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sábado, 20 de abril de 2024


 

Periódico HOY. Extremadura

El golpe que hizo posible ver cine erótico en Elvas

«Muchos extremeños acudieron en romería a la localidad vecina a ver 'El último tango en París'», recuerda el historiador Moisés Cayetano

J. López-Lago

Sábado, 20 de abril 2024,

Hace cincuenta años, Badajoz y gran parte de Extremadura miraban de reojo a Portugal. La rebelión del 25 de abril, conocida como revolución de los Claveles, fulminaba los 36 años de dictadura de Salazar cuando al otro lado de la frontera agonizaba un régimen parecido encabezado por el general Franco, cuyo gobierno aún limitaba las libertades y aplicaba la censura. Por esta razón y porque precisamente en Elvas los militares no se sumaron a la rebelión, aquella revolución de 1974 apenas se sintió en Extremadura.

«Entonces se vivía de espaldas a Portugal y en Badajoz se asistió de una manera pasiva porque la frontera estuvo cerrada a causa del proceso revolucionario», indica Moisés Cayetano, profesor e historiador pacense que ha analizado a fondo aquel periodo. De hecho, la revista O Pelourinho que él dirige dedica el próximo número a este 50 aniversario. Su contenido se presentará precisamente el próximo 25 de abril en Santarem (Portugal) y en Badajoz el 16 de mayo en el Hospital Centro Vivo.

Una singularidad de aquellos días históricos que se dio en Elvas, rememora Moisés Cayetano, es que, aunque durante horas la frontera de Caya estuvo cerrada y se abría puntualmente, «quizás esta con Badajoz fue la única que no controló el ejército revolucionario cuando una de las órdenes fue controlar todas las fronteras. Elvas no envió a nadie a esa aduana porque Elvas no se sublevó y se debe a que el regimiento tenía de segundo comandante a un teniente coronel hijo de un ministro del Ejército al que se le tenía mucho respeto, así que la guarnición de Elvas no se levantó contra el Gobierno».

Parte del monográfico de O Pelourinho que edita la Diputación de Badajoz en dos idiomas recuerda también las crónicas del HOY, entonces un diario conservador que recelaba de la revolución que estaba teniendo lugar a apenas cinco kilómetros de su redacción. Envió dos cronistas al país vecino y daba cuenta en sus páginas de lo que acontecía en Lisboa. Si el 26 de abril titulaba en portada con grandes letras «Triunfó el Golpe de Estado» y en el interior destacaba: «Spínola, aclamado al grito de 'Victoria'», al día siguiente, cuando se iban confirmando los hechos, informaba de la nueva época que se abría con otro gran titular en primera: «Portugal respira aires aperturistas». Y el subtítulo: «Quedarán desmantelados el único partido legal, Acción Popular Nacional, y la Policía Secreta».

 

«La guarnición de Elvas no se sublevó porque un mando del regimiento era hijo de un ministro al que se tenía mucho respeto»

A continuación se detallaba la primera consecuencia directa para los extremeños. Con fotografías de Emilio, se narraba el bloqueo que se produjo en la frontera de Caya, hacia donde se dirigían corresponsales de numerosos medios y jugadores del Sporting de Lisboa que venían de jugar la final de la Recopa se quedaron atascados, entre otras muchas historias, y donde «la intranquilidad y la expectación se reflejaba en los rostros de los portugueses», relatan aquellas primeras crónicas.

En cambio, ni en Badajoz ni Extremadura caló aquella revolución nacida a partir de un golpe de estado de militares izquierdistas. «El momento de la revolución pasó con algunos interrogantes y en los días posteriores el HOY publicó alguna carta de lectores alarmados por si en España iban a matar a latifundistas. Pero la realidad fue otra y en los meses posteriores los pacenses disfrutaron de esa libertad que de repente hubo en Elvas para ver películas eróticas y muchos extremeños acudieron en romería a ver 'El último tango en París'. Aquí la gente vivió la liberación de Portugal más en aspectos personales y eróticos que desde el punto de vista revolucionario», relata Cayetano.

No hay que olvidar que desde aquel 25 de abril de aquella revolución pacífica (se contaron cuatro muertos en todo el país) en la que los portugueses introdujeron claveles en los fusiles de los militares, aún quedaban 16 meses para que muriera el dictador Franco y varios años más para que España mostrara cambios reales.

El papel de los censores

Pero, según Cayetano, los censores que vigilaban los medios ya mostraban signos de agotamiento y desde este diario, que en aquella época estaba en manos de Editorial Católica, se fue informando de los muchos cambios que experimentaba Portugal, un país que no celebraba elecciones democráticas desde hacía 48 años. «Cuando el proceso se acentuó a lo largo de 1975 con nacionalizaciones y ocupaciones de tierras –apunta el profesor e historiador extremeño–, el HOY publicó muchas informaciones sobre aquellos procesos, algo curioso porque aún duraba la dictadura».

