RUMANÍA, CENICIENTA Y
PRINCESA (I)
EL PAÍS,
PAISAJE Y PAISANAJE
Moisés Cayetano
Rosado
Regreso de una semana en Rumanía. Gratísima, provechosa
estancia. Lo que más me ha sorprendido del periplo de casi 2.000 kilómetros por
carreteras, pueblos y ciudades: el paisaje y el paisanaje. ¡Pequeña/gran
"Suiza" empobrecida, pese a su grandeza! ¡Tesoro de la Humanidad!
Rumanía es un descubrimiento sorprendente. Ya desde el avión contemplamos las enormes llanuras de la región
sureña de Valaquia, con sus campos sembrados, rectilíneos verdores alrededor de
pueblos y ciudades que se van conformando a los lados de las vías de
comunicación; casas exentas formando manzanas con huertos y jardines.
El territorio rumano está dividido
fundamentalmente en cuatro grandes
conjuntos: al sur, Valaquia, llana,
aluvial gracias a los depósitos de la orilla izquierda del Danubio; al sureste
Dobrogea, igualmente fertilizada por el gran río europeo que desemboca en
el Mar Negro, de donde la región obtiene los recursos marinos del país; al este Moldavia, la pequeña/gran “Suiza”
de montañas inmensas, hayedos, abetos que constituyen un tesoro maderero sin
rival y magníficos pastos en los derrames de los montes para una ganadería
ovina y bovina, de extraordinaria calidad; al
centro y el oeste, Transilvania, similar a la anterior, aunque menos
espectacular en sus paisajes y contrastes naturales.
Todas, espléndidas en sus cultivos extensos de maíz, de cereales, con
huertas variadas en las cercanías de las poblaciones. Y agua, mucha agua:
en los pantanos de las zonas bajas de Valaquia y Dobrogea; en los ríos y
torrentes de los Cárpatos de Moldavia y Transilvania.
Toda esta riqueza natural estuvo acompañada de una industria variada:
de madera, química y pasta de papel en estas dos últimas regiones; de
maquinaria, refinería, siderometalúrgica, en las otras dos. Y con ello, un comercio activo por toda
la Europa del Este… que con la caída del “Telón de acero” en 1989 se desbarató.
La economía de libre mercado preservó en Rumanía la
explotación de los recursos naturales, agro-ganaderos y forestales, pero condenó a su industria a la
desaparición por escasa rentabilidad: ahora la rentabilidad es prácticamente
nula, porque está desmantelada y con ello la comercialización subsiguiente.
Así, la balanza exterior de pagos es claramente deficitaria,
fundamentalmente por lo negativo de su balanza comercial, tan dependiente de
las importaciones industriales y energéticas, provenientes en especial de
Alemania e Italia. ¿Cómo va compensando Rumanía este déficit que de coyuntural
se convierte peligrosamente en estructural, creciendo alarmantemente el
desempleo y el empobrecimiento?: con la inversión de capitales extranjeros, el turismo
y las remesas económicas de sus emigrantes, aunque la crisis económica mundial
está castigando esta “válvula de escape”, especialmente la de sus emigrantes,
muchos de los cuales se han visto obligados a retornar ante la falta de trabajo
en el exterior.
La población residente en Rumanía no llega a 22 millones de personas,
pero en el exterior superan los 2’5 millones, de los cuales un millón cien mil
están en Italia y casi un millón en España: ellos son los
“constructores” de tantas casitas e incluso casonas y palacetes que vemos en
los distintos pueblos y ciudades. Como siempre, la ilusión del emigrante es el retorno, y establecerse en su lugar
de origen con las comodidades que han visto allá donde prestan sus servicios.
Nos ha ocurrido a los españoles emigrados a América en el siglo XIX y a
Centroeuropa en el XX; a los turcos, marroquíes, argelinos en Europa; a los
ecuatorianos, colombianos, bolivianos… en EE.UU. y en España más recientemente.
¡Gran
Rumanía de personas amables, laboriosas, que mantienen sus campos,
poblaciones, ríos, montes, valles, con una pulcritud admirable; que tan afables
en el trato se nos muestran; que tan gran legado cultural, artístico, mantienen,
a pesar de las dificultades de su lucha tremenda por la vida!
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