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viernes, 1 de abril de 2016

VISITA AL NORTE DE MARRUECOS (y III). DE RABAT A ARZILA, Y VUELTA.
Alcazaba de Rabat
De Meknes tomamos la autopista hacia Rabat, al oeste, atravesando un paisaje llano de extraordinaria fertilidad agrícola, con extensos cultivos de invernaderos.
Tumbas reales. Rabat.
Rabat se localiza en un lugar privilegiado, al lado del Atlántico, y ya desde el siglo XII tuvo proyectos de engrandecimiento, aunque con marcado afán megalómano. En 1195, Yaqub al-Mansur ideó la construcción de una gran ciudad que se extendía sobre más de cuatrocientas hectáreas, rodeada de imponentes murallas y fortificaciones con cinco grandes puertas. En ella debía erigirse una gran mezquita con trescientas sesenta y cinco columnas (una por cada día del año), para superar a la Giralda de Sevilla y a la Koutoubia de Marrakech, pero las obras fueron detenidas tras su muerte en 1199.
Guardia en el Mausoleo de las tumbas reales. Rabat
Ahora, cuando visitamos ese “inicio de obras” -de las que quedan los imponentes “muñones” de las columnas y algo más de cuarenta metros del alminar-, admiramos lo que sí es un monumento terminado en el lado opuesto de dicho alminar: el Mausoleo de Mohamed V, donde reposa este difunto rey y sus dos hijos, el también rey Hasán II y su hermano menor Mulay Abdellah. Impresionante, lujosísima edificación, custodiada por la Guardia Real, con sus vistosos trajes rojos y capas blancas, que montan guardia a pie en el interior y puertas de entrada, así como en el exterior del conjunto, aunque aquí a caballo. “Riadas” de escolares y familias enteras entran y salen del Mausoleo, posan con los guardias y compiten con los turistas en las sesiones fotográficas por todo el gran conjunto.
Calle de la alcazaba de Rabat
En 1610 la ciudad logró un gran impulso, tras la llegada de numerosos refugiados moriscos expulsados de España. En la fortaleza de los Udaia (apartada del centro de la ciudad -que se levantaría con posterioridad-, vigilando estratégicamente la costa, y reforzado su amurallamiento medieval con salientes abaluartados), se instaló la mayor parte de los tres mil habitantes del pueblo extremeño de Hornachos, que se mantuvieron unidos tras la expulsión y acabaron obteniendo del sultán Mulay Zaydan el encargo de reconstruir y custodiar la vieja alcazaba.
Hoy, esta fortaleza -impecablemente restaurada- y su barrio anexo constituyen uno de los atractivos turísticos principales de Rabat (junto al Mausoleo y a la medina). El caserío recuerda al de Chauen, con sus calles estrechas y quebradas, el azul de sus fachadas (aunque sin cubrirlas por completo), alternadas con la cal blanquísima de su mitad superior; también da un “aire” a los pueblecitos andaluces, a los del sur extremeño y a los alentejanos.
Con el establecimiento del Protectorado de Marruecos, la ciudad quedó bajo el control administrativo francés. En 1912 el mariscal Lyautey eligió Rabat como capital administrativa y en 1956, tras la independencia de Marruecos, se convirtió en la capital del país.
Una vez que bajamos a la ciudad, y entramos por una de las puertas monumentales de la cerca medieval, nos encontramos con una población moderna, trazada con amplias avenidas rectilíneas, que van a dar a la medina.
Museo de Mohamed V. Rabat.
En el extremo opuesto a esta medina se encuentra Dâr-al-Mahkzen, el palacio real y la sede del gobierno donde trabajan y residen más de dos mil personas. Muy cerca, tenemos el sorprendente Museo de Arte Contemporáneo de Mohamed V, que ya en su inmenso exterior cúbico presenta una belleza extraordinaria, con paneles multicolores que en sí son una exposición magnífica de “arte en la calle”.
Medina de Rabat
Bajando al centro histórico, a la medina, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2012, nuevo recinto fortificado encierra un conjunto de extraordinario atractivo. Un zoco que se recorre sin la dificultad del de Fez, y donde además de poder comprar lo más insospechado, podemos saborear la comida callejera marroquí en múltiples tenderetes: pinchitos morunos; kebab de filetes o higadillos de pollo, o de filetes o cabeza de ternera; cuscús (sémola de trigo, garbanzos y verduras); harira (sopa elaborada a base de carne, tomates y legumbres); dulces de almendra, dátiles y miel…, al tiempo que oímos la llamada a la oración de sus mezquitas.
Fortalexza de Arzila
De Rabat subimos a  Arzila. Larga caminata de autopista que nos deja a unos 46 km al sur de Tánger. Arcila, en 1471, fue tomada por los portugueses, que la fortificaron convirtiéndose en un centro comercial en la ruta del oro sahariano. Abandonada en 1550, fue reocupada de nuevo por los portugueses en 1577, con vistas a la expedición del rey Sebastián I, quien desembarca con su ejército para la conquista de Marruecos, siendo derrotado en Alcazarquivir (1578).
 Pasó a manos del rey Felipe II de España tras la unión con Portugal (1580), regresando la ciudad a manos de los saadíes en 1589. Ocupada de nuevo por los españoles, fue reconquistada por Mulay Ismaíl en 1691.
Calle de Arzila
La medina está formada por casas blancas muy limpias y silenciosas. Y de nuevo el “aire andalusí” se manifiesta en su encalada rematado generalmente en los zócalos por el azul que ya veíamos en Chauen y en Rabat, así como por artística rejería en las ventanas. Una vez más, calles estrechas, plazoletitas mínimas, callejuelas, terrazas, macetas y ¡muchísima tranquilidad!
Son famosos sus restaurantes de marisco y pescado, muy variados, frescos, de calidad, que sirven en suculentas bandejas de frituras. Algunos son propiedad de españoles, que además regentan hotelitos, casas de alquiler, en una oferta amplia y tentadora. Allí se puede tomar sin problemas cerveza con alcohol (un poco cara, eso sí), cosa que en todo el recorrido anterior no hemos podido hacer.

El regreso a la Península, vía Tánger, nos deja siempre el buen sabor de boca y el recuerdo agradable de un patrimonio artístico, monumental, gastronómico y humano que invita a nueva visita sin demora.

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