LA RAYA QUE NOS UNE
Artículo publicado en la Revista Escolar
del CEIP Ntra. Sra. de Bótoa (Badajoz)
MOISÉS
CAYETANO ROSADO
Uno de los “signos de identidad” que nos
distingue a los extremeños es nuestra condición de “rayanos”; especialmente a
los que vivimos en la franja oeste de la región. En ello coincidimos con
nuestros vecinos alentejanos, con los que muchas veces hemos vivido
aparentemente ignorándonos, pero esencialmente unidos.
Estamos unidos en nuestras circunstancias
actuales, que no son sino una continuación del proceso histórico que nos ha
tocado vivir: dificultoso, a veces marginal en el contexto ibérico, y otras muy
en primera línea del protagonismo peninsular, aunque ello fuera por los
conflictos entre Castilla y Portugal en la formación medieval de ambos reinos,
y en las luchas de la Edad Moderna entre España y Portugal.
No en vano nuestros respectivos territorios
están plagados de castillos que fueron líneas de defensa primero contra los
musulmanes y después entre nosotros mismos respectivamente. Y luego, en los
siglos XVII, XVIII y XIX, por los sangrientos conflictos que apenas daban
tregua.
La Guerra de Restauração (1640-1668) tuvo sus
escenarios de enfrentamiento esencialmente en nuestras dos regiones: la gran
cantidad de fortificaciones abaluartadas (propias para el ataque y la defensa
de la naciente artillería) que aún son testigos de aquellos tiempos así lo
demuestran. En ello, Ouguela, Campo Maior, Elvas, Estremoz, Juromenha; Alcántara,
Alburquerque, Badajoz, Olivenza… representan lo más destacado de la Raya
Ibérica.
A principios del siglo XVIII, de 1701 a 1714,
la Guerra de Sucesión a la Corona española, con el enfrentamiento de España
aliada a Francia, contra Portugal, aliada a Inglaterra, va a suponer nuevo
enfrentamiento, sangría y refuerzo de sistemas fortificados. En 1772-73, otro
enfrentamiento nos pondrá en primera línea peninsular, la llamada “Guerra
Fantástica”, por su brevedad y escaso desarrollo bélico.
En 1801 volveremos “a la carga” con la Guerra
de las Naranjas, por nuestra alianza napoleónica, que pocos años después se
deshará para -esta vez sí- unirnos a Portugal contra los franceses en la devastadora
contienda de 1808-1814. Serán los tiempos finales de las construcciones
abaluartadas, que perduran en buena parte, y con las que aspiramos a conseguir
la titularidad de Patrimonio de la Humanidad, que ya está en la Lista
Indicativa aprobada en Portugal.
En todos estos tiempos y muy especialmente en
el siglo XX, el pueblo llano de Alentejo y de Extremadura, pese a tanta
hostilidad, ha confraternizado en la lucha por la vida y la subsistencia.
Especialmente en la economía rural, en el intercambio de productos, en el
contrabando a baja escala, dando lugar al personaje que conocemos como
“mochilero”, que se ganaba la vida transportando productos básicos, entre los
que sobresalía para nosotros el café. Y ello ha ido unido a relaciones
afectivas, dando lugar en muchas ocasiones a “matrimonios mixtos”, alianzas a
un lado y otro de una Raia/Raya que cada vez vemos más difusa.
Sí, la Raya no nos separa, nos une, como una
línea-puente, a pesar de las luchas del pasado, que venían programadas desde
poderes exteriores al entorno extremeño-alentejano. Nosotros hemos
confraternizado y seguimos haciéndolo cada vez con más ahínco. Incluso dando
lugar a instituciones oficiales instauradas, a las que hay que potenciar, como la
Eurorregión Alentejo-Centro-Extremadura (EUROACE) o la Eurociudad del Suroeste
Ibérico Badajoz-Campo Maior-Elvas. Ello sin olvidar la presencia exitosa de
nuestros respectivos idiomas en las aulas de las Escuelas Oficiales de Idiomas
y en la enseñanza reglada, tanto primaria como secundaria y universitaria.
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