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jueves, 6 de junio de 2013



2013 JUNIO 6
por Moisés Cayetano Rosado
Paisaje de la Raya vista desde globo
          Desde el Minho portugués y la Galicia española, pasando por Tras-os-Montes, las Beiras y Castilla-León, descendiendo por Alentejo y por Extremadura, para acabar en el Algarve y Andalucía, todo un mundo fantástico de tesoros -unos naturales y otros moldeados por la mano del hombre- se nos ofrecen al alcance de la mano, al alcance de los ojos, del gusto, del olfato.

          Lo que es un macizo rocoso desgastado, primario, donde el granito aflora con sus grandes bolos y la pizarra crea espacios empinados de enormes hojas superpuestas, se ve suavizado por los depósitos de ríos que atraviesan la Raya remansados, acumulando sedimentos en lo que millones de años más atrás fueran entrantes marítimos que crearon plataformas calizas y marmóreas.

          El clima suave de la zona norte, de influencia atlántica, recrudecido en el centro por la influencia continental -salvo en los oasis montañosos-, se va mediterraneizando conforme descendemos hacia el sur, cambiando hayas, robles, nogales y castaños, por encinas y alcornoques, alternados con grandes pastizales, con jaras y romeros.

          Y en medio de ese paisaje: la huella humana de castros imponentes que ya presentan las orillas del Miño, o de los dólmenes que entre Beira y Castilla-León son abundantes, pero se multiplican en Alentejo-Extremadura, más los restos tartésicos abajo, siguiendo la desembocadura del Guadiana.

Elvas vista desde globo
          Por encima, dominante cerros y montes, el testimonio de los enfrentamientos medievales en castillos roqueros, que después se artillarían cuando los enfrentamientos hispano-portugueses de la Edad Moderna dan paso al nuevo sistema constructivo: el abaluartado. De nueva planta van a surgir nuestras mejores maquinarias defensivas, algunas de las cuales -como las fortificaciones de Elvas- han logrado la calificación de Patrimonio de la Humanidad, y otras preparan su candidatura, tan  adelantada en Valença do Minho, Almeida, Ciudad Rodrigo, Marvão, y con satisfactorios avances en Badajoz, Olivenza, Castro Marim, etc.

          Hay, también, en esta Raya, un patrimonio monumental religioso de alto valor histórico y artístico, que en el conventual de Alcántara alcanza una grandeza extraordinaria, pero que no es menor su valor en las increíbles iglesias de pueblos -hoy pequeños, semidespoblados- que en su día fueron puntos cruciales en el desarrollo de las órdenes militares, tan importantes durante y después de la reconquista cristiana, con la repoblación del territorio fronterizo.

Vista de Trujillo. Castillo y torres.
          En medio de tanta variedad geomorfológica, de toda esa carga histórica con su legado artístico, no es menor tesoro el gastronómico, que brevemente es marítimo en las puntas norte y sur, para desarrollar una variedad creativa extraordinaria en los cereales de secano -donde se hacen “milagros” con el pan-, los productos hortícolas, la oveja y el cerdo en todo el amplio resto, totalizando el conjunto más de mil doscientos kilómetros de frontera.

          La aventura de conocerla, de vivirla, es un apasionante reto lleno de sorpresas, un goce que implica a todos los sentidos.


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