DEL SUEÑO
UTÓPICO AL SUEÑO DOMESTICADO
Moisés Cayetano Rosado
Hace poco
más de treinta y siete años, el 2 de abril de 1976, se aprobaba la Constitución
portuguesa emanada de la Revolução dos Cravos, que había tenido lugar dos años
antes. Y aunque en medio quedaba la “reconducción” del 25 de noviembre de 1975,
esta Ley nació aún bajo el signo de la utopía.
No hay más
leer los dos primeros artículos de la misma. Así, el Artículo 1º estableció: Portugal é uma República soberana, baseada
na dignidade da pessoa humana e na vontade popular e empenhada na sua
transformação numa sociedade sem classes.
El Artículo
2º, por su parte, indicaba: A República Portuguesa é um Estado
democrático, baseado na soberanía popular, no respeito e na garantía dos
direitos e liberdades fundamentais e no pluralismo de expressão política
democráticas, que tem por objetivo asegurar a transição para o socialismo
mediante a criação de condições para o exercício democrático do poder pelas
classes trabalhadoras.
Aunque el
CDS -con su 7’8% de los votos obtenidos en las elecciones del 25 de abril de
1975- votó en contra, este texto tuvo la aprobación no solo del Partido
Comunista (que tenía el 12’5% de los votos), sino del Partido Popular
Democrático (26’4% de respaldo electoral) y del Partido Socialista (37’9%),
aparte de otros grupos minoritarios de la Cámara.
Ahí, entre
los 299 artículos del texto constitucional, se consagraban nacionalizaciones,
reforma agraria, planificaciones económicas, colectivismos, intervenciones
populares, bajo una apelación continua a la construção
do socialismo, que la derecha triunfante en las elecciones de 1979 y 1980
no se atrevió a cambiar. Tampoco lo haría el Partido Socialista, mayoritario en
el favor popular en 1983, ni otra vez la derecha en 1985, aunque la primera
reforma -de 1982- ya comenzó a “matizar los sueños de utopía revolucionaria
constitucional”.
Digo lo de
“constitucional”, porque esa utopía legislativa quedó más o menos en pie hasta la
segunda reforma, la de 1989, bajo mayoría absoluta obtenida en las urnas por la
derecha en 1987. Pero otra cosa fueron las leyes y decretos que desde el primer
momento se irían planteando.
La Reforma
Agraria, el gran referente revolucionario, y las nacionalizaciones -el otro
pilar- se comenzaron a desmontar tras el 25 de noviembre de 1975 -de
enfrentamiento interno, resuelto a favor de los moderados-, y sobre todo con
diversos decretos de 1977, bajo responsabilidad del Partido Socialista y con
intervenciones contundentes y hasta sangrientas de la Guardia Nacional
Republicana, reprimiendo resistencias campesinas y obreras.
Se pasó del
“Sueño utópico” al “Sueño domesticado”. Y en la reforma constitucional de 1989
se consagró con esta redacción en los artículos 1º y 2º, a que antes aludí y
copié de la primera redacción hasta ese momento intacta:
Artículo
1º: Portugal é uma República soberana,
baseada na dignidade da pessoa humana e na vontade popular e empenhada na
construção de uma sociedade livre, justa e solidária. O sea, no “una
sociedad sin clases”, sino “libre, justa y solidaria”: del modelo legislativo socialista
al modelo democrático occidental.
Artículo
2º: A República Portuguesa é um Estado de
direito democrático, baseado na soberanía popular, no pluralismo de expressão e
organização política democráticas, no respeito e na garantía de efectivação dos
direitos e liberdades fundamentais e na separação e interdependencia de
poderes, visando a realização da democracia económica, social e cultural e o
aprofundamento da democracia participativa. Es decir, de “transición para
el socialismo” a “realización de la democracia”, remarcando los objetivos y
cambios del artículo anterior.
Ni qué
decir tiene que toda la Constitución fue revisada en profundidad y adaptada a
las directrices europeas, en cuya Unión había entrado Portugal -junto a España-
en 1986. Las tensiones en el campo, en las fábricas, en las empresas
nacionalizadas y vueltas a privatizar, para esos años ya habían remitido.
Y el
Proceso Revolucionario en Curso (PREC) de 1975 dejó con la segunda mitad de la
década de los setenta y buena parte de los ochenta su rescoldo moribundo para
dar paso a la nostalgia. Nostalgia de una “Grândola, Vila Morena”, que aún
sigue cantándose en la calle y hace poco oímos conmovidos en la Assambleia da República, voceada por un
grupo que interrumpió así un discurso del Presidente de Gobierno, recordando
que un día soñaron con un mundo perdido en la utopía.
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