Cayetano es consciente de que en las elecciones lusas del pasado 10 de marzo, la izquierda perdió el poder y la ultraderecha a través del partido Chega creció. Precisamente en Elvas esta formación sacó uno de sus mejores resultados. Pese a este nuevo escenario, el historiador pacense no cree que el 50 aniversario de la revolución de los claveles se vea empañado o cuestionado. «Los mandatarios nunca dirán nada en contra de la revolución, es antipopular. Si la extrema derecha, que es colonialista, está en contra, no se manifestará y tolerará el aniversario. El cariño hacia la revolución es muy profundo en el alma portuguesa».


Moisés Cayetano. Historiador.

Periódico HOY. Extremadura.

La huella extremeña de la Revolución de los claveles portuguesa del 25 de abril

El golpe militar que tumbó la dictadura lusa hace 50 años tuvo su eco en Extremadura, y el capitán que la protagonizó se crió y está enterrado a 16 kilómetros de la frontera 

Antonio J. Armero

Cáceres

Sábado, 20 de abril 2024,

Medio siglo después de que Portugal le demostrara al mundo que es posible tumbar una dictadura sin montar una guerra, en Valencia de Alcántara, a 250 kilómetros de Lisboa, recuerdan aquellos días que sucedieron al 25 de abril de 1974, la fecha clave de la Revolución de los claveles. «Yo estaba con mis primos en la tienda de mi tío Diego, que tenía una carnicería y charcutería en el centro del pueblo, y ahí empezaron a comentar lo que estaba pasando en Portugal, y así fue como me enteré». Manuel Moreno tenía 22 años recién cumplidos, y aunque ha pasado medio siglo, lo recuerda todo al detalle: los guardias civiles por cualquier sitio, los mensajes de miedo porque «venían los comunistas», el cerrojazo de la frontera, el espía luso que vivía en Valencia de Alcántara y se enclaustró en su casa... Todo eso integra la memoria extremeña de la revolución militar portuguesa, que el próximo jueves cumple cincuenta años.

Esos recuerdos se ciñen a un espacio físico: La Raya, esa línea rígida en los mapas y porosa para quienes la habitan, españoles y portugueses que trabajan y se toman cañas y vinos y pinchos y 'petiscos' juntos, y hasta se casan entre ellos. Pero en 1974, cuando a los dos lados mandaban dictadores, la frontera era otra historia.

Había muerto António de Oliveira Salazar, y su lugar lo había ocupado Marcelo Caetano. 25 minutos después de la medianoche del 25 de abril, en Radio Renascença sonó 'Grandôla vila morena', de José 'Zeca' Afonso, que era la señal convenida por los revolucionarios para activar su plan e iniciar la marcha a Lisboa. Los militares izquierdistas que habían decidido levantarse contra un régimen que prohibía hasta la Coca-Cola llegaron a la capital del país. Y allí, muchos, hartos entre otras de las guerras coloniales, en vez de meterse en casa, salieron a los balcones y a la calle a apoyar al Ejército.

 

Celeste, la camarera de los claveles

Así nació la Revolución de los claveles, bautizada de esa forma por el gesto de Celeste Martins, una camarera que esa mañana cargaba con flores porque el restaurante en el que trabajaba estaba de aniversario. Un militar le pidió un cigarrillo, y como la mujer no tenía porque no fumaba, le ofreció un clavel. El joven aceptó el regalo y lo colocó adornando su rifle, y un compañero le imitó. Y luego otro, y más tarde otro más.

«Una de las cosas que más identifico con el 25 de abril es la cantidad de guardias civiles que llegaron a Valencia de Alcántara», recuerda Manuel Moreno (72 años). Él dedicaba esos días a preparar las oposiciones a la Seguridad Social, que luego aprobó con una de las mejores notas de España. Fue un estudiante aplicado y conserva una buena memoria. «A cualquier sitio que fueras –rescata–, había agentes: en el pueblo, en los caseríos (poblaciones o alquerías de la zona), en los caminos, en los cruces...».

Aumenta la vigilancia

En esta esquina del mapa extremeño había en esa época un puesto policial fronterizo con bastante actividad y personal. El pueblo era destino de una compañía de la Benemérita, y tras el 25 de abril llegaron refuerzos. «Habría aquí 80 ó 90 agentes, y en esos días vinieron más, de Cáceres y de Badajoz», recuerda Moreno. «Y poco después –continúa–, destinaron a aquí a un destacamento de la Policía armada, al mando de un sargento de Trujillo. Vinieron de 10 a 15 policías».

