ANCIANAS TRABAJANDO “AL
OTRO LADO DEL CHARCO”
"Picantería" de Ecuador: Chanco, cuines, legumbres y verduras. |
Las he
visto en los campos de la planicie alentejana, en las laderas agrestes de
Trás-Os-Montes, en los enormes olivares de Andalucía o las dehesas
interminables de Extremadura: ancianas que no han terminado todavía de pagar el
delito de su pobreza y siguen trabajando para saldar la deuda.
Las vi,
ateridas de frío, con su cesta de huevos en el mercado minorista de Lublín -al
extremo este de Polonia-; en los zocos coloridos de Fez y de Estambul,
pregonando mil variopintas mercancías, como también en la cantada Chacarita
bonaerense, todas enjalbelgadas para atraer a los turistas.
Por todo
el mundo entero están esas ancianas luchando por la vida. Traigo aquí a
algunas, tal vez menos conocidas para nosotros que las que me han ido surgiendo
más arriba en el recuerdo. Son ancianas de Ecuador, que se ganan la vida de mil
formas. En tenderetes de calles, carreteras, preparando sus variados platos de
verduras y frutas, para ofrecer junto al “chanco”, siempre presente, entero,
asado a fuego lento. En un rincón estaba ésta que capté en Ciudad de Cuenca,
con su centena de años batallando contra los dientes de la mazorca de maíz.
O aquella
otra, al lado de Otavalo, la ciudad por excelencia de los tejidos
esplendorosos, los ponchos, las alfombras que estallan en múltiples colores:
antes han sido lana en sus manos que con paciencia escarda hasta dejarla
manejable. Manos como herramientas poderosas, pese a su frágil osamenta, a su
rostro curtido, de boca desdentada y sonriente en la soledad de su rincón.
¿Y qué
decir de la florista del corazón de la Ciudad de Cuenca, que nos ofrece la
fugaz alegría de la luz y el color, los olores espléndidos de su frágil
mercancía?
O esa
aldeana que, cerca de Quito, apenas se sostiene y busca la complicidad de unas
rocas para seguir guardando su ganado. ¿Cuánto le queda para obtener la
tranquilidad de un descanso? ¿O acaso ese descanso sería una precipitación
hacia la muerte? Tal es el sentido de su vida, que ya no existe sin su lucha
diaria, permanente.
Ancianas
trabajando “al otro lado del charco”. Aquí, a miles, a centenares de miles, sus
hijos han venido buscando un porvenir que aleje a los suyos de esa lucha
perdida, tan dura y permanente. ¿Qué van a conseguir en medio de nuestra crisis
que devora como un Saturno selectivo a los más débiles? Ellas tal vez ya nada
esperan. Solo un poco de “chanco” y de maíz que les dé fuerza para seguir otro
día más en la batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario