MEDALLAS DE EXTREMADURA
Un año más, el Consejo de Gobierno de la Junta Autonómica ha concedido las “Medallas de Extremadura”, que se entregan en la celebración del Día de la Región, del 8 de septiembre.
Teníamos
la esperanza de que dos candidaturas bien justificadas salieran adelante. Una,
la del matrimonio Ricardo Cabezas
Carrasco y Manoli Martín Sánchez,
cuya labor solidaria en el barrio pacense del Gurugú y en el Centro
Penitenciario de Badajoz es desde hace varias décadas un ejemplo de entrega
solidaria, totalmente altruista y de una eficacia que causa admiración a
cualquiera que se acerque a sus actuaciones. Jamás les roza el mínimo signo de
desaliento, pese a lo difícil de su labor sostenida en el tiempo; sus clases,
talleres, actuaciones folklóricas, visitas, gestiones para la comunidad y
particulares necesitados, campamentos de verano para niños, comedores sociales,
luchas vecinales, no conocen la fatiga. La Fundación Caja Badajoz había
encabezado la solicitud, a la que muchos nos adherimos con entusiasmo. Por mi
parte, hace más de cuarenta años que conozco su entrega, su ejemplaridad,
y me resulta difícil encontrar otra
similar.
La
otra, la del poeta emeritense Rufino
Félix Morillón, que críticos de la talla del catedrático de las
Universidades de Extremadura y luego de Salamanca, Ricardo Senabre, siempre
consideró un poeta excepcional, cuyo valor artístico rebasa con creces nuestras
fronteras. Un grupo de poetas, escritores, artistas, críticos literarios,
municipios e instituciones avalábamos la propuesta del que considero uno de los
mayores poetas que ha dado Extremadura en el siglo XX y lo que va del XXI. Activo
aún, con más de noventa años, sus obras completas publicadas por el
Ayuntamiento de Mérida en dos tomos de más de más de seiscientas páginas cada
uno y la reciente antología de casi trescientas cincuenta páginas editada por
la Fundación Caja Badajoz (y en la que he tenido el honor de participar) nos
dan la muestra de un poeta sublime, de gran amor por su tierra, constante en su
labor, mágico en el lenguaje, insuperable.
No ha
podido ser y no es ahora ocasión de lamentarse, ni hacer comparaciones con los
que sí han obtenido el galardón, pues las comparaciones suelen ser odiosas. Eso
sí, no cabe quedarse en la frustración, y sí en redoblar fuerzas para volver
otro año más, el próximo, con lo que son unas candidaturas oportunas y justas.
E
incluso no estará demás llamar la
atención del Presidente de la Junta (el cual ha presentado alguna de las
candidaturas triunfantes a título particular) sobre estos dos casos y otros dos
más, igualmente dignos de obtener
esa Medalla, y que contribuirán a dignificarla aún más.
Es el
caso del municipio de Olivenza. Y no
desde luego porque sea el que “abre”
cada año la temporada taurina en España, atrayendo a los mejores toreros y a
miles de entusiastas, con lo que el nombre de la ciudad y de Extremadura
adquieren protagonismo no solamente nacional sino internacional. Más bien,
claro, por todos los valores que encierra, y que hacen una lista interminable,
de la que destaco: ciudad de hermandad ibérica, donde los desencuentros del
pasado van dando lugar a una creciente convivencia luso-española; municipio
ejemplar en la conservación de la cultura heredada, expresada en el
mantenimiento de la lengua portuguesa junto a la castellana; enclave
excepcional del patrimonio histórico-monumental, que tiene en su muralla del
tiempo de D. Dinis y su castillo y torre del homenaje uno de los ejemplos más
señeros de las construcciones militares medievales, así como un patrimonio de
fortificación abaluartada que es (dentro de las dificultades) de lo mejor conservado
de Extremadura, y también un legado eclesiástico medieval, renacentista y
barroco de valor excepcional, sin olvidar el urbanismo ejemplar de su Casco
Histórico. ¡Una auténtica joya, en fin, de cultura, acercamiento de los
pueblos, patrimonio monumental y urbano!
Y es el
caso de la mencionada Fundación Caja
Badajoz, cuya labor en pro de la cultura, el arte, el ocio, la solidaridad
y la participación ciudadana cada vez es más completa, incesante, ejemplar y
multiforme. La Fundación se ha convertido en la institución puntera en la edición
de libros de creación, ensayo, investigación, arte y cultura de la región. Su
dinamización cultural abarca todos los campos, desde las exposiciones
artísticas de todo tipo, actuaciones musicales punteras, ciclos de debates,
conferencias, charlas, recitales… La Residencia Universitaria de Badajoz
(RUCAB) es un hervidero continuo de todo tipo de actividades, además de las
universitarias, y sobre todo en verano, cuando tantos “cierran por vacaciones”:
cine, galas artísticas, cursos de los más variados contenidos en sus piscinas y
zonas verdes, para niños, jóvenes, mayores…, así como asistencia a personas
dependientes. Actividades que en buena parte se extienden a otras localidades
de la región, por no hablar de su afán de estar presente y contribuir a la rehabilitación
y revitalización del Casco Histórico de Badajoz, entre otros, además de
convenios variados con múltiples entidades. Cierto que es heredera de la Obra
Social de Caja Badajoz, que ya fue en su día Medalla de Extremadura, pero una
“extensión” de dicha Medalla a la nueva y/o renovada entidad podría tener
cabida, dados sus ampliados objetivos, nuevo cariz de multiplicados contenidos y
diferentes estrategias renovadoras de la acción socio-cultural.
Soy
testigo de la calidad de estas dos candidaturas que planteo. La de Olivenza,
principalmente, por mi participación como director y ponente en sus tres
Jornadas de Fortificaciones, celebradas en los últimos años, que han acogido a
participantes de ambos países, con especialistas de primera línea. La de la
Fundación CB porque en sus distintas instalaciones he podido participar en
diversos actos culturales, así como publicar varios libros y coordinar otros. Espero que otros más autorizados den fe de
lo que aquí planteo y lo enriquezcan con su aporte, para reflexión de las
autoridades regionales.
MOISÉS CAYETANO ROSADO