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martes, 14 de febrero de 2023

 42 Foro de Asociaciones y Gestores Culturales en Badajoz: patrimonio transfronterizo

https://www.hispanianostra.org/evento/42o-foro-de-asociaciones-y-gestores-culturales-en-badajoz-patrimonio-transfronterizo/2023-03-23/

Para los que venimos trabajando en pro de conseguir la declaración de Patrimonio Mundial de las Fortificaciones Abaluartadas y Artilladas de la Raia/Raya luso-española, este foro es de máxima importancia. El que en la Primera Mesa Redonda contemos con Guillermo Duclós, doctor arquitecto, uno de los más acreditados investigadores y restauradores del patrimonio artillado y abaluartado; con José Javier Fernández, doctor arqueólogo de Siega Verde (Patrimonio de la Humanidad junto a Valle do Côa, por su arte paleolítico al aire libre), y con Virgilio Lopes, doctor arqueólogo, miembro de la dirección del Campo Arqueológico de Mértola, uno de los mayores expertos en arqueología medieval de la Península Ibérica, es crucial. Me cabe el honor de coordinar esta Mesa.

A ello siguen, como se pueden ver en el programa del enlace, otras Mesas no menos importantes, y diversas visitas para disfrutar de nuestro patrimonio medieval y abaluartado (Campo Maior/Badajoz/Elvas-Patrimonio Mundial), así como el yacimiento arqueológico romano de La Cocosa y la Ciudad-Patrimonio Mundial de Mérida.

Viernes 24 marzo 2023| El Hospital-CentroVivo: patio 1

10.15

11.30

Mesa redonda I. Patrimonio compartido

Poner en valor las acciones sobre el patrimonio a ambos lados de la Raya/Raia.

Modera:

 D. Moisés Cayetano Rosado, Doctor en Geografía e Historia y director de la Revista Transfronteriza O Pelourinho.

Intervienen:

    • D. Guillermo Duclós, doctor arquitecto experto en las fortificaciones del bajo Guadiana.
    • D. José Javier Fernández Moreno, Dr. arqueólogo en la Junta Castilla y León y coordinador de la candidatura para la UNESCO del Valle do Côa-Siega Verde.
    • D. Virgilio Lopes, Dr. arqueólogo, investigador y miembro de la Dirección del Campo Arqueológico de Mértola.

lunes, 13 de febrero de 2023

 UNA RIADA DE LIBROS


MOISÉS CAYETANO ROSADO

Cuando una riada imprevisible se lleva por delante las propiedades, los enseres de un numeroso grupo de familias, la solidaridad ciudadana y la acción institucional son el consuelo y en buena parte el remedio para la desgracia. Solo la muerte de los seres humanos, como ocurrió en Badajoz hace veinticinco años, resulta irreparable y trágico en extremo; afortunadamente no éste el caso ocurrido el trece de diciembre en La Roca de la Sierra, un pueblo que ya conoció otras inundaciones por el desbordamiento de su rivera de Troya, pero que esta vez fue castigado en lo material como nunca lo había sido antes.

Entre las pérdidas sustanciales, su Biblioteca Municipal se quedó sin sus fondos bibliográficos, sufriendo bastantes daños sus instalaciones. Poco a poco, esta parte material va quedando de nuevo en uso, pero los libros desaparecieron por completo, destruidos por el agua torrencial.

Y lo que fue desolación, tristeza, por la pérdida de un patrimonio construido poco a poco, con amor a la cultura, quedó como una herida desgarradora, como siempre ocurre cuando se pierde el tesoro inmortal que encierran los libros, en toda la gama del saber, de la creación y la evasión.

Sin embargo, la lección que entre todos nos estamos dando en Extremadura y más allá de nuestros límites territoriales es que los libros constituyen un legado compartible que ninguna riada puede destruir, porque siempre se puede reponer. Y, efectivamente, a la riada desoladora del agua impulsiva, incontrolada, le ha seguido la riada consciente, controlada, reflexiva y enriquecedora de miles de libros que vienen de múltiples lugares a ocupar el espacio vaciado.

Particulares, instituciones, librerías, otras bibliotecas… han acudido a la llamada que entre todos nos hemos ido haciendo espontáneamente: ni un pueblo sin libros, ni una biblioteca pública sin dotación por mucho que la fuerza de la naturaleza -y también la falta de previsión en la gestión de la misma, de los cauces de arroyos y ríos, y del trazado de aliviaderos, puentes, etc.- nos jueguen una terrible pesadilla.

