FLAMENCO-TANGO-FADO
Fado en la adega de mi amigo António Gonçalves. Campo Maior. |
Por Moisés Cayetano Rosado
He vuelto
a ver, seguidas, las tres películas que dirigió Carlos Saura, regalándonos el
espectáculo del profundo sentimiento de nuestra alma universal. “Flamenco”
(1995), “Tango” (1998) y “Fados” (2011) son tres films que nos sumergen en la
esencia de unos pueblos sufrientes, que han conseguido que sus versos, su
música, de desgarrada soledad, de nostalgia y añoranza, de taberna humilde, de
desarraigo y frustración, de sueños esfumados… hayan conseguido elevarse a
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La UNESCO
así lo reconoció en 1999 para el cadencioso, soñador canto porteño, en el que
lo autóctono se enriqueció con la aportación de nuestros emigrantes europeos,
llegados en masa a finales del siglo XIX y principios del XX, principalmente
desde Italia y España. En 2010 le llegó la nominación al flamenco, que se
desarrolló en Andalucía como una muestra de su creatividad surgida desde el
dolor y la protesta intensa que brota desgarrada como un torrente desbocado. Un
año después sería el fado quien lograra el galardón, este emotivo canto tan
profundo, tan íntimo, conmovedor en la elegancia de Coimbra y dulce, poético,
en los barrios populares de Lisboa.
En este blog ya abordé recientemente el tema, a propósito
de “Fados”:
Ahora
vuelvo brevemente para recomendarlas
otra vez, y para reafirmar mi cercanía a estas tres manifestaciones del genio
universal, elevadas a esta categoría desde su enraizamiento localista. Porque
el tango se pega como lapa a las tugurios del puerto de Buenos Aires; el
flamenco a los patios de nuestros pueblos del sur, y el fado a las casas
humildes de Lisboa, a los rincones de las calles del casco viejo de Coimbra. Y
desde allí se extienden a sus países respectivos, y crecen, dan la vuelta al
mundo, girando en rotación con él, y en traslación al infinito.
¡Cómo
viví de niño el flamenco, de joven el tango y de mayor el fado! Tenerlos ahora
unidos a los tres, gracias a la labor documental, cinematográfica de Carlos Saura,
es reunir el hilo de toda una vida, nuestras vidas al fin, en una sola tarde de
sueños y misterios.
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