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miércoles, 25 de julio de 2018


VIAJE A BULGARIA Y MACEDONIA (I)
BULGARIA Y MACEDONIA: CÍRCULO DE CULTURAS.
Moisés Cayetano Rosado

Si desde nuestro origen coges el autobús con destino a Madrid, donde tomar el avión hacia Sofía, pararás media hora en Trujillo: no hay que perderse la vista de su Casco Histórico desde la estación, con su castillo a la derecha y las torres de iglesias y fortificación levantadas sobre el montículo en toda su amplitud.
Después, en Madrid, deberá quedar tiempo para dar un paseo y acercarse a alguno de sus extraordinarios museos, como fue el caso ahora del Thyssen, en que admirar la historia pictórica europea, y especialmente la impresionista, sin dejar atrás la pintura flamenca. ¡Cómo admiro y vuelvo a admirar el “Cristo en la cruz”, de Anton van Dyck, o esos magníficos paisajes de Renoir, que después me parecerá revivirlos en el lago Ohrid, de Macedonia!
Llegados a Sofía, desde las habitaciones del Hotel Balkan podrás ver las excavaciones arqueológicas a su frente -la antigua y populosa ciudad romana de Serdica- y observar el trabajo exploratorio; las extraordinarias avenidas en cuyo cruce se alza la imponente imagen de Sofía (con el búho de la sabiduría a la izquierda y corona de laurel a la derecha); uno de sus numerosos templos ortodoxos, de cúpulas y cupulillas achatadas y armónicos ventanales con arcos de medio punto en el tambor, y unas puestas de sol que parecen fuego que se aleja.
Necesariamente, hay que dirigirse al suroeste de Sofía, para visitar uno de los “emblemas turísticos” de Bulgaria: el Monasterio de Rila, Patrimonio de la Humanidad desde 1983, principal centro de la cultura cristiano-ortodoxa búlgara y el más grande del país, fundado en el siglo X por San Juan de Rila. Aunque destruido por un incendio a principios del siglo XIX, fue reconstruido a mediados de ese siglo, conservándose inalterados sus edificios más antiguos. Los frescos del exterior del templo y de su interior -siguiendo el estilo bizantino de fondos planos y figuras hieráticas, frontales, de gran expresividad mímica en las manos- cautivan por su colorido, la sabia combinación de azules celestiales, rojos, verdes y blancos de ropajes, dorados de los nimbos santificadores; los claros mensajes bíblicos, en que el Pantocrátor y la Virgen con el Niño son referencia omnipresente. El “horror vacui” hace que no quede resquicio sin pintar, espacio sin mostrar la santidad, escenas de la Biblia, mensajes celestiales que en el interior de las cúpulas adquieren fantástica grandiosidad y en las arcadas una minuciosidad de miniados de manuscritos.
Desde Rila, otro “salto” de unos 130 kilómetros, nos lleva al sur de Bulgaria, la ciudad entre montaña de Melnik, famosa por su producción de vino: los tintos que probamos en la casa-museo Kordopoluva son “para quitarse el sombrero”… y darse aire en la garganta, donde se detiene la densidad afrutada del líquido tinto y espeso. La casa-museo es todo un derroche de cojines, alfombras y kilims; su bodega laberíntica excavada en la montaña, un dédalo interminable en que se disponen barricas de vino envejeciendo en el reposo de una temperatura de privilegio.
Melnik es un pueblecito apacible de menos de 200 habitantes, que ocupa el hueco dejado por las montañas de aglomerado rocoso de los alrededores: roca cortada en vertical, que se sigue desplomando y amenaza carreteras y alrededores de la población, por cuyo medio discurre un río claro y sinuoso, y en su zona más alta conserva los restos de una fortaleza de muros verticales, de recios sillarejos y torreones defensivos estratégicos.
Antes de pasar a Macedonia, nos esperan dos sorpresas: una arqueológica y otra “espiritual”. Primero visitamos el yacimiento romano de Heraclea Sintika; después el cercano santuario de Baba Vanga, deteniéndonos entre ambos en unas aguas termales… ¡a 75 grados centígrados de temperatura! (ambas fuera de programa, y gracias a la eficaz gestión de nuestro conductor, Nicolai Georgiev).
La visita al primero no puede ser más agradable, con los arqueólogos y sus ayudantes en plena labor, y recibiendo las amabilísimas explicaciones de uno de sus expertos profesionales: ¡qué ciudad romana, con tan imponente foro, la enorme extensión de sus casas que albergaban entre 40 y 50.000 habitantes, las tiendas de cerámica, vidrio, metales; templos, termas… y tanto aún por descubrir!
El santuario y complejo de Baba Vanga (1911-1996) -vidente búlgara/macedonia de reconocidas predicciones, como la desintegración de la Unión Soviética y el ataque a las Torres Gemelas- constituye un agradable paseo en medio de la frondosidad de una zona llena de manantiales, jardines y objetos rituales, que hacen las delicias de los pueblos balcánicos, devotos de la vidente, ciega desde la niñez.

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