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viernes, 2 de agosto de 2013

PARADA Y FONDA EN ESTREMOZ
Moisés Cayetano Rosado
Estremoz es una de las poblaciones más vistosas del Alentejo. Con origen en una alcazaba medieval del siglo XIII, está a 54 kms. de Badajoz, quedando al lado de la carretera y autopista de Lisboa; si venimos del norte, de la Serra de San Mamede, es la encrucijada de los caminos hacia el oeste (Évora, Lisboa...), al sur (Monsaraz, Beja...) y al este (Borba, Elvas, Badajoz...).
La torre del homenaje de su castillo medieval (hoy Pousada: Parador español) tiene 27 metros de altura y está construida en mármol de las canteras que cubren la comarca. En el segundo piso hay una sala octogonal de ventanas trilobuladas, y coronan la construcción pequeños merlones piramidales. A su alrededor, el legado histórico-artístico es importantísimo: Sala de Audiencias del rey Don Dinís, con bella columnata gótica exterior y bóveda interior estrellada; iglesia de Santa María, del siglo XVI; casas góticas y manuelinas; callejuelas estrechas, y Museo Municipal, con valiosos restos arqueológicos desde época romana y centenares de piezas de cerámica policromada de los siglos XVIII y XIX. Desde la explanada central de este cerro dominamos la Serra de Ossa al sur y sureste, destacando el castillo de Evoramonte y un denso encinar en el que pastan millares de ovejas.
La fortaleza medieval está rodeada por una muralla abaluartada del siglo XVII, con 13 kms. de perímetro, muy vistosa desde la carretera Badajoz-Lisboa, con cuatro puertas de acceso, en uso: esta fortificación se encuentra entre las mejores de la Raya en cuanto a monumentalidad y preservación, habiendo protagonizado papeles de extraordinaria relevancia en las guerras peninsulares de la Edad Moderna.
Desde ahí, bajamos por calles empedradas, a juego la piedra negra, basáltica, de la calzada, con la increíblemente blanca, marmórea, de las aceras: pocas poblaciones conservan tan pulcramente este pavimento heredado de siglos; cuando llueve, su brillo le da un aire de cuentos orientales.
Abajo está el Rossío, inmensa plaza donde los sábados se celebra un concurrido mercado en el que se pueden adquirir (junto a los productos de huerta de los alrededores, caza y los más variados quesos artesanos, embutidos, etc.) toda clase de antigüedades rústicas, libros de ocasión, así como animales de corral vivos. Pasear mientras se saborea una fartura (churro de gran tamaño y grosor) comprada en el mercado, es un delicioso “capricho” que no nos debemos perder.
Ahí se encuentra la Câmara Municipal (instalada en el antiguo Convento dos Congregados), de imponente fachada barroca, ondulada, en mármol blanco, con azulejería de enorme belleza en sus escaleras, pasamanos y peldaños de mármol y claustro renacentista. Se completa con un agradable Museu Municipal.
Otro tesoro cercano al Rossio es la Igreja de S. Francisco, de fachada rococó e interior románico tardío, con capillas góticas y renacentistas, que es toda una lección primorosa de historia del arte. En nave lateral se encuentra el túmulo de Vasco Esteves Gatuz, del siglo XIV, que es uno de los ejemplares de arte gótico funerario más relevantes de Portugal,clasificado -como la propia iglesia- Monumento Nacional.
Entre las callejuelas laberínticas tenemos uno de los restaurantes populares más prestigiosos del Alentejo: la Adega do Isaías; en el interior, rodeados de grandes toneles de vino arrimados a la pared, podremos saborear en sus mesas rústicas un delicioso arroz con lebre, una sopa de espargos bravos, una açorda alentejana, un ensopado de borrego o unas migas con carne de cerdo, sin rivales.
Muy cerca, otro restaurante familiar (de entre los muchos que atesora la población) merece nuestra visita: Pixa Negra, que ofrece uno de los menús más económicos y completos que nos sean dados a conocer, de alta calidad. Sus: sopa de grão com agriões y el caldo verde, canja de galhina, bacalhau com patataa e cebolas, feijoada com enchidos de porco, burras assadas... tienen el encanto de lo tradicional, preservado en cocina sencilla, sabia, tradicional..

Si el presupuesto diera para ello, no estará mal dormir en la Pousada (de la Rainha Santa Isabel), donde también se come extraordinariamente bien. Pero si no, hay un buen número de hostales, limpios y cómodos, que nos dejarán satisfechos, al tiempo que nos invitan a pasear por uno de los cascos históricos mejor preservados, tranquilos, apacibles y relajantes de nuestro entorno.

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