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jueves, 23 de octubre de 2014

LA ESPLÉNDIDA GRANDEZA DEL FORTE DA GRAÇA, EN ELVAS
Moisés Cayetano Rosado
Al estar Elvas enclavada en la entrada más expedita de Portugal, y en la línea directa Madrid-Lisboa, ha tenido que fortalecerse y reforzarse a lo largo de la historia como si fuera un inmenso cangrejo, lleno de defensas y endurecido su caparazón.
En la Edad Moderna -pasados los tiempos de avance contra los musulmanes, en línea de confrontación norte-sur-, llegan las hostilidades con “el vecino de al lado”, España, con lo que la amenaza viene del este para el oeste, con centro estratégico en Elvas.
Así, aparte de sus triples murallas medievales, sobresale en ella su fortificación abaluartada de mediados del siglo XVII, completada con el Forte de Santa Luzia, como escudo ante Badajoz.
Pero ya en la Guerra de Restauração (1640-1668) se vio que hacia el norte, en la elevación de mayor altitud -monte da Graça- hacía falta una defensa que impidiera la ocupación enemiga: a tiro de cañón quedaba el castillo medieval y la población en general. Su ocupación ya le ocasionó graves trastornos en el Cerco de 1658-59, y especialmente volvería a servir para una acción gravosa durante la Guerra de los Siete Años, en 1762.
De ahí que, bajo el reinado de D. José I, su primer ministro -el Marqués de Pombal- decidiera encargar el proyecto de construcción de un fuerte al Conde de Lippe, reorganizador del Ejército portugués.
Las obras se iniciaron en julio de 1763, bajo la dirección primero del ingeniero francés Étienne e inmediatamente después por el coronel Guilherme Luís António de Valleré, estando operativo en 1792, si bien obras adicionales se prolongaron a lo largo de treinta años. Trabajaron allí 6.000 hombres, sirviéndose de 4.000 animales.
Resistió los cercos de la Guerra de las Naranjas (1801) y de las Guerras Napoleónicas, en las que destacó el bombardeo sin ocupación de las tropas del general Soult en 1811. Posteriormente sería desactivado como maquinaria defensiva, pasando a ser en el siglo XX, y especialmente durante la dictadura de Salazar, prisión militar. Instaurada la democracia, tras la Revolução dos Cravos, queda sin uso, aunque con vigilancia del Ejército, que en los últimos años, a medida que se desmantelaban los cuarteles de Elvas, se relajó, pasando al abandono.
Actualmente, por fortuna, y por una tenaz insistencia de la Câmara Municipal de Elvas, está en proyecto de rehabilitación, que se debe culminar en septiembre de 2015. Las obras de recuperación y adaptación tienen un presupuesto de casi cinco millones de euros, y una vez terminadas permitirán a la Câmara destinar sus instalaciones para actividades culturales, musealización (Centro Interpretativo del Fuerte y Centro de Arquitectura y Estrategia Militar), así como otras infraestructuras relacionadas con el patrimonio. Con ello, la inversión se elevará en total a 7’5 millones de euros.
Así, lo que hoy ya -a pesar de las heridas del tiempo, el abandono y el incivismo y rapiña de algunos- es en sí un monumento portentoso y el más impresionante de los fuertes de la Península ibérica, se convertirá en una joya de primer nivel en todo el mundo por lo que a fuertes abaluartados se refiere.
En la Raia/Raya, solamente el de la Concepción -también de mediados del siglo XVIII, aunque comenzado 30 años antes-, de la provincia de Salamanca, se le aproxima en grandiosidad, si bien éste último sufrió irreversibles voladuras en 1810 -ordenadas por el general inglés Crawford, en su retirada ante el avance del general francés Masséna-, que destruyeron en gran parte sus baluartes y revellines.
El Forte da Graça -o también llamado “de Lippe”- es de planta cuadrangular, con 150 metros de lado, cuatro baluartes pentagonarles muy pronunciados y cuatro revellines protegiendo las respectivas cortinas. Tiene doble puerta monumental y tres poternas, así como amplio y profundo foso, caminos cubiertos espaciosos y pronunciados glacis terraplenados en forma de estrella de ángulos destacadamente elevados.
Al medio posee un gran reducto elevado, de planta circular, con cisterna, dependencias de servicios y capilla en sus plantas inferiores y Casa del Gobernador en las dos superiores, más terraza, hasta completar seis plantas. En las esquinas de los baluartes existe un amplio complejo de estancias-viviendas y adosados a las cortinas inmensos pabellones corridos para estancia de la guarnición. Se añade a esta estructura cuadrangular un hornabeque con revellín y poterna hacia el norte, y al igual que todo el conjunto un foso seco extraordinariamente profundo; al exterior, varias líneas de “covas de lobo” (pozos de un par de metros de profundidad por otro tanto de diámetro, con estacas puntiagudas en el interior, disimuladas por fuera, tapándose con ramaje), completan la defensa.
Caminar desde la base del monte, por el antiguo camino sinuoso aún en uso, deambular por sus paseos de ronda, bajar a los fosos, subir a la terraza de la Casa del Gobernador, acercarse al hornabeque y pasar a las “covas de lobo”, es toda una experiencia inolvidable. Y desde el interior, “encontrar” el pasadizo con pronunciadas escaleras que conduce al exterior del recinto, por donde se accedía a manantiales de agua, resulta siempre tentador.
Ahora, con el inicio de la rehabilitación, el paso está oficialmente prohibido (aunque siempre hay alguien que todavía se aventura, por los diversos accesos abiertos), pero una vez que esté en uso, podremos gozar de uno de los “Tesoros de la Raya” más destacados por su valor histórico, artístico y monumental.

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