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jueves, 23 de abril de 2015

Tierras del Sur de Portugal y España
Moisés Cayetano Rosado
Las tierras del Sur de Portugal y España han padecido secularmente una grave situación de pobreza y miseria, afectando a una inmensa mayoría de su población, campesinado sin tierras, a merced de las contrataciones estacionales en extensas propiedades, muchas veces infraexplotadas, y donde los salarios por trabajos “de sol a sol” apenas daban para la subsistencia.
El “hambre de tierras” de esta población desasistida fue fugazmente atendida por la Reforma Agraria de la II República y Guerra Civil en el bando republicano en cuanto a España y la de los Gobiernos Revolucionarios de los años 1975 y 1976 en Portugal, sin mayor proyección en el tiempo, volviéndose a la situación latifundista infrautilizada anterior.
La situación para el campesinado sería extremadamente difícil, entrando en los años cincuenta y sesenta en una etapa de éxodo que llevaría a gran parte de la población a las zonas industrializadas de sus respectivos países y a Centroeuropa. En tanto, los que quedaban en la tierra de origen seguían padeciendo la situación de calamidades y hambre que les llevaba a buscar su subsistencia, aparte de en los escasos y magros jornales, en diversas modalidades de “rebusca”, furtivismo y contrabando estrechamente perseguido por la GNR y Guardia Civil, respectivamente.
La presencia opositora del general Humberto Delgado en 1958 supuso un “aire de esperanza” en Portugal, que se vio enseguida frustrado por el fraude electoral, que llevaría al general al exilio, la oposición clandestina y finalmente la muerte (asesinado en Badajoz), como le ocurriría a tantos portugueses en general y alentejanos en particular.
En los años centrales de prosperidad desarrollista -los años sesenta-, el impulso a las infraestructuras, la extracción minera, la industrialización, la urbanización de grandes espacios y la construcción de viviendas y lugares de recreo, hace que la demanda de mano de obra se dispare. De las zonas rurales hacia las urbanas y de los países mediterráneos al centro y norte de Europa, grandes masas de “capital humano” se desplazan buscando un porvenir que en origen tienen dificultoso.
Portugal y España serán dos de las naciones que entre 1961 y 1975 más se vean afectadas por el trasvase poblacional: casi el 11% de la población portuguesa y más del 4% de la española se envuelven en el proceso, siendo Alemania, Francia y Suiza los principales receptores.
El caso de Portugal resulta más extremo (el porcentaje lo delata), pues la dureza de las guerras coloniales -que se desenvuelven principalmente en Angola (desde 1961), Guinea (desde 1963) y Mozambique (desde 1964)- suponen una sangría económica para la nación que acentúa la pobreza, al tiempo que una espoleta para la emigración de los más jóvenes, que “huyen” de una guerra en la que se ven forzosamente enrolados.
El desarrollo es desigual en España, pues ante un “norte” que prosperaba existía un “sur” de pobreza y forzada emigración, que nutre de capital humana a las zonas más prósperas.
Desde su destino, los emigrantes ahorrarán cuanto puedan -incluso pasando estrecheces y a veces miseria de alimentación y hospedaje- para remitirlo a sus pueblos, donde queda buena parte de familia y donde invierten en el pago de deudas, compra de viviendas, pequeños negocios (bares, comercios…), tierras, etc. que suponen un balón de oxígeno para la economía peninsular, pues contribuyen con eficacia a equilibrar la Balanza exterior de pagos.
No obstante, las regiones emisoras, como Extremadura y Alentejo, Andalucía y Algarve presentan al final del proceso unos indicadores socio-económicos que les siguen situando en la cola del mundo occidental, en tanto las regiones receptoras estaban y siguen tras el proceso migratorio a la cabeza del bienestar. De otra parte, esa pérdida de habitantes (los más jóvenes, en edad de tener descendencia) continúa siendo una muesca irrecuperable en la envejecida pirámide de todas las zonas de emigración.

De nuevo, esa situación se reproduce con la crisis mundial en la que estamos ahora hundidos. Otra vez el sur emigrando a Centroeuropa, y otra vez vaciando unas regiones secularmente envejecidas, empobrecidas y ennegrecidas en cuanto a su futuro.

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