POEMAS DE MANUEL PACHECO FORJADOS POR JUAN GAMINO
Cuando empezaba a frecuentar la casa de Manuel Pacheco, a finales de los años sesenta del pasado siglo, me parecía que entraba en un templo del arte, en medio de la sencillez de una salita estrecha, fortificadas sus paredes por libros y revistas, y defendidas desde la mesa-camilla por una antigua máquina de escribir.
Pacheco y su inseparable mujer, Manola, eran como una
torrentera de palabras, en donde el verso, la música y el cine fluían como lava
volcánica, imponiéndose al entorno humilde, que así quedaba enriquecido por el
milagro comunicativo, impetuoso y jovial.
La voz de Pacheco fue siempre cavernosa, como la hubiera
querido Platón para su mito. Y sus poemas, fuertemente alambicados con
herramientas misteriosas de metáforas, símbolos, imágenes inéditas, donde el
azul y los arcángeles sobrevolaban en las tardes que nos pasaban sin ser
conscientes del tiempo transcurrido.
Luego musicarían sus versos cantantes, cantautores que
supieron bucear en la profundidad de sus mensajes, destacando el disco-homenaje
“Cantares de ojos abiertos”, de José Antonio Espinosa. También se llevaron a
los lienzos de pintores tan destacados e íntimos para el poeta como Vaquero
Poblador, o más recientemente a collages de su “discípulo” querido, Pedro de
las Heras.
A ello se han unido otros artistas inspirados en su
creatividad, y rendidos a su magia alternante entre el realismo crudo, el
surrealismo expresionista, la musicalidad simbolista, el misticismo “laico”. Y
el reflejo de un mundo tan diverso y rico, se nos presentan en las obras
forjadas por la compleja fragua/taller de Juan Gamino, un escultor sorprendente
que hace del metal más duro materia moldeable como si fuera plastilina, desde volúmenes
abstractos de gruesas líneas sinuosas hasta figuras estilizadas, depuradas al
mínimo de materia a base de soldaduras, y que devuelve a la vida y al milagro
del arte raíces olvidadas y materia vegetal inerte.
Juan Gamino lee, relee, vuelve una y otra vez sobre los
innumerables poemas de Manuel Pacheco, buscando inspiración, transformando la palabra
escrita en dura materia forjada, moldeada, soldada, con amor y dolor. Con
misteriosa identificación, plasmación material de la espiritualidad del verso,
al que homenajea y redondea. ¡Feliz “encuentro” de poeta y escultor en el mundo
del Arte con mayúsculas, que en esta entrega viene abrillantada por las fotos
magistrales de Pepe Calero y José Bayón!
Moisés Cayetano Rosado
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