«Salgueiro Maia estuvo en Olivenza en jornadas sobre patrimonio»

La Policía Nacional mantiene a día de hoy en Valencia de Alcántara una Unidad de Extranjería y Documentación, lo que da la pista sobre la importancia estratégica del lugar como paso fronterizo. Por eso se reforzó la seguridad ahí tras la sublevación en Lisboa. Quedó más descuidado otro paso extremeño más al norte, el de Piedras Albas, que algunos periodistas aprovecharon para entrar en Portugal. Lo contaba Alonso de la Torre en enero de 2018 en una de sus columnas en HOY. «La Raya hispano-portuguesa –escribió– ha sido históricamente un lugar muy útil para escapar o entrar en España sin que nadie se entere. El caso más cercano en el tiempo es el del periodista Manu Leguineche y sus colegas madrileños, que en abril de 1974 entraron en Portugal por la frontera de Piedras Albas, una aduana donde ni guardiñas ni policías parecían conocer los acontecimientos de Lisboa y los dejaron pasar sin ponerles las trabas que sí estaban poniéndose en Caia, Fuentes de Oñoro o Tui».

«En abril del 74, la frontera de Valencia de Alcántara quedó cerrada por completo», recuerda Manuel Moreno, que no ha olvidado tampoco «el miedo que se intentaba meter a la población con el mensaje de 'Que vienen los comunistas'».

Y en Valencia de Alcántara hay también quienes recuerdan al vecino portugués que trabajaba para la PIDE (Policia Internacional de Defensa del Estado), la policía política del régimen, su brazo más temido por represor. El hombre debió asustarse y apenas salió de casa en los días siguientes a esa revolución que derrocó una de las dictaduras más longevas de Europa y que encumbró a Fernando José Salgueiro Maia, un capitán nacido 29 años antes en Castelo de Vide, a 16 kilómetros de Extremadura a la altura de Valencia de Alcántara. «Fue un héroe», resume Moisés Cayetano, doctor en Geografía e Historia, licenciado en Ciencias de la Educación, experto en La Raya y autor de una biografía sobre el capitán alentejano (dentro de la colección 'Personajes singulares', de la Fundación CB).

Héroe por casualidad

«Salgueiro Maia fue realmente el gran protagonista del 25 de abril, y lo fue por casualidad», sitúa Cayetano. «Otelo Saraiva de Carvalho fue quien diseñó el plan del golpe militar –detalla–, y le adjudicó a Salgueiro un papel secundario, el de hacer barullo en Lisboa para desviar la atención. Le ordenó que saliera de Santarém y llegara a la capital con los tanques, que entrara por Campo Grande y siguiera por Campo pequeño, Marqués de Pombal, avenida de la Libertad, Baixa y Plaza del Comercio, para que las tropas gubernamentales se fijaran en él e hiciera de cebo mientras otras fuerzas revolucionarias aprovecharían para tomar lugares estratégicos, como el aeropuerto, bancos o cuarteles. Pero dio la casualidad de que Salgueiro se enfrentó a una fragata a la que habían ordenado disparar. Esa orden que podría haber destrozado la Plaza del Comercio porque ya había allí bastante gente fue desoída. Conozco al alférez y el cabo que se negaron a disparar. Salgueiro se enfrentó a la fragata, y eso generó una situación de alarma que puso el foco en él».

«El capitán Salgueiro Maia –define el profesor extremeño– era un hombre templado, sereno, valiente y con capacidad de mando, muy respetado por sus subordinados. Pero una vez pasado el proceso revolucionario, se sintió decepcionado, maltratado por los propios militares (fue destinado a las islas Azores). Probablemente hubo algo de envidia hacia él. Con esa desilusión, él se dedicó bastante al estudio de los castillo y las fortificaciones, a través de un amigo. Pertenecía a la Asociación portuguesa de amigos de los castillos, y participó en distintos encuentros sobre fortificaciones celebrados en Castelo de Vide y Olivenza. Salgueiro Maia estuvo en Olivenza en alguna de esas jornadas».

El capitán fallecido de cáncer a los 47 años mantuvo siempre el vínculo con su localidad natal, donde su padre trabajó como ferroviario. El héroe ninguneado por el poder pero adorado por el pueblo está enterrado en Castelo de Vide, que hace tres años abrió un museo dedicado a él. A la inauguración asistió el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa.

Ese espacio guarda la herencia del más famoso de los capitanes de abril, «por expreso deseo de él», según explica la web de la Casa da ciudadanía Salgueiro Maia. Visitarla es más accesible para algunos extremeños que para muchos portugueses. Está a veinte minutos en coche de Valencia de Alcántara, en el corazón de La Raya, donde el 25 de abril dejó su huella.


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