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jueves, 29 de noviembre de 2018


ARACELI PÉREZ NAVAS, CON VIRGILIO EN EL RECUERDO

Moisés Cayetano Rosado

Cuando hice en Servicio Militar en Las Palmas de Gran Canarias, tuve como compañero y amigo entrañable a un alicantino especialmente inteligente, juicioso, sincero y generoso: Virgilio Pérez Navas, del que aprendí mucho, siendo un paciente lector de mis escritos, que analizaba con paciencia y rigor.
Luego pasaría el tiempo y la añoranza de los muchos momentos que paseamos -“uniformados” o de paisano- por las calles de la ciudad y los caminos de la isla, cubriendo el polvo del olvido parcialmente aquel casi año y medio de comienzo de los setenta. Y sería cuarenta años después cuando nos fuésemos a reencontrar “virtualmente” en las entradas cruzadas de facebook, con promesa de visita personal… que no llegó a efectuarse: Virgilio murió de manera inesperada, rápida, dejándonos a todos desolados.
A nuestra izquierda, Virgilio. Al medio, otro compañero de "mili".
Yo -Moisés- a la derecha.
Inmediatamente aparecería en el escenario de la vida una persona estrechamente ligada a él, con la que desde entonces he ido manteniendo contactos igualmente “virtuales”, hasta llegar a vernos personalmente hace unos meses en Mérida, a donde llegó con un grupo de artistas (como ella) pertenecientes a la Asociación Cultural “Espejo de Alicante”: un ramillete de poetas con quienes compartí recital en la capital extremeña, disfruté de su afecto y de las sentidas palabras de Araceli, tan emocionada por el encuentro.
María Consuelo Giner Tormo, la Presidenta de la Asociación, me dejaría una hermosa publicación: Hablan los poetas. Confluencia de las artes. Las Actas del XIV Encuentro Provincial de Poesía y Prosa poética, magníficamente ilustrada a todo color con creaciones pictóricas de otros creadores de la asociación, acompañando poemas y prosas entrañables en sus 280 páginas, donde van dos poemas de Araceli.
Y dos también -libros en este caso- serían las entregas que me regaló Araceli Pérez Navas con sus creaciones poéticas, igualmente en prosa y verso, donde vierte su alma con acierto, sensibilidad, dulzura y sentimiento.
Los poemas de Araceli están llenos de nostalgia, de recuerdos, de añoranzas. De profundo sentimiento hacia sus seres queridos, hacia sus amigos, hacia su tierra de nacimiento y adopción. De arraigado sentimiento religioso. De bondad.
Recuerdo ¡mi casa! Siempre ocupada por familiares, que venían desde Madrid o el pueblo, a pasar unos días junto al mar, escribe en una hermosa prosa dedicada “A mi madre”.
Más adelante está ese obligado homenaje a su hermano Virgilio: Parte de la vida se nos va contigo/ Incompletos nos deja tu marcha repentina,/ Huérfanos de nuevo nos sentimos,/ En el vagar de nuestro entendimiento sin salida.
Y no falta esa dulzura del despertar en el amor: He soñado que era joven/ Que te conocí esa tarde/ Me invitabas a bailar/ Y empezó para nosotros/ Todo un mundo compartido.
Ese sereno sentimiento cobra una fuerza extraordinaria en su poema “El olmo de mi huerto”, donde el eco de Antonio Machado y de Juan Ramón Jiménez se deja sentir, como en tantas de sus creaciones: El olmo de mi huerto/ ahora solo, en silencio./ La casa abandonada,/ hasta el zaguán sin techo./ Qué tristeza miraros,/ cuando al cabo regreso, después de tantos años,/ y con tantos silencios. Terminando con esta expresión sublime y desgarradora: Yo, soy como el zaguán,/ que ya no tiene techo./ ¡Ay!, si estuvieras cerca,/ ¡”Gran Olmo” de mi huerto!
Pero Araceli no se hunde en la tristeza y sabe sacar fuerzas de sí mismo para ofrecer una esperanza, un impulso de alegría: Y, ¿cómo no sobrevivir?/ si el sol sale cada día, aunque la lucha de la vida y por la vida le vuelva a hacer caer: Vago ida, en solitario/ esperando tu regreso.
Araceli Pérez Navas es todo sensibilidad, como lo era su hermano Virgilio, al que perdimos, aunque conservamos su legado en la presencia de esta mujer que tan presente lo tiene, como a todos sus seres y lugares queridos, en sus sentidos versos.

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