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viernes, 20 de abril de 2012


VIAJE AL ESTE DEL ALGARVE Y LA DESEMBOCADURA DEL GUADIANA


Muchos solemos frecuentar esa extensión de playas envidiables y relativamente cercanas que conforman el recodo de Huelva -finalizando el Golfo de Cádiz-, así como el espacio que desde Faro va hasta la punta de Sagres, olvidando casi siempre el este del Algarve y la desembocadura del Guadiana. Tal vez porque el Parque Natural da Ria Formosa nos impide desde la tierra firme acceder a las playas, que están tras esa densa barrera de dunas, llegando hasta más allá de Cacela, en el concelho fronterizo de Vila Real de Santo António, y Ayamonte y el río nos suenan a lugares de paso.
Barcos por la Ria Formosa
 Sin embargo, ¡qué belleza serena la del mar sosegado por el dique de arena y flora generosa! Ria Formosa es un remanso de paz que invita al paseo tranquilo por sus bordes, al tiempo que a una navegación de bajura que nos asienta en playas discretas como las de Fuseta o Ilha de Tavira, y más al este a la inmensa longitud de las playas de Cabanas, Cacela, Manta Rota, Verde y Monte Gordo (accesibles estas tres últimas  desde la tierra firme), ya en Vila Real de Santo António la postrera. Luego, en Ayamonte, el agua se derrama entre canales y pantanos, de sal y de verdor.
Estribaciones de la Sierra de Aracena
Tras la desembocadura del Guadiana, vienen las muy turísticas españolas de Canela e Isla Cristina, aún de mayor aceptación para nosotros que las del oeste algarvío, con una oferta hotelera y de restauración magnífica; pero merece una parada la ciudad fronteriza de Ayamonte, de extraordinaria biodiversidad en sus marismas, con pequeños y múltiples canales naturales, poseyendo la población un abundante legado artístico eclesiástico y civil (el militar -castillo y fortificaciones abaluartadas- se perdió, salvo una muralla de ésta última), y hermosas vistas al entorno, tanto marítimo como terrestre. 
Y junto a la serena atracción de la faja del mar, el este del Algarve es todo un tesoro a descubrir. Así, Tavira es una población de amplio patrimonio artístico monumental, desde el Medievo hasta la actualidad, cuya oferta hotelera variada está marcada en gran parte por el buen gusto y la discreción. Esto pasa con la almadraba transformada en hotel, al lado del sobrecogedor Forte do Rato, en medio de las dunas interiores, donde el lujo de las puestas de sol ya merece la visita. Solo queda que se restaure y ponga en uso esta fortificación abaluartada, como ocurre con la Fortaleza de São João da Barra, en Cabanas de Tavira, utilizada como hotelito apacible al lado mismo de la ría.
Entrada al Forte de São João da Barra. Cabanas de Tavira.
 Y es Cabanas de Tavira un pueblo de pescadores, como un poco más al este Cacela, en cuya parte Velha -al borde del mar- tenemos otra fortaleza de la Edad Moderna -puesto de vigilancia marítima de la GNR- en lo alto de un morro, que puede bordearse por el sur tocando el sosegado mar de la ría.
Mar en Cacela Velha.
A partir de ahí, las playas son accesibles desde la tierra firme, como expresé más arriba, y sus arenas finas, extensas sobre un mar que coge profundidad muy lentamente, invitan al paseo, al ejercicio saludable, acercándonos hasta Vila Real de Santo António, en la frontera y desembocadura del Guadiana. De ahí, se “salta” a las de Huelva, inigualables en sus arenas, extensión e infraestructura de acogida.
Desde ese “encuentro internacional”, subiendo el río, llegamos a Castro Marim, la joya monumental fortificada del sur de la Raya Ibérica.  ¡Impresionante su castillo medieval, tan bien tratado, tan didáctico, con esas vistas inigualables desde sus murallas a la Reserva Natural do Sapal, inabarcable extensión de salinas, riqueza histórica y actual de la población! ¡Fantástica su fortificación abaluartada que abraza al castillo y se extiende por los cerros de los alrededores: grandioso revellín en herradura y Forte de São Sebastião, flanqueado por enormes baluartes!
Fortificación abaluartada de Castro Marim.
 Y así como desde las poblaciones ribereñas vemos al norte la barrera montañosa de las serras do Caldeirão y do Malhão, aquí se nos ofrecen al oeste, delimitando el norte del Algarve: sierras de enorme riqueza forestal y faunística, que al llegar al llano se “domestican” en plantaciones de naranjos y limoneros. Al este, estribaciones de la Sierra de Aracena, abruptas, que permiten panorámicas extensas y rugosas, coloridas.
Serras do Algarve.
 Y ya, Guadiana arriba, a punto de cerrar esta zona del sur, luciendo en sus monumentos la historia de guerras fronterizas: Alcoutim en Portugal y Sanlúcar de Guadiana en España. Otra vez un castillo medieval restaurado con gusto y rigor, reforzado en la Edad Moderna con elementos artilleros, al borde mismo del río en la parte algarvía. Cruzándolo en barca, ahí mismo está la andaluza Sanlúcar de Guadiana, que en lo alto presenta otro elemento fortificado para enfrentarse a sus vecinos: el castillo renacentista de San Marcos, abaluartado entre los siglos XVII al XIX, época de enfrentamientos intermitentes entre dos poblaciones, entre dos estados necesitados de entendimiento, tan deseado siempre por los pueblos vecinos, que pasadas las contiendas renovaban su convivencia económica, social, familiar.
Sanlúcar de Guadiana visto desde Alcoutim
 Viaje agradable siempre. Para recordar la historia, admirar su patrimonio artístico monumental; disfrutar del mar tranquilo, del río apacible, de los montes abruptos; de la cocina con sabor a pescado de mar y río; de la hospitalidad de sus habitantes y el relax de su caserío blanco de estilizadas chimeneas que elevan al cielo el humo de sus  tentadores asados, cocidos, pescaítos fritos, gamba blanca, encebollados y ensopados, alternando sabores en la Raya.

MOISÉS CAYETANO ROSADO










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Jueves, 19 abril 2012


Terça-feira, 17 de Abril de 2012
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