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jueves, 17 de julio de 2014

RUMANÍA, CENICIENTA Y PRINCESA (I)
EL PAÍS, PAISAJE Y PAISANAJE

Moisés Cayetano Rosado

Regreso de una semana en Rumanía. Gratísima, provechosa estancia. Lo que más me ha sorprendido del periplo de casi 2.000 kilómetros por carreteras, pueblos y ciudades: el paisaje y el paisanaje. ¡Pequeña/gran "Suiza" empobrecida, pese a su grandeza! ¡Tesoro de la Humanidad!

Rumanía es un descubrimiento sorprendente. Ya desde el avión contemplamos las enormes llanuras de la región sureña de Valaquia, con sus campos sembrados, rectilíneos verdores alrededor de pueblos y ciudades que se van conformando a los lados de las vías de comunicación; casas exentas formando manzanas con huertos y jardines.
El territorio rumano está dividido fundamentalmente en cuatro grandes conjuntos: al sur, Valaquia, llana, aluvial gracias a los depósitos de la orilla izquierda del Danubio; al sureste Dobrogea, igualmente fertilizada por el gran río europeo que desemboca en el Mar Negro, de donde la región obtiene los recursos marinos del país; al este Moldavia, la pequeña/gran “Suiza” de montañas inmensas, hayedos, abetos que constituyen un tesoro maderero sin rival y magníficos pastos en los derrames de los montes para una ganadería ovina y bovina, de extraordinaria calidad; al centro y el oeste, Transilvania, similar a la anterior, aunque menos espectacular en sus paisajes y contrastes naturales.
Todas, espléndidas en sus cultivos extensos de maíz, de cereales, con huertas variadas en las cercanías de las poblaciones. Y agua, mucha agua: en los pantanos de las zonas bajas de Valaquia y Dobrogea; en los ríos y torrentes de los Cárpatos de Moldavia y Transilvania.
Toda esta riqueza natural estuvo acompañada de una industria variada: de madera, química y pasta de papel en estas dos últimas regiones; de maquinaria, refinería, siderometalúrgica, en las otras dos. Y con ello, un comercio activo por toda la Europa del Este… que con la caída del “Telón de acero” en 1989 se desbarató.
La economía de libre mercado preservó en Rumanía la explotación de los recursos naturales, agro-ganaderos y forestales, pero condenó a su industria a la desaparición por escasa rentabilidad: ahora la rentabilidad es prácticamente nula, porque está desmantelada y con ello la comercialización subsiguiente.
Así, la balanza exterior de pagos es claramente deficitaria, fundamentalmente por lo negativo de su balanza comercial, tan dependiente de las importaciones industriales y energéticas, provenientes en especial de Alemania e Italia. ¿Cómo va compensando Rumanía este déficit que de coyuntural se convierte peligrosamente en estructural, creciendo alarmantemente el desempleo y el empobrecimiento?: con la inversión de capitales extranjeros, el turismo y las remesas económicas de sus emigrantes, aunque la crisis económica mundial está castigando esta “válvula de escape”, especialmente la de sus emigrantes, muchos de los cuales se han visto obligados a retornar ante la falta de trabajo en el exterior.
La población residente en Rumanía no llega a 22 millones de personas, pero en el exterior superan los 2’5 millones, de los cuales un millón cien mil están en Italia y casi un millón en España: ellos son los “constructores” de tantas casitas e incluso casonas y palacetes que vemos en los distintos pueblos y ciudades. Como siempre, la ilusión del emigrante es el retorno, y establecerse en su lugar de origen con las comodidades que han visto allá donde prestan sus servicios. Nos ha ocurrido a los españoles emigrados a América en el siglo XIX y a Centroeuropa en el XX; a los turcos, marroquíes, argelinos en Europa; a los ecuatorianos, colombianos, bolivianos… en EE.UU. y en España más recientemente.

¡Gran Rumanía de personas amables, laboriosas, que mantienen sus campos, poblaciones, ríos, montes, valles, con una pulcritud admirable; que tan afables en el trato se nos muestran; que tan gran legado cultural, artístico, mantienen, a pesar de las dificultades de su lucha tremenda por la vida!

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