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miércoles, 20 de abril de 2016

LA MAGIA DE NÁPOLES Y SUS ALREDEDORES
Moisés Cayetano Rosado
Te vas acercando a Nápoles y la presencia del Vesubio es una constante desde el aire, que se repite en tierra, tanto en la misma urbe como en los desplazamientos por los alrededores.
Cuando en la ciudad dejas el bullicio de sus calles (que en el Casco Antiguo adquiere un ritmo trepidante y una circulación de ciclomotores endiablada), y subes al Castillo de Sant’Elmo, vuelves otra vez a contemplar la imagen apacible de quien sembró tantas veces el caos, especialmente en el año 79, sepultando vastos territorios y las míticas ciudades de Pompeya y Herculano.
¡Qué imagen más extraordinaria la de Nápoles desde los montes del entorno, con sus múltiples iglesias, de cúpulas barrocas; sus fortificaciones (entre las que destaca el Castel Nuovo); el puerto marítimo; el caserío interminable, que se prolonga sin interrupción Vesubio abajo hasta la costa amalfitana!
Quizá lo más sabroso de la ciudad sea el callejeo por la zona antigua (especialmente la Vía Tribunali y la Benedetto Croce -además de la más sofisticada Vía Toledo-, con sus puestos de pizzas, pescaditos fritos y heladerías, aparte de palacios e iglesias de un barroco esplendoroso). Pero no podemos perdernos el Museo Arqueológico, donde hay que “echar” casi un día entero entre sus valiosísimos tesoros, especialmente obtenidos de las excavaciones de Pompeya y Herculano. Es sobrecogedor ponerse delante del mosaico de  la “Batalla de Alejandro contra Darío” o la escultura teatral del “Toro Farnese” y tantas otras composiciones soñadas cuando estudiamos la Historia del Arte Universal.
¡Hay tanto para comentar de esta ciudad inolvidable! Tal vez más adelante me detenga en algunas cuestiones que me llaman poderosamente la atención, pero ahora quisiera dar un vistazo rápido por los alrededores. Pasar la vista por Pompeya, tan conocida por cualquiera, tan fotografiada, representada, multiplicada en libros y tratados.
Esa Pompeya que presenta un urbanismo envidiable y un callejero extraordinario, donde el ingenio humano lleva a ordenar la seguridad del tráfico rodado de una manera excepcional, anticipándose a las “bandas elevadas” actuales, con la colocación de obstáculos elevados y hendiduras de acceso rodado obligatorio, que impiden circular con velocidad temeraria. Algo que no veremos en Herculano, ciudad más residencial, menos bulliciosa, comercial, “motorizada”.
En Herculano, los visitantes nos solemos concentrar delante de los “refugios-trampas” de lo que fueron las instalaciones del puerto, en donde quedaron atrapados cientos de habitantes que pretendían huir de lo imposible: la furia del volcán, que los sepultaría con su ceniza y lava. Y como en Pompeya, en sus casas magníficas, de patio central porticado y habitaciones de paredes artísticamente pintadas y suelos de mosaicos, además de sus múltiples tiendas, entre las que destacan las panaderías, de molinos y hornos que parecen a punto de funcionar de nuevo.
La costa sigue, sinuosa, al sur, llegando a la agradable ciudad fortificada de Sorrento, y desde allí el paisaje se recorta, sube y baja en una sucesión de montes, acantilados, valles, mar que se nos ofrece y que se oculta, torres de vigilancia, caseríos…, camino de Amalfi, ciudad de belleza especial en sus callejuelas, rincones, pasadizos continuos que recuerdan a una ciudad norteafricana, casas magníficas, plazuelas, extraordinaria iglesia (Duomo Sant’Andrea, que es todo un tratado de arte, desde el siglo X hasta la actualidad: claustro, cripta, museo y templo son una sorpresa para los sentidos).
Otro día tomamos la ruta hacia el norte, para encontrarnos enseguida con Caserta, cuyo Palazzo Reale es Patrimonio de la Humanidad, como todo lo que hemos ido visitando más atrás.
Un poco descuidado en sus jardines, como descuidado está el resto del patrimonio mencionado (por falta de personal a su servicio, por falta de fondos económicos que se destinen a su conservación, adecentamiento y realce), merece en cambio visitar las múltiples habitaciones de su interior, una joya cada una de derroche imaginativo barroco y rococó, que a pesar de lo recargado de los estilos no cansa a la visita, por el buen gusto con que todo fue tratado en su momento.

Sí, la visita a Nápoles y sus alrededores es una aventura llena de magia y de compensaciones. Prometo incidir en algunos detalles. En tanto, queda esa imagen desde la ventanilla del avión, con la Isla de Capri invitándonos a otra estancia venturosa. Y es que el entorno napolitano no quiere dejar que nos marchemos…

4 comentarios:

  1. Estupendo el resumen de lo visto en nuestro viaje!!! como siempre motivador para cualquier lector de tu bloc.

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    1. Ya sabes que es imposible reflejar lo que se ve y se siente. He querido hacer una especie de "aproximación de aterrizaje"...

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  2. Amigo, cuando uno planea un "viajecillo" tan poco grato como el presente, se comunica a los amigos para que acompañándote, ayuden a sobrellevar las penurias implícitas. Así, con más gente, ...
    Como siempre, genial

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    1. Muchas gracias, Fernando. Lo tendré en cuenta para otra escapada..

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