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martes, 10 de septiembre de 2013

FORTALEZAS COLONIALES EN BRASIL
Moisés Cayetano Rosado
DESARROLLO HISTÓRICO.
A poco más de treinta años de su descubrimiento por Álvarez de Cabral, en 1532, se construyen en Brasil las primeras defensas de madera y barro, por el hostigamiento de los corsarios franceses. Y en 1549 se realiza la fortificación “Trinchera del Mar”, en Bahía. A partir de entonces se iniciará una etapa de construcciones a prueba de ataques con artillería que durará dos siglos de levantamientos abaluartados y refuerzos: amurallamientos urbanos, fuertes, fortines, baterías, reductos, trincheras…
Con la Unión Peninsular (Portugal-España) en 1580, se actúa no solo en las bahías de penetración del Océano Atlántico (Recife, Salvador, Bahía…) sino en las desembocaduras de los ríos principales, ante la persistencia de incursiones francesas y holandesas.
Con Holanda acordará Portugal una tregua… inestable, tras la ruptura Peninsular de 1640, que se ampliará a Inglaterra, al establecerse una firme alianza luso-británica, perdurable en los siglos posteriores. No ocurrirá lo mismo con Francia, que atacará frecuentemente por Río de Janeiro desde comienzos del siglo XVIII, y con España, que desde mediados de ese siglo tendrá continuos enfrentamientos en la frontera entre Brasil y Bolivia.
Todo ello llevará a que Portugal se plantee en su gran colonia americana tres objetivos básicos:
- Defender los lugares de acceso portuario.
- Salvaguardar la llegada, partida, carga y arreglos de sus flotas.
- Proteger los almacenamientos de productos a exportar.
Muchos ingenieros europeos trabajarán en la consecución de estas metas, siguiendo en el siglo XVII los tratados de Luis Serrão Pimentel y en el siglo XVIII de Manoel de Acevedo Fortes, fundamentalmente. Y así, se crearán a finales del siglo XVII las Escuelas de Fortificación (Aulas Militares) de Bahía, Río de Janeiro y Recife, donde se formaron los múltiples técnicos que proyectarían y dirigirían los varios centenares de fortificaciones construidas por toda la costa, la cuenca del Amazonas y las fronteras con Bolivia y Argentina fundamentalmente.
FORTALEZAS DESTACADAS.
En la frontera con Bolivia, al oeste, destacan es especial dos extraordinarias construcciones: El Fuerte de Coimbra, de 1775, en el punto de unión actual entre Bolivia, Brasil y Paraguay, y el Fuerte Príncipe de Beira, de 1766, uno de los mayores del país, al borde ambos del río Paraguay.
En la frontera con Argentina, en tierras del actual Uruguay, frente a Buenos Aires, en la desembocadura del Río de la Plata, se fortificó en 1680 la Colonia do Santísimo Sacramento, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Pero las más abundantes fortificaciones están en la costa abierta del Océano Atlántico. Así, al norte la Fortaleza de São José de Macapá, de 1764 (la mejor artillara, con 86 piezas), en la vía de entrada del río Amazonas; más abajo, la Fortaleza do Castelo de Belem do Pará, de 1616 (una de las más tempranas) y todo el São Luis colonial.
Al norte de Recife, son dignos de destacar el Forte de Nossa Senhora dos Remedios, de 1737, y la Fortaleza de Santa Catarina, así como -en el mismo Recife- el temprano Forte do Brum, de 1629, la Fortaleza de Diego Paes y la de Santiago das Cinco Pontas.
Más abajo, en Salvador, las construcciones defensivas artilladas son múltiples, como corresponden a la importancia de la inmensa Bahía. Y aquí podemos señalar desde el Fuerte de S. Marcelo -único circular del país, de 1605-, hasta los de S. Alberto, Barbalho, S. Pedro, S. Diogo, Santa María, S. António da Barra, Mont Serrat, pasando por diversas baterías, como es la de São Paulo de Gamboa.
Antes de llegar a Río de Janeiro, hay un espectacular Fuerte de 1616, el de S. Matheus. Ya en Río, debemos señalar la Fortaleza de Santa Cruz -de 1567, la más antigua y principal fortaleza de su inmensa bahía-, y los fuertes de Gragoatá, Boa Viagem, S. Luiz, S. João y el más moderno del Duque de Caxies (1776).
Entre Río y São Paulo destaca el Fuerte Defensor Perpétuo, de 1703. Ya en São Paulo, sobresalen el Fuerte São Luiz y la Fortaleza da Barra, ambos de la segunda mitad del siglo XVI.
En el sur de Brasil, lindando con Uruguay, tenemos que rememorar las fortificaciones de la Barra de Río Grande do Sul -de los siglos XVII y XVIII-, perdidas en la actualidad casi al completo, pero de gran importancia defensiva en la Edad Moderna, no solo como defensa de los ataques venidos del Océano Atlántico sino por la cercanía de las colonias españolas.
EL GRAN VALOR ARTÍSTICO-HISTÓRICO-MONUMENTAL.
Todo este conjunto de más de un centenar de fortificaciones, muchas de ellas en extraordinario estado de conservación e incluso uso, constituyen un fabuloso tesoro de gran valor artístico-histórico-monumental. Bien merecería la clasificación de Patrimonio de la Humanidad como conjunto, por su autenticidad, integridad, conjunción de valores técnicos de las diversas escuelas europeas y autóctonas que testimonian más de 300 años de historia (ataques, asedios, ocupaciones extranjeras, recuperaciones…), con aportaciones de todos los intervenientes.
Al menos cumple dos de los requisitos que para tal titulación se exige (uno solo es suficiente para ello):
El II. Testimoniar un importante intercambio de valores humanos a lo largo de un periodo de tiempo o dentro de un área cultural del mundo, en el desarrollo de la arquitectura o tecnología, artes monumentales, urbanismo o diseño paisajístico: La actuación colonial, los enfrentamientos de las potencias europeas en territorio americano por controla sus riquezas, son causas de este desarrollo arquitectónico, técnico y monumental del conjunto abaluartado y artillado.
Y el IV. Ofrecer un ejemplo eminente de un tipo de edificio, conjunto arquitectónico o tecnológico o paisaje, que ilustre una etapa significativa de la historia humana: los ejemplos que se ofrecen de fortificaciones “a la moderna” compendian la evolución del arte constructivo defensivo de toda la Edad Moderna, con la irrupción y desarrollo de la pirobalística.

En tanto, con la calificación o sin ella, hablamos de un conjunto patrimonial que merece conocerse, y a poder ser visitarse con sosiego.

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