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sábado, 12 de octubre de 2013

PIPAS PARA PENSAR
MOISÉS CAYETANO ROSADO
Veo el cortometraje Pipas http://www.youtube.com/watch?v=H1v-bCyeIR4, de Manuela Moreno, por recomendación de mi amigo el periodista Julián Leal. Son tres minutos y medio de una sencillez y a la vez complejidad extraordinarias.
Dos chicas comen pipas -escupiendo las cáscaras al suelo-, sentadas indolentemente en unas escalerillas, en tanto hablan del novio de una de ellas, que se la está pegando. Está muy segura de esta infidelidad porque tras hacer el amor la llama Pi. Y “Pi” es la primera sílaba del nombre de su más que segura amante, no una sucesión hasta el infinito como el amor que le dispensa, que dice “justificándose” el muy subnormal.
El chico, panadero, está haciendo… la ESO o como se llame y además estudia inglés. Ya ves, pa’ qué  si  va a seguí siendo panadero toa la vida, reprocha la despechada.
El chico la llama insistentemente y ella corta las llamadas sin atenderlas en su “móvil última generación”. Y no entiende un mensaje que le envía donde le indica que “pi” es “3’1416…”. “Pi”, esa grafía que además lleva estampada en su sudadera porque le flipan las letras japonesas; a ella y a su amiga.
Bueno… ¡seguro que el panadero está liado con la profesora, porque el muchacho ofrece que ésta le explique el misterio de la “Pi”! Así lo acuerdan las dos comedoras de pipas, magníficamente interpretadas por Marta Martín y Saida Benzal.
Y esto es lo que hay. Un gran número de jóvenes representados en estas dos actrices que lo bordan. Un número… creciente de jóvenes cuya preparación intelectual es más que pésima y su actitud indolente más que manifiesta.
En los cuarenta años que he dado clases a chicos y adolescentes, he ido comprobando cómo una minoría cada vez está más preparada, pero una inmensa mayoría se hunde en la ignorancia y la apatía.
No son de extrañar los datos del Informe PISA sobre adultos de entre 16 y 65 años, que nos sitúa en la cola en cuanto a “Comprensión lectora” y “Matemáticas”, rivalizando en ello con Italia dentro del conjunto de la OCDE.

El cortometraje, tan breve como intenso, tan distendido como incisivo, es un aldabonazo, un “educado grito” a las conciencias de todos: a la de esos mismos jóvenes, a la de los padres, a la de los profesores, a la de la sociedad, advirtiendo que estamos errando en el camino. Que no podemos adormecernos en un presente negativo y un futuro entumecido, en el que desde cualquier país de Europa y del entorno Occidental van a “devorarnos por los pies”, como sigamos así: comiendo pipas y solazándonos en una ignorancia que además se luce con arrogancia y con frescura.

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