Hoy en día, cuando parece que perdemos el acercamiento a la letra impresa, a los libros editados, conseguir que en tiempo record se reconforme una biblioteca es una lección para todos, porque nos habla de nuestro íntimo amor por la lectura, de la necesidad colectiva por tener este patrimonio escrito a nuestro alcance. Del templo cultural que significa y dignifica.

Espero que la “reinauguración” de esta Biblioteca Municipal, cuando se dote suficientemente de fondos -para lo que falta bien poco y en lo que se trabaja allí con ejemplar tesón-, constituya una noticia de primera plana, como lo fue la desgracia del diciembre pasado. Y que sea un símbolo del despertar del libro impreso, pues parece que con “las nuevas tecnologías” se nos había ido arrinconando en el olvido. La “magia” del ruido de las hojas que se pasan al leer, el olor a tinta o la solera del papel envejecido, la mirada que busca en los lomos de las encuadernaciones el título llamativo o el autor  deseado, son un elevado y recurrente placer.

En el fondo pasa como ocurriera con la radio al irrumpir la televisión: muchos pronosticaron que desaparecería; ¡ya vemos, en cambio, como gana oyentes! O con la prensa escrita con respecto a la presencia digital: algunos auguran su muerte, que es seguro no se producirá, porque el registro escrito, impreso, es fuente de consulta y de placer que, pudiendo -eso sí- complementarse, nunca podrá ser reemplazado.

sábado, 4 de febrero de 2023

MARRUECOS: NOSTALGIA DE OLORES Y LLAMADA A LA ORACIÓN.

https://www.propronews.es/marruecos-hermoso/

Moisés Cayetano Rosado (texto y fotos)

“¡Qué bien huele; huele a mi pueblo!”, me decía un alumno marroquí de Enseñanza Secundaria, atravesando hace unos años el Puente Viejo de Badajoz, debajo de cuyos arcos -en el extremo de salida- había un hato de cabras en un redil.

Y es así, en los pueblos norteños, legendariamente belicosos en el Rif. En los valles del Alto Atlas que “acuchillan” el país de noreste a suroeste. En las Gargantas del Dades y sus numerosos pueblecitos con asombrosas kasbahs bereberes de rojizos muros almenados. En los múltiples pueblos de los alrededores de Ouarzarzate, entrada al desierto dorado del Sahara. En la desolada provincia de Zagora, lindando con la frontera argelina. E incluso en los fértiles valles, de la norteña Arzila, a la ya tan turística Agadir, lindando con Sidi Ifni.

Tienda comercial en pueblo marroquí

 Garganta del río Dades

Pueblo en la Garganta del Dades 

Desierto del Sahara marroquí

Playa de Agadir

Fortaleza de Agadir 

¡Qué nostalgia de olores y sabores! Las cabras, las ovejas, el humeante té con hierba buena, los dátiles de los extensos palmerales del Valle del Draa, con el enorme “desgarrón” de ese río que escolta al Atlas por el sur de su intrincado, rocoso recorrido.  El argán de Essaouira y Marraquech, con sus cabras subida en el ramaje de los árboles que nos recuerdan los olivos, “gancho” para turistas asombrados…

Esa nostalgia que he visto en tantos marroquíes emigrantes en España, en Francia, en Bélgica, en Holanda…, a donde han ido buscándose el sustento que la tierra de origen no les daba. Volver, siempre volver a esta tierra dura, que por desértica en el interior difícilmente les da para vivir. Y que por fértil en la costa es pieza codiciada de inversores poderosos, nacionales y extranjeros, que no escatiman en recursos de explotación, pero sí en sueldos, siempre insuficientes, miserables para el peonaje a su servicio.

Cabras subidas a un árbol de argán

Cordillera del Atlas

Valle del Draa

La quimera de la vuelta a los orígenes es aún más difícil que la salida a la aventura europea, por mucho que las altas vallas con serpentinas, la vigilancia y represión policial traten de impedirlo.

He visto en Tánger a jóvenes, adolescentes, a niños inclusive, “perseguir” a los autobuses de turistas para introducirse en sus bajos, en los guardabarros de las ruedas, para intentar así llegar hasta Ceuta; he visto salir a muchos de los chasis de estos autobuses, en la frontera, sacados a palos por vigilantes implacables, llenos de suciedad, de carbonilla, pero dispuestos a aprovechar algún descuido, y en caso de éxito repetir la hazaña en los barcos que pasan a la Península, a España, a la “dorada” Europa.

Niños subiendo en las traseras de autobús turístico, en Tánger 

En Marrakech, en tanto nos envolvía la llamada a la oración en las distintas mezquitas de la Plaza de Yamaa el Fna, conversaba con un conductor de motocarro que me ofrecía sus servicios para llevarme hasta el hotel. Me señalaba a diversos subsaharianos vendiendo baratijas al lado de los encantadores de serpientes, los amaestradores de palomas y periquitos, los portadores de monos encadenados, los músicos de percusión, laudes y flautas, los ciegos de pedir limosna, las dispensadoras de henna en manos y pies de ilusionados turistas…, me señalaba -digo- a estos pacientes jóvenes y decía:

- Están esperando reunir algún dinero para seguir su viaje hacia Europa, que es su destino.

Plaza de Yamma el Fna, en Marrakech


La noche en la Plaza de Yamma el Fna, en Marrakech

 

Pero a continuación también me confesó el suyo: vender su motocarro, comprarse una lancha motora en Tánger, con una lona azul para confundirse con el mar y lanzarse a la aventura, llegándose al estrecho de Gibraltar.

- Son solo 14 kilómetros, y ya estaré en Europa, comentaba.

- ¿Y si te descubre la policía de vigilancia?, le pregunté.

- ¡Pues otra vez a empezar!, contestó con una sonrisa resignada.

La voz del almuecín sonaba rítmica, acompasada, por toda la plaza, cubierta con el humo de los asados en sus múltiples tiendas que se montan cada día, en el rellano de este Patrimonio de la Humanidad. Alrededor, puestos de bebidas con zumos naturales, dátiles, toda clase de dulces almendrados, brillando con sus luces de todos los colores.

Allí mismo, la llamada a la oración hacía prepararse, postrarse a algunos fieles, y otros se apresuraban para entrar en las mezquitas. ¿Qué pedirían, en medio de su lucha por la vida? ¿Acaso suerte en su proyectado embarque hacia el “paraíso terrenal” del occidente europeo, desde donde luego soñar con los olores de su pueblo, con el “dulce” olor de las escasas cabras que podemos contemplar en los lugares de recepción, cada vez más alejados de lo rural, que sí persiste en este Marruecos legendario?

A nuestros ojos occidentales, Marruecos es magia, tradición, fantasía, enormes montañas de conglomerados, caliza y arenisca, grandes desiertos de piedra y de arena rojiza, secos lechos de ríos ancestrales, pequeñas fortalezas medievales desde donde contemplamos valles de palmeras oferentes, con dátiles sabrosos; curiosos mercados en sus múltiples pueblos apenas motorizados, con burros, carros de tracción animal, viejas motos…; ciudades donde regatear con vendedores de todos los productos; los fantásticos zocos de Tetuán, Fez, Rabat, Meknes, Marrakech…; el legado romano en la antigua ciudad de Volúbilis, Patrimonio de la Humanidad; el azul “milagroso” de Chechauenne y sus rutas senderistas por los alrededores, o la kasbah de Ait Ben Haddou, también Patrimonio de la Humanidad y referencia de míticas películas rodadas en ella, siempre atestada de turistas.

Artesano orfebre en el zoco de Meknes

Mosaico romano en la antigua ciudad de Volúbilis

Callejón de Chechaue 

Rincón de Chechauen

Kasbah de Ait Ben Haddou

A ojos de los oriundos, tierra amada, añorada cuando se vaga errante por el mundo, pero soñando con salir de sus extensos límites cuando aprieta -¡y tanto aprieta!- la necesidad, y en la llamada a la oración se pide suerte en la partida.

“Cuánto en ti pueden padecer, oh patria/ ¡si ya tus hijos sin dolor te dejan!”, escribió Rosalía de Castro sobre los emigrantes gallegos a América. La historia se repite. Ese deseo, esa obsesión por la búsqueda de un porvenir, que -si bien o mal se logra- llevará luego a la nostalgia de esta tierra dura, variada, rica en paisajes, tradiciones, en el legado histórico y patrimonial, que es el Marruecos que tenemos ahí, al alcance de la mano, para disfrutar desde nuestra privilegiada posición occidental.