NUESTRO FUTURO DEMOGRÁFICO
Moisés Cayetano
Rosado
Cuando comenzó el siglo XX, Extremadura tenía
882.410 habitantes censados, el 4’8 % de la población española, que alcanzaba
18.616.630. Casi la mitad de lo que nos correspondería en un reparto por
extensión, pues suponemos el 8’2% del territorio nacional.
Así nos mantendríamos durante más de la mitad
del siglo, ya que el crecimiento natural (nacidos menos fallecidos) era similar
en ambos casos y los movimientos migratorios
apenas fueron significativos.
Sin embargo, en el censo de 1960 se nota una disminución porcentual: frente a
nuestros 1.406.329 habitantes, España sube a 30.582.936, quedándonos en el
4’6%. Y es que en 1955 comenzó un flujo migratorio desde las zonas interiores
rurales a las periféricas que iniciaban el despegue industrial, acelerado
exponencialmente en esa década.
Los veinte años que van de 1961 a 1981 serían
muy negativos demográficamente para Extremadura (como para todas las zonas
rurales de España), pues la sangría migratoria fue extraordinaria,
especialmente dirigida a Cataluña, País Vasco y Madrid, además de la exterior a
Francia, Alemania y Suiza.
Ahora sí que nuestra región sufre un bajón
aparatoso: bajamos al 2’8 % del total nacional, descendiendo la población
absoluta a 1.064.968 habitantes, mientras la española era de 37.742.561. Y ello
a pesar del boom de la natalidad y de la prolongación de la esperanza de vida;
en esos años, la emigración afectó al 40% de los extremeños, precisamente los
más jóvenes, en edad fértil, quedando aquí una población más envejecida, como
ocurriría en toda la España agrícola y rural.
Así llegamos a la situación de 2013, en que con
1.100.139 habitantes suponemos el 2’4 % del total nacional, que asciende a 46.704.314.
El parón migratorio de las sucesivas crisis no ha permitido la remontada, pues
en estos últimos años nuestro crecimiento vegetativo ha sido menor (dado
nuestro envejecimiento poblacional) y el aporte de la inmigración extranjera
menos decisivo: 40.000 extranjeros, frente a los 5.700.000 del total español,
el 0’7 %.
¿Cuál es el futuro? Teniendo en cuenta la
previsible prolongación de la crisis económica -que difícilmente desaparecerá
en la próxima década-, contaremos con cuatro factores demográficos negativos:
- Retorno de emigrantes extranjeros a sus
lugares de origen, al perder aquí el empleo y las perspectivas de mejora.
- Contención de nuevos emigrantes foráneos, por
la falta de oferta laboral.
- Emigración de jóvenes nacidos aquí, buscando
empleo nuevamente en Centroeuropa y países emergentes.
- Descenso del crecimiento vegetativo, por la
baja natalidad, que es una tónica de las últimas décadas, acentuada con la
crisis.
Las perspectivas para el caso español son de
una población en 2023 de poco más de 44 millones de habitantes, lo cual supone
una bajada de casi 3 millones. Extremadura quedaría en 1.060.000 habitantes
(seguimos en el 2’4 % de participación en el total español), perdiendo unos
40.000: siempre los más jóvenes, en edad fértil, con capacidad de reemplazo y
renovación.
Aún así, España duplicaría la población que
tenía un siglo más atrás, mientras que Extremadura quedaría en el mismo número
de habitantes de esos años. Una prospección a más largo plazo resulta
arriesgada, y al mismo tiempo más luctuosa todavía, a no ser que se produjera
un “milagro económico”, difícil de entrever en las actuales circunstancias.
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