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lunes, 26 de marzo de 2018


HUELLAS DEL CAMINO

Autor: Antonio Bellido Almeida.
Edita: Basílica de Santa Eulalia. Mérida, 2016. 264 páginas.

Conocí a Antonio Bellido Almeida en los frecuentes recitales poéticos que hicimos por toda Extremadura en el año 1975. Después volveríamos a recitar juntos varios años más, y a compartir la ilusión de aquel Movimiento Poético-Musical del 75, que trajo aires de libertad antes de que asomaran los “mítines de la democracia”, siendo como una embajada cultural antecesora de la palabra abierta en plazas y centros culturales de nuestra geografía.
Mi hijo Moisés publicaba en 2001 el libro “De las dictaduras a la utopía: el verano caliente del 75 en Alentejo y en Extremadura”, y en él se alude a este poeta, entonces treintañero, introduciendo en sus páginas el rotundo poema de su autoría “Dejad la rosa en su rosal”, donde se expresaban denuncias como ésta:
Dejad la rosa en su rosal, amigos poetas.
Dejad de jugar con la rosa romántica de antes
mientras suba la angustia y muerdan las hambres
y el realismo del llanto nos pueble los ojos.
Afortunadamente, el registro sonoro donde Bellido Almeida recitó esos versos también pudo rescatarse, y publicarse en CD adjunto al libro.
Ahora, recibo de su autor una brillante antología de sus versos, Huellas del camino, donde recoge una selección de nueve de sus entregas poéticas, en 264 apretadas páginas, que prologan  magníficamente Antonio Mateo Martín de Rodrigo, haciendo un estudio magistral de su trayectoria y obra.
En ella se muestra palpitante este hombre “fieramente humano” -que diría Blas de Otero- y profundamente religioso, como un San Juan de la Cruz, que nunca deja atrás su religación sacerdotal, pasada por el tamiz de lo terrenal, pero elevada a su altura espiritual.
Solo hay que repasar los títulos de los distintos apartados para darse cuenta de ello: “A orillas del misterio. Nuevos villancicos”, “Entre el lagar y el molino. Eucaristía”, “Canciones de Pasión y Gloria”, “Oración desde dentro”, “Requiebros para una Madre”, “A orillas del Guadiana”, “Se fueron, pero están entre nosotros”, “Sonetos” y “Saudades y recuerdos”.
De éste último, me suenan aún en la memoria aquellos recitales de hace más de cuarenta años, como es el caso del poema “Amanece Dios todavía”, que algo tiene de la influencia de Manuel Pacheco -con el que también compartiríamos recitales-, en donde nos trae versos tan conmovedores como estos:
Amanece Dios en cada esfuerzo humano
por labrar un mundo justo donde siempre
pobreza y riqueza se reparten por igual
aquí, donde todos sabemos morder el pan ajeno.
Amanece Dios en la raíz del grito abierto,
que exige libertad y el pan de cada día,
en el llanto inútil y en la voz encadenada
que duerme los silencios de las sombras.
O, inmediatamente, el poema sobrecogedor “Yo vi apalear un hombre”, con ecos de los inolvidables versos de José María Gabriel y Galán en su poema “Los sedientos”. Así, leemos:
El hambre poblaba muchos dientes como
huéspedes inoportunos.
El campo abierto, oliendo a pasto seco y a tristezas.
El aire golpeaba rostros morenos y espaldas curvadas.
Y más adelante, el recuerdo de aquel niño asombrado de los años cuarenta, se  desgarra:
Yo vi apalear a un hombre al respigar solamente.
Como un Cristo en la columna, carne al aire
y raíces de venas que se abrían.
En su grito de protesta nunca pierde esa referencia trascendental, religiosa, que en todo el libro es presencia permanente, y que estremece por la belleza de la expresión poética, la firmeza de su fe y su conjugación continua de lo divino con lo humano.
Cada año, Antonio Bellido Almeida nos regala con villancicos navideños -como los que abren esta antología- que suenan a alegría, a fe y a esperanza, a firme solidaridad en una caridad que es exigencia al mismo tiempo de justicia. Así es todo este racimo amplio de Huellas del camino. Y así es la huella que deja en su camino, su caminar por el mundo, este poeta, magnífico prosista igualmente, que en sus antiguos artículos publicados en el periódico extremeño HOY ha sido una referencia, un ejemplo y una inspiración para muchos de nosotros, como lo son estos poemas que ahora nos “reentrega”.
MOISÉS CAYETANO ROSADO

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