PASEAR POR LAS CALLES DEL CASCO HISTÓRICO DE
OLIVENZA/OLIVENÇA
Ayuntamiento de Olivenza |
Por Moisés Cayetano Rosado
Pasear
por las calles del Casco Histórico de Olivenza, por esas ruelinhas empedradas, o adoquinadas, sinuosas y a veces estiradas
en una sucesión de casas blancas, enrejadas, que arriba lucen enormes
chimeneas, es como trasladarse al corazón del Alentejo.
Recuerdo
-hace ya tantos años que casi puedo rozar el medio siglo en la memoria- mis
primeras estancias en la vila. Luego,
cuando pude viajar por los pueblos vecinos del otro lado del Guadiana, comprobé
con asombro “que no había salido de Olivenza”.
Iglesia de Santa María del Castillo |
¡Oh!, su
cerca medieval: que me perdonen Borba y Vila Viçosa, a las que tanto iría, pero
la vi mucho más majestuosa. La mole imponente de la Iglesia de Santa María del
Castillo, al lado del impresionante Alcázar y su Torre del Homenaje, elevado
ante mis ojos de niño a la altura del cielo. La Iglesia de Santas María
Magdalena, cuyo interior siempre me ha subyugado más que su “hermana” Igresia de Jesus, de Setúbal. La capilla
de la Casa de Misericordia, cuya azulejería y retablos barrocos me acercaban a
la Igresia de Santo Domingos, de
Elvas, que tanto habría de visitar después…
Fortificación abaluartada, con Torre del Homenaje medieval al fondo |
¡Qué
encanto su muralla abaluartada, pese a los abandonos y las incomprensibles
destrucciones, que forman un “cosido” contra las invasiones del vecino junto a
otras memorables como Valença do Minho, Almeida, Castelo de Vide, Marvão, Campo
Maior, Elvas, Juromenha, Monsaraz, Castro Marim y tantas más! Y esos cuarteles
del siglo XVIII, hoy reconvertidos para la paz en Centro de Salud, Centro de
Mayores, Biblioteca Pública, Oficina de Turismo, Albergue, Museo Etnográfico…
Alcázar medieval, fortificación del siglo XVII y cuarteles del s. XVIII |
Calle y chimenea oliventinas |
Pero, con
todo, lo mejor el paseo sereno por las calles de blanco y chimeneas, donde aún
puede oírse a los mayores hablar en portugués. Una especie de portugués
cantado, que de niño me llenaba de asombro, y era tan frecuente como hoy
difícil de escuchar: por eso pongo aún más atención a la armonía musical de sus
sonidos.
Comer los
dulces típicos de la ciudad: esa Técula-Mécula
que no se encuentra igual en parte alguna; bolo
podre, nógados…, mientras
caminamos por sus paseos pulcramente empedrados con las grandes teselas blancas
y negras, haciendo dibujos primorosos que solo artesanos portugueses pueden
hacer tan bien…
Perderse,
perdernos en las calles, ruas, ruelinhas de
Olivença, que una nueva Olivenza no
puede eliminar, ni debe hacerlo, porque su enorme riqueza artística,
monumental, lingüística, gastronómica, cultural, vital, la asiste de continuo
en su diario transcurrir.
Muito bonito o seu texto Moisés. Também gosto imenso de Olivenza, essa terra para sempre saudosa, com passado português e futuro espanhol. Mas olhe que o bolo a que lá chamam Técula-Mécula também o pode enontrar no Alentejo, Crato, Monforte, Portalegre. Nós cá chamamos-lhe Tecolameco e é uma delicia.
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