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viernes, 4 de mayo de 2012

LA VOZ DORMIDA



        Acabo de volver a ver  "La voz dormida", proyectada en el Centro de Ocio Contemporáneo de Badajoz, en un ciclo de "Compromiso social y ciudadanía", organizado por la Fundación Cultura y Estudios de CC.OO. de Extremadura y la Filmoteca de Extremadura.

        Es una película casi recién "salida del horno". Un film de Benito Zambrano, de 2011, donde Inma Cuesta y María León interpretan magistralmente los papeles principales: Hortensia, encarcelada por sus ideas izquierdistas y a punto de morir a manos de los vencedores de la Guerra Civil española, y su hermana Pepita, que la visita en la prisión y -desde su neutralidad política- sirve de enlace entre la prisionera y un grupo de disidentes comunistas entre los que se encuentra su marido.

        Embarazada y próxima a dar a luz, se aplaza el fusilamiento hasta que el parto se produzca; en tanto, el grupo de presas entre las que Hortensia se encuentra oyen cada día el ruido de los fusilamientos, con sus tiros de gracia, temiendo siempre ser las próximas en salir. Pepita hace lo imposible por conseguir la excarcelación o al menos evitar la ejecución de la hermana, arriesgando siempre su vida, con la angustia del tiempo que juega en su contra, y que al final le gana la partida.

        Hace diez años, nuestra llorada Dulce Chacón publicó la novela en que se basa esta película. Narración hermosa, delicada, llena de una cadencia poética extraordinaria. Con un lenguaje claro, sencillo, que va calando en el lector hasta llenarlo de emoción serena. Una denuncia sin estridencias de la crueldad de las guerras y de las posguerras con vencedores siempre dispuestos a imponer sus sistemas como si fueran hierros candentes en el lomo indefenso de los que consideran "su ganado". Buena ocasión ésta para volverla a leer, pues es una obra que siempre merece relecturas, como una buena sinfonía.

        La película ha sido tachada por algunos críticos de maniquea y esquemática, simplista en la presentación de personajes. Pero yo he visto en ella lo que la misma Dulce está claro que quería transmitir: la angustia de unos seres indefensos, doblemente oprimidos (por vencidos/as y por mujeres), dignos en su desgracia, al tiempo que la rigidez de los "triunfadores" se ve matizada por la humanidad reprimida en algunas "carceleras" o el sello de la desgracia en otros (la señora donde Pepita se pone "a servir", sus suegros...), si bien el tratamiento del "estamento religioso" -curas y monjas- es duro, pues muestran una falta de comprensión, de piedad, sin paliativos.

        ¡Pero qué juego de claroscuros nos muestra Zambrano en las escenas! ¡Cuánta intensidad en las miradas, que en sí lo dicen todo! Me quedo con eso: la iluminación, que nos recuerda a los pintores holandeses del siglo XVII, y las miradas de las protagonistas donde se reflejan todos los sentimientos: la angustia, el dolor, la desesperanza, la añoranza, el ansia de vivir, los desencantos, el miedo y a veces una tenue alegría por la fraternidad que reina en el conjunto de las presas o una chispa de ensueños por la quimera de un futuro en libertad.

        ¿Y qué decir de la canción en labios de Hortensia, galardonada en los Goya con el Premio a la Mejor canción original? Otro Goya se llevaría María León como Actriz revelación; uno más Ana Wagener, como Mejor interpretación femenina de reparto. Pero también merece un galardón Inma Cuesta, cuya expresión, cuya mirada y pose ante la cámara conmueven y emocionan.

        Sí, libro y película para leer y ver. Para volver sobre ellos, por el valor estético en sí y por el ético, ejemplar, de su discurso.

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