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jueves, 3 de septiembre de 2015

LA MUTUA VIGILANCIA DE MONÇÃO Y SALVATERRA DE MIÑO

Moisés Cayetano Rosado

Como las vecinas Valença do Minho y Tuy, o las del otro extremo de la Raia/Raya: Alcoutim-Sanlúcar de Guadiana, el cauce de un río separa, “al borde del agua”, a las poblaciones de Monção y Salvaterra de Miño, dando parte del nombre a esta segunda población.
La portuguesa Monção tuvo una cerca medieval, de la que se poseen restos muy reducidos, habiéndose utilizado parte de sus elementos para elevar la fortificación abaluartada que sí ha llegado hasta nosotros.
Dicha cerca del Medievo pudo ser levantada en tiempos del rey D. Afonso III (1248-1279), aunque algunos defienden que sería bajo el reinado de D. Dinis (1279-1325), especialmente por lo que al castillo se refiere. Bajo D. Manuel I (1495-1521), obtuvo la población “carta de foral” y el castillo aparece en el Livro das Fortalezas (1509) de Duarte de Armas.
Durante la Guerra de Restauração se acometió la modernización de las defensas de la villa, iniciándose su levantamiento en 1556, bajo proyecto del ingeniero militar francés Miguel de L’Ècole y con la dirección de obras a cargo del maestro João Alves do Rego. La extraordinaria estructura artillera levantada resistió el asedio español de octubre de 1658 a febrero de 1659, en que la exhausta guarnición se vio obligada a pedir la rendición el día 7.
Bajo la ocupación castellana -que se prolongaría hasta el 13 de febrero de 1668, en que retorna a Portugal por el Tratado de Paz- se acometió la reorganización de la plaza, que continuaría conformándose a lo largo del siglo XVIII.
En el plano de 1713, del ingeniero militar Manuel Pinto de Vilalobos, aparece ya dotada de seis grandes baluartes orientados de este a oeste rodeando el sur, y otros cinco salientes artilleros hacia el río, siendo uno de los centrales un pequeño baluarte, que junto a un semibaluarte defienden la Villa Antigua. Sin embargo, en la propia leyenda del plano anota que faltan elementos importantes como trincheras interiores, contraescarpas, caminos cubiertos, etc.
A partir de 1762, con la intervención del Conde de Lippe se consolida el circuito amurallado, que obtendrá nuevas mejoras a lo largo de lo que restaba del siglo XVIII, dotándose de doce baluartes, cinco puertas, así como cuartel para 600 o 700 hombres y 120 caballos, que disuadirían a los franceses en la Guerra Peninsular (1080-1814) la invasión por esta zona del Miño.
Establecida la paz, a partir de 1840 comienza un proceso de ruina y demoliciones que duran hasta la mitad del siglo XX, en que se da paso a una sistemática actuación de rehabilitación que ha permitido salvaguardar los elementos fundamentales de la fortificación, aunque de las cinco puertas solamente quedan la de Salvaterra y la del Rosal (hacia Valença).
 La amplitud del perímetro cercado dejaba en el interior amplios espacios vacíos que permitían una mejor movilidad de las tropas y, posteriormente, una buena disposición de los elementos constructivos de que sucesivamente se ha ido dotando.
En la orilla derecha del Miño tenemos a Salvaterra, guardando la frontera en estrecha vecindad “amenazante”. La villa fue promovida por el rey Alfonso IX de León, potenciando así el asentamiento de villanos y pecheros, en contrapeso con los señores feudales.
Durante la Guerra de Restauração, estuvo bajo dominio portugués entre 1643 y 1659, en que las tropas españolas lograron la capitulación tras ocupar Monção y efectuar un sitio de diez días, que acaba en victoria, tras conseguir cortar la retaguardia portuguesa.
La presencia portuguesa fue decisiva para las mejoras de las defensas de su castillo, la construcción de nuevas murallas y el refuerzo con baluartes, lo que la dotó de una estructura artillera bastante considerable, ocupando el recinto 9.700 metros cuadrados. Se atribuyen las obras de fortificación al ingeniero francés Carlos de Lassar, que por entonces trabajaba en Tras-os-Montes.
Destaca en su interior La Capilla de la Virgen de la Oliva (levantada durante la ocupación portuguesa), de planta rectangular, muros de granito, y recubierta de teja sus varias vertientes. La portada, de estilo barroco, tiene en el tímpano una pequeña imagen de la Virgen; se culmina con airosa espadaña de dos cuerpos, teniendo dos vanos con campanas el inferior y uno con una campana más pequeña el superior.

El legado abaluartado de Salvatierra también ha tenido la suerte de una atención institucional, y especialmente municipal en los últimos años, que ha llevado a lograr un estado de conservación y acceso público satisfactorio del conjunto monumental.

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