LAS CASAS DE
EXTREMADURA EN EL EXTERIOR, ¿LLAMA QUE LANGUIDECE?
Moisés Cayetano
Rosado
Acabo de estar en Barcelona y he visitado la
nueva sede del Hogar Extremeño en la ciudad. Fui un participante activo en sus
actividades cuando hace ya tantos años viví allí, cuando estaba en la
emblemática calle de Puerta del Ángel, uno de los lugares más céntricos de la
población, al lado de la catedral.
Ahora, vencido el largo plazo de alquiler y
tras pasar por una sede provisional, tiene sus instalaciones en la calle Ramón
Albó, nº 72, bien comunicada por metro y autobús, pero ya algo a trasmano. Mas
no es ese el problema de este local social de los extremeños, pues desplazarse
hasta allí no cuesta más tiempo que a la antigua y privilegiada sede. El
problema es el común a todas nuestras Casas Regionales: la participación, o más
bien la renovación, con no ser menor el del apoyo institucional extremeño, que
ha ido decayendo lamentablemente.
Sí, nuestra emigración viene ya de antiguo, y
las Casas Regionales han ido acumulando décadas de uso y servicio, muy activo
en gran parte de ellas, muy útil como embajadoras populares de Extremadura y
como apoyo a los que llegábamos desorientados y solitarios a los puntos de
recepción.
Pero estos Centros Regionales se sostienen y dinamizan
con la participación de sus socios, con el entusiasmo, la creatividad y la
activa gestión de sus dirigentes. Y estos socios, estos dirigentes, van ya
sumando años, cediendo al peso de la vida. ¡Cuántos de los que conocí en los
años setenta y ochenta del siglo pasado -de extraordinaria actividad- ya no
están con nosotros…!
Y el problema es que la siguiente generación,
los más jóvenes, no se involucran de la misma forma, e incluso en muchos casos
ni siquiera de la mínima forma. Y si a ello unimos que el apoyo institucional
está bajo mínimo, podemos comprender que las Casas Regionales puedan estar
abocadas al cierre de actividades de interés, aunque sigan subsistiendo como
clubes de encuentro, con su bar, sus peñas de mayores…
Se necesita una renovación generacional, con
nuevas actividades, nuevas redes de contacto e interacción de Extremadura y los
lugares de recepción, nuevo impulso coordinado, nuevos entusiasmos. Y en eso,
la responsabilidad institucional de Extremadura es grande, pues no podemos perder
el patrimonio humano de los descendientes de nuestros emigrantes, su
contribución al nexo de Extremadura con el exterior.
Hubo grandes avances en este sentido a finales
del siglo pasado, multiplicándose de manera exponencial los Hogares Regionales
y sus actividades a finales de los años noventa y principios del siglo XXI.
¿Qué va a pasar ahora? En manos de todos y en la voluntad de los representantes
de ese “todos” está en gran parte conformar un futuro de esperanza y frutos
compartidos.
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