REFUGIADOS, EL
MUNDO DEL DOLOR Y DE LA INCOMPRENSIÓN
http://www.hoy.es/internacional/201604/17/refugiados-mundo-dolor-incomprension-20160417002230-v.html
Moisés Cayetano
Rosado
Doctor en Geografía e Historia
En el tomo III de 2007 de la Revista de
Estudios Extremeños publiqué un extenso trabajo sobre el exilio extremeño en
México, en colaboración con el dirigente socialista y sindicalista Antonio
Rodríguez Rosa, exiliado en aquel país, tras la Guerra Civil española de
1936-39.
Por los testimonios de este histórico
republicano, los otros muchos que recogí entonces y la bibliografía y
documentación que consulté, pude palpar el dolor de aquellos refugiados, huidos
a través de la frontera con Portugal, el norte de África y, principalmente, por
los Pirineos hacia Francia.
¿Qué les esperaba en las tierras de “acogida”?
En el Portugal salazarista de entonces, la más que probable devolución a la
España franquista. En el norte de África dominada por Francia y en este mismo
país vecino (a donde se dirigió casi el 90 % de los más de 500.000 exiliados),
las condiciones más penosas de miseria, incomprensión y dolor.
Isidro Fabela, diplomático mexicano, denunciaba
en un extenso informe de 1939: “En Argelès (sur de Francia) se concentraron
aproximadamente 100.000 hombres. Esta enorme avalancha humana quedó instalada
frente al mar, sin otro límite que la playa y una cerca de alambre con púas
fijadas en una extensión de dos kilómetros y medio de largo por uno y medio de
ancho”.
Refugiados españoles en el campo de internamiento de Argelés-Sur-Mer |
Tampoco la posterior acogida en Rusia y en
México, así como otros países latinoamericano,s fue un “camino de rosas”, sino
que al sufrimiento del desarraigo, la separación familiar, la pérdida de seres
queridos en la guerra… se unió la falta de comprensión y solidaridad incluso de
gente cercana en los lugares de acogida. El gran poeta exiliado León Felipe lo
retrata en unos versos desgarrados: “los españoles del éxodo de ayer/ que hace
cincuenta años/ huisteis de aquella patria vieja para no servir al Rey/ y por
no arar el feudo de un señor…/ y ahora… nuevos ricos,/ queréis hacer la patria
nueva/ con lo mismo,/ con lo mismo/ que ayer os expatrió”.
Esa es la historia de la gente sencilla, que sufre
la ignominia y ha de huir hacia un destino inseguro donde no se les quiere, y que
ahora contemplamos en aquellos que nos llegan desde distintos territorios de África
en conflicto tras el abandono de las potencias coloniales de Occidente; de las
naciones del Oriente Próximo, que han tenido la “mala suerte” de estar
geoestratégicamente situados en un lugar excepcional y además tienen codiciadas
reservas de petróleo…
Nuestros campos de internamiento, nuestras
“alambradas” están situadas en los bordes del conflicto: Grecia, Croacia,
Eslovenia, Turquía… que han de hacer de “muro de contención”, de escenario
donde se representa el espectáculo trágico de la deshumanización.
Los gobiernos de Occidente (que tanta
responsabilidad tienen en la inestabilidad de estos territorios) discuten qué
hacer con tal cantidad de refugiados, en tanto los empujan al abismo. Y así,
asistimos a diario a las escenas más brutales de contención de masas humanas
desesperadas, concentración en zonas insalubres, cargas policiales contra los
más desesperados, desolación y muerte de inocentes, entre los que los niños se
están llevando la peor parte.
Ahora como entonces, como siempre. Las lecciones
que nos da el pasado sirven de poco, de nada incluso, porque por encima de
cualquier otra consideración va primando -en los que todo lo manejan y dirigen-
el egoísmo, la más inhumana insolidaridad. Decimos muchas veces: “hay que
conocer los errores de la historia, para no repetirlos”; pero parece que
conocemos los errores de la historia para empeñarnos en profundizar aún más en
los terribles despropósitos que tanto -al estudiarla- nos asombran.
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