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domingo, 1 de octubre de 2017

PLAYA DE LAS CATEDRALES Y “VIGILANTES DE LA PLAYA”
Moisés Cayetano Rosado
Nos acercamos a la Playa de las Catedrales, en el municipio de Ribadeo (Galicia), a pocos kilómetros al oeste de la población. Bueno, realmente, Playa de Aguas Santas, pero que popularmente ha ido tomando el anterior apelativo por las formaciones rocosas que se levantan sobre la arena, que parecen pináculos y arbotantes de grandes iglesias bajomedievales.
Es casi un kilómetro de playa limitado hacia la tierra por elevadas rocas de cuarcita y pizarra, formadas hace unos 500 millones de años, y que posteriormente, por colisión de los supercontinentes Laurasia y Gondwana, se elevarían tanto como la actual cordillera del Himalaya: desde esos 350 millones de años transcurridos hasta ahora, el roquedal se ha ido remodelando, erosionando, fracturando, con un buzamiento de estratos inclinados hacia el mar, que ha facilitado aún más la erosión ante el embate de las olas y la fuerza del viento.
Así, se han formado grutas profundas, algunas de las cuales han colapsado, formando furnas (cavidades abiertas en altura), arcos rocosos, con más de 30 metros en la actualidad, y pináculos de igual altura, en un proceso sucesivo de fracturación y modelado.
Todo ello, es plenamente visible y “paseable” en la bajamar, siendo bastante cerrado y de menor vistosidad en la pleamar. Por ello, los visitantes esperamos el momento magnífico de la marea baja, para… bajar las escaleras que desde lo alto nos conducen a la playa y disfrutar como niños entre este bosque de columnas, arcadas y grutas naturales, reino de percebes, mejillones y lapas.
Y por eso, en esta “romería” se forman colas apresuradas, lanzadas desde autobuses de turistas y coches particulares que se agolpan en los aparcamientos, dando la sensación de una cola de racionamiento, todos con el papelito de entrada en la mano (o grabado en el móvil) o amparados por el guía que mete prisa a sus parroquianos porque “hemos de entrar todos juntos”.
Sí, es que aquí se entra, se baja, con “entrada”, con permiso, con un control vigilante para que no se “cuele” nadie. Y es cierto que los miles de turistas de verano pueden ser un problema de “aforo”, por lo que hay “númerus clausus” en esta “Universidad de la Geología y la Geomorfología”, de lo que -dicho sea de paso- apenas se da información en los carteles de la zona.
Algarve. Entre Portimão y Albor.
La belleza del lugar, desde luego, merece bien el acercarse; incluso con esto de los trámites de “permiso”, que resulta un poco extraño. Eso sí, no menos espectacular es la zona de playas entre Portimão y Albor en el Algarve, o los acantilados de Peniche (al norte de Lisboa), de formaciones geomorfológicas igualmente grandiosas, y allí no hay esta peregrinación. Es cuestión, claro, de modas y de marketing. A la Playa de las Catedrales se va “a ver”; a las del Algarve a bañarse y pasear (también un poco a mirar), como a las de Peniche, ignorándose un poco el espectáculo de sus acantilados.
Acantilados de Peniche
Pero que ahora -cuando vamos a finales de septiembre- sigan los “vigilantes de la playa” pidiendo permisos de entrada, resulta excesivo. Así, cuando llegamos tan contentos a su “puesto de control”, nos encontramos con la barrera humana que pide el salvaconducto, a pesar de la asistencia moderada de turistas. Pequeño inconveniente -si no lo llevas- que te hace allí mismo conectarte a internet, dar nombres y números de DNI para que de inmediato te franqueen “telemáticamente” la entrada. Pequeño inconveniente… si no “chocas” con algún/a vigilante playero insolente, maleducado, prepotente y chulesco, que de malos modales se pone en jarras para impedir el libre tránsito por no llevar el “papelín” que te permite bajar las escaleras. Menos mal que siempre hay algún otro profesional sabiendo “quitar hierro” al asunto e informar de cómo solucionar el burocrático problema.

En cualquier caso, repito, merece recorrer, en bajamar, esta Playa de Aguas Santas, mágica como las anteriores que nombré. Pero merecería también que las autoridades encargadas de controlar el paso controlaran también a quien contratan para regularlo, porque la imagen que dan del lugar resulta pésima, y hay que tener mucho temple para no mandarla escaleras abajo, como una ola más que contribuya a la erosión de la zona, ¡que bastante la erosiona con su comportamiento!

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