocasiones), en gran parte absentistas, cuya
propiedad para ellos era un recurso de recreo, cinegético, de secundario valor
dentro de sus “valores” y posesiones, fue
una de las causas principales del desmoronamiento. A ello se une el corte
del crédito agrícola, las trabas al funcionamiento colectivista, a la
comercialización, etc.
Unidad Colectiva e Producción en Campo Maior, abandonada |
En 1985, diez años después de aquella explosión
ilusionada tan rápidamente detenida, ya solo quedaban 320 Unidades, con 410.000
hectáreas en su poder y 18.850 trabajadores en ellas.
A
finales de 1989, cuando se celebra la 12ª
Conferência da Reforma Agrária en Évora, última de la serie,
en que se iba dando cuenta de la producción, industrialización,
comercialización, inversiones, ocupaciones, etc., así como el proceso de ofensiva
oficial contra ella, apenas existían 225
UCP’s en 236.000 hectáreas, con 12.500 trabajadores.
Ahora,
a cuarenta años del proceso, no hay tales UCP’s, sino
alguna cooperativa “moderna”, recuerdo en sueños de lo que aquello fue, con
unos pocos trabajadores que sobreviven en medio de dificultades inmensas. Lo demás todo es eso: páramo, erial, con
algunas excepciones de emprendedores particulares que merecen todo el
respeto y admiración, pues los gobiernos sucesivos apenas le prestaron ayuda y
atención.
No
es de extrañar que el Alentejo de 1975, con 600.000 habitantes
(a pesar de la enorme sangría migratoria de los años sesenta, que se llevó a
400.000 hacia Centroeuropa y otros destinos ultramarinos), haya bajado en la actualidad a menos de 500.000, siendo además una población alarmantemente envejecida,
pues (aparte de que la tasa bruta de natalidad bajó entre 1975 y 2014 de 18 a
7’5 por mil habitantes) la juventud ha de seguir procurándose el porvenir fuera
de allí. ¡Hasta el propio Gobierno así lo recomienda!: buscar fuera lo que la
tierra le niega, lo que la tierra pareció prometer en 1975 y ahora, cuarenta años después, vemos como un
sueño que ni en una parte mínima pudo hacerse realidad.