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sábado, 31 de octubre de 2015

Del castelo de Almourol a Peniche, pasando por Tomar, Batalha, Alcobaça, Nazaré y Óbidos
DE NAZARÉ A PENICHE PASANDO POR ÓBIDOS (y III)
Moisés Cayetano Rosado
Al lado mismo de Alcobaça, ligeramente al noroeste, tenemos al pueblecito pesquero de Nazaré. Pocos lugares tan sencillamente encantadores, con su larga playa de arena fina, en uno de cuyos tramos secan al sol diferentes pescados en tenderetes rudimentarios, y allí mismo los venden.
Desde el paseo marítimo salen  en perpendicular calles estrechas, bien trazadas, por donde merece perderse. Buscar los pequeños restaurantes de la población, donde tomar berberechos, almejas y caldeirada de pescado resulta extraordinariamente placentero; luego, comer unas castañas asadas y unos altramuces, terminando en un puesto de helados en sus plazoletas, lo que resulta irresistiblemente tentador.
Desde la playa, hacia el norte, vemos el barrio de El Sitio, que parece un barco gigantesco de caliza elevado en vertical, con la quilla expuesta en láminas gruesas de piedra compactada. El Sitio es un lugar privilegiado para asomarse al borde del abismo y ver la playa por donde acabamos de estar, así como deslumbrarnos al sol que se pone y llena de brillos el horizonte.
Viajando al sur, ligeramente apartado del mar, encontramos enseguida a Óbidos, una de las villas medievales más atractivas de Portugal.
Su castillo, de los siglos XII y XIII, culmina el morro de su orografía ascendente, a donde nos conducen calles casi trazadas a cordel desde la entrada, con la suave curvatura a que obliga la topografía.
Callejear por Óbidos, descubrir y entrar en sus múltiples iglesias medievales y de comienzos de la Edad Moderna, entre el bullicio casi sempiterno de turistas, se hace placentero, y más si se toma en algunos de sus múltiples bares una ginja en taza de chocolate (también comestible). No hay que perderse tampoco sus librerías y puestos artesanales, así como un recorrido por la muralla perimetral desde donde las vistas a los alrededores son extraordinarias.
Y extraordinarias también son las de Peniche, enseguida al oeste, hacia el Atlántico, y sobre todo las de su Farol, enclavado en un paisaje rocoso de piedra arenisca fosilizada, que se recorta altiva en el mar, creando figuras caprichosas y abismos que sobrecogen.
Ya en la población -a la que accedemos por una lengua de arena que nos deja amplísimas playas a uno y otro lado-, hay que destacar su Fortaleza. De planta en estrella irregular, desafiando al mar que le sirve de parapeto en el oeste, fue construida en el siglo XVI, como defensa contra los ataques piratas ingleses, franceses y berberiscos. Se proseguiría su ampliación durante de Guerra de Restauração, bajo dirección del francés Nicolau de Langres y después de João Tomaz Correia, tan importantes en todo Portugal durante la Edad Moderna. Los invasores franceses lograron ocuparlo en 1807, perfeccionando sus defensas, adquiriendo el soberbio porte que hoy en día tiene.
Quizá este Forte sea más especialmente conocido por haber sido prisión salazarista (1930-1974) de máxima seguridad, lo que no impidió que se efectuaran espectaculares fugas, como la del dirigente comunista António Dias Lourenço en 1954, o la de otros dirigentes del PCP, encabezados por su Secretario General, Alvaro Cunhal, en 1960. Hoy es un magnífico Museo de la Memoria de aquellos terribles tiempos del salazarismo y un lugar gratísimo para pasear, tanto en el interior como por sus alrededores.

Peniche, además es una población encantadora, cuna de magníficos bordados en encaje de bolillos, y lugar idóneo para saborear pescados y mariscos (cataplanas y caldeiradas sin rival…). Desde su puerto, podemos tomar un barquito que nos acerque a las  islas Berlengas -a 10 kilómetros solamente-, paraíso de las gaviotas, que anidan a millares en el mismo suelo que pisamos al pasear por ellas. Lo abrupto de las rocas forma cavidades caprichosas, que podemos recorrer en pequeñas barquitas, oyendo a los simpáticos barqueros locales, avezados pescadores que aprovechan las esperas con sus cañas, siempre exitosas en la tarea de llenar la barbacoa